Lorent Saleh en Newsweek: La Tumba es un laboratorio de tortura psicológica

Foto archivo

 

Lorent Saleh relató a Newsweek las ruinas que vivió bajo la prisión en caracas en los calabozos de La Tumba y El Helicoide del Sebin. El dirigente estudiantil se refirió a los momentos que vivió dentro del recinto, que describe como un laboratorio de tortura psicológica.

A inicios de la década del 2000, el ahora fallecido presidente Hugo Chávez comenzaría a tomar fuertes medidas en contra de disidentes políticos que criticaron sus medidas populistas, las mismas que llevaron a Venezuela al borde del colapso socioeconómico hoy.





Dentro de las fuerzas opositoras se encontraba Lorent Saleh. El líder estudiantil ayudó a organizar protestas en Venezuela y llevó su causa a otros países con el fin de condenar los abusos a derechos humanos cometidos por los regímenes de Chávez y Nicolás Maduro. En 2014, se mudó a Colombia para estudiar defensa en la Escuela Superior de Guerra, pero luego se vería en aprietos. Ese mismo año, el entonces presidente Juan Manuel Santos fue extraditado a Venezuela bajo acusaciones de llevar a cabo actividades políticas siendo turista en Colombia. A los 26 años, Maduro lo acusó de recibir entrenamiento para cometer atentados terroristas en Venezuela por medio de la derecha colombiana, algo que Saleh niega.

Por cuatro años, fue llevado preso en dos de los centros de inteligencia más tenebrosos de Venezuela: La Tumba y El Helicoide. El primero es un edificio de 16 pisos que posee sótanos bajo tierra, los cuales contienen celdas blancas sin ventanas cuyo único sonido es el pasar del metro de Caracas sobre los rieles. El segundo, originalmente construido para ser un lujoso centro comercial en los años 50s, se convirtió en un lugar operado por el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN).

Saleh ocuparía los titulares internacionales como el ejemplo más claro de un régimen que viola los derechos humanos de forma sistemática. En 2017, recibió el Premio Sájarov para la Libertad de Conciencia del Parlamento Europeo, cuyo primer galardonado fue Nelson Mandela en 1988. El pasado 12 de octubre, el régimen madurista excarceló a Saleh, hoy de 30 años, citando tendencias suicidas. Al día siguiente, se trasladó a España con su madre.

En entrevista con Newsweek, Saleh describe su suplicio en prisión, lo que debe hacer la administración de Donald Trump para ayudar a Venezuela y por qué el mundo no debe ignorar una de las peores crisis humanitarias del mundo.

Ahora que hay un nuevo congreso en Estados Unidos, ¿cree que Washington tome mayor acción sobre Venezuela?

Yo creo que se puede avanzar y mucho. El tema de derechos humanos y libertad nos une, y los demócratas y republicanos creen y defienden la libertad y la democracia. Ellos deben adquirir conciencia de cómo el régimen en Venezuela representa una amenaza directa para los ciudadanos norteamericanos, porque Venezuela se convirtió en la capital del terrorismo en la región. Cuando Estados Unidos deje de comprar petróleo a Venezuela, el régimen se desplomará.

¿Las sanciones de la administración Trump contra funcionarios maduristas debilitarán el régimen?

Yo creo en las sanciones, y de hecho le he pedido al gobierno de España que las aumente y las profundice, es decir, que no solamente incluya a los funcionarios sino también a aquellos que están involucrados con ellos. Una persona que viola abiertamente los derechos humanos y que abusa del poder no puede gozar de impunidad. Por lo tanto, el deber de la comunidad internacional es presionar al régimen y llevarlo a la rendición.

Usted dijo que volvería a Venezuela con muchas personas, pero Maduro todavía maneja el país. ¿Por qué volvería a Venezuela en medio de un gobierno que se niega a ceder el poder?

[Larga pausa] La vida de un hombre o de una mujer no cabe en una maleta. Nadie huye de su país, nadie sale caminando de su país, nadie vive expatriado por placer. Venezuela no está muerta, está viva pero secuestrada por la mafia. Sin embargo, Nicolás Maduro está debilitado y desgastado, ahora hace falta que la oposición se concrete en torno a una alternativa democrática y se va a dar una transición porque el sistema colapsó, y dentro de las filas del gobierno cada vez está más difícil ser más leal a algo que fracasó. Debemos regresar a Venezuela para ponerla a producir y sacarla adelante.

¿Como se puede concretar una oposición que se ha visto debilitada por el régimen?

Es una tarea difícil y compleja, pero vale la pena. Yo creo que el éxito no es otra cosa que levantarse una y otra vez. La oposición está golpeada, la dirigencia política opositora a la dictadura está perseguida y está presa, y con toda razón ya que son 20 años de dictadura violenta. Pero al mismo tiempo, el deseo y la voluntad de libertad está ahí.

Escuchamos de boca del ex presidente colombiano Álvaro Uribe que los militares “deben apuntar sus armas al palacio de Miraflores” mientras que Trump contempló la intervención militar. ¿Esta es la solución?

Yo no creo en la lucha armada, y eso que vengo de la línea más radical de la oposición. Creo que en la resistencia porque nací y ayudé a crearla en Venezuela, y las armas no son una opción. Lo que vive Venezuela es un estado de total violencia y eso no se combate con más violencia. Ese cuento de una intervención militar y todo un despliegue internacional pone más complicaciones a algo que es más sencillo de lo que parece. Se lo dije al primer ministro de España Pedro Sánchez y a la vice presidenta de Colombia Marta Lucía Ramírez hace unos días: Es más efectivo una llamada con voluntad política que 10 fragatas artilladas.

La dictadura está lo suficientemente débil para que se dé una transición, pero se necesita que Latinoamérica “le corte el chorro” y que Estados Unidos, por ejemplo, deje de comprarle petróleo. Vamos a ver cómo termina de ser la llegada de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil el próximo año, pero va a tener una línea dura contra Venezuela.

Pero Bolsonaro también tiene una postura radical y añora la dictadura militar de Brasil que gobernó entre los años 60s y 80s.

Habría que ver porque una cosa es ser candidato y otra cosa es ser gobierno. A veces dicen cosas por voto pero no porque lo crean así. Probablemente no sea tan radical como se pensó en las elecciones y será más cuidadoso en su forma de gobernar.

Hablemos un poco de su experiencia en El Helicoide y en La Tumba.

La Tumba es un lugar sofisticado y bastante moderno. Es un laboratorio que es más parecido a un manicomio y queda a varios sótanos bajo tierra. No es propio de los venezolanos ese lugar; es un lugar de tecnología y operación distinta a la venezolana. Se sienten los cubanos y los rusos allí. Un laboratorio moderno para la aplicación de la tortura psicológica, con temperaturas muy bajas, intensa luz blanca, hecho para aislar a las personas donde no haya sonido ni colores distintos al gris. Es un lugar completamente vigilado y donde no hay comunicación con nadie; es todo el peso del estado sobre el individuo allá abajo. Además, existe esa sensación de que el metro está sobre ti y que pasan miles de personas por minuto pero que no tienen la más remota idea de que hay alguien vivo allí abajo. No puedes saber del tiempo, no existe el tiempo. Pierdes la noción de todo.

El Helicoide es exactamente lo contrario. Es un edificio viejo, remodelado y remendado por muchos lados. Hay hacinamiento, desde personas que pican gente hasta empresarios, banqueros y narcotraficantes, y un gran margen de presos políticos. Es más violento. La tortura física, el sadismo, es más criollo, es la decadencia y la ruinas de lo que fue un estado poderoso. Hoy sigue siendo usado para la tortura.

Lea la entrevista completa en Newsweek