Jorge Olavarría: Algunas razones por las que tú tienes la culpa

Jorge J. Olavaría de Halleux [email protected]

 

Isaías 53:7    Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.

Este ensayo quedó anulado por  algunas de las líneas más valientes que he leído este año. Al menos. Me dejan el alma desvelada. Sus palabras trazan a un tipo de venezolano que si lo buscas siempre ha estado con nosotros y ha tenidos diferentes nombres y obligaciones durante los siglos pero pocas veces es notado, o lo queremos notar, porque nos incomoda. Este venezolano es la traza no solo de quienes se han enfrentado a dragones sino de quienes se han atrevido a hacer algo más difícil… a declinar los deleites de Versalles por pudor. De los que entienden que la integridad no se negocia ni con adecos ni con déspotas. Este venezolano, que entiende que para negarse a ser un esclavo se requiere primero aceptar negarse a ser  víctima, nos dijo,





Estimados: Voy a juicio

Acabo de salir de la audiencia de conciliación de un juicio por que por difamación inició Diosdado Cabello contra 22 directivos de medios hace ya 4 años. Desde hace tres años y 8 meses tengo medidas cautelares de prohibición de salida del país y presentación en los tribunales.

El juicio por difamación tiene en la audiencia de conciliación el mecanismo para que el juicio se termine tempranamente. Si en esa audiencia el querellante obtiene una respuesta satisfactoria de los querellados, el juicio termina. En el caso de hoy, Cabello exigió un acuerdo compensatorio, consistente en una publicación mensual, durante tres meses consecutivos, en tres diarios de circulación nacional, de una carta pública donde reconocen que la publicación que hicieron esos tres medios -citando a su vez las publicadas en al Wall Street Journal y el ABC de España, donde Leamsy Salazar, jefe de escoltas de Cabello, afirmaba que éste andaba en actividades de narcotráfico- le había causado daño a Cabello y lo lamentaban.

En el caso de lapatilla, hicimos una cita fiel de esas publicaciones. No agregamos ni quitamos nada. Eso es periodismo profesional.

Como verán, para mi suscribir una carta de ese tipo es inaceptable. Sería auto-condenarme de algún delito que no se ha cometido. La cita fiel es un recurso del periodismo mundialmente utilizado.

De los siete presentes, seis optaron suscribir el pedido de Cabello. Para ellos el juicio se extingue con las publicaciones. En mi caso, el juicio apenas comienza. Mientras tanto, el juez me ratificó que tengo que seguir presentándome semanalmente en los tribunales sin poder salir del país.

Una reflexión final: No es un juicio de Cabello contra directivos de medios, sino contra la libertad de expresión. Si muere la cita fiel en Venezuela muere el periodismo. A quienes se acogieron a la publicación no los juzgo. Una pela de cautelares de cuatro años la aguantan pocos. El que sea accionista de un medio en tiranía debe estar dispuesto a defender la verdad. Sino que se dedique a otras cosas.

Saludos,

David Morán B.

Postdata: El juicio comienza este viernes 30 de noviembre de 2018

“Esto es un error… No hice nada… Soy inocente.” –fue la reacción de Alexander Solzhenitsin al ser detenido. Decía lo mismo que repetía cada uno de los incontables detenidos, justos o pecadores, ante las ridículas acusaciones del Estado. Pero Solzhenitsin, quien había sido condecorado varias veces por heroísmo, decidió entonces creer en la “Justicia” y se aferró a la esperanza en la integridad de los procesos legales. Se repetía, “pronto se darán cuenta y seré liberado… Soy inocente.”  Acusado bajo el Artículo 58,  pasó años consumiéndose en los infiernos helados de los Gulag, hasta que finalmente arribó a una conclusión liberadora. ¿En verdad eres inocente?—se preguntó, ¿pero, en cuál sentido…como lo es un niño cándido, ignorante, sin malicia y fácil de engañar… O es por querer creer estar libre de culpa? ¿Acaso no son la misma cosa –libre de culpa o carente de discernimiento? Un niño es inocente porque es ignorante de las reglas impuestas y de las opciones que tiene. Un adulto quien honestamente se supone inocente asume que no se merece su suerte pero lo más probable es que se niega a ver otras realidades.

Solzhenitsin eventualmente aceptó SU realidad,  dejó de apelar SU inocencia y empezó a compilar lo que sería un extenso libro (El Archipiélago Gulag) con centenares de testimonios de otros presos – también sentenciados por crímenes fantásticos.  Con esos elementos arribó a la concusión redentora que ni él ni ninguno de los millones de presos y muertos del debútate marxismo soviético, eran “inocentes”.  Nadie era propiamente una “víctima”. Nada de esto, se dijo, era una injusticia porque nadie estaba libre, en algún nivel,  de responsabilidad…Nadie podía señalar no haber participado, callado o esperado. Eran pocos los que podían decir haber actuado con verdadero coraje y determinación para detener lo que se estableció. Un sistema totalitario no hubiese podido implantarse sin un alto nivel de asistencia y complicidad social o de apatía, dejadez e inacción. Y es en esta reflexión donde se debe diferenciar  la “culpa” de la “responsabilidad”. ¿Qué tan inocente fue la sociedad alemana por el cambio de sistema que permitió las atrocidades que cometieron los Nazi?

Ahora extrapolemos y preguntémonos si los venezolanos ¿somos culpables o somos responsables por el horror en el que estamos metidos?

Innegablemente, uno de los desafíos más complejos en la vida es saber distinguir los aspectos en los que –(auténticamente)— se es (o somos) responsables, y los que no…(personal, familia, laboral, comunal, sociedad, ecosistema, planeta, galaxia..) Asumir demasiada culpa (o responsabilidad) es calamitoso (y trastornado) pero es ciertamente más saludable que no asumir ninguna. Curar o exorcizar al culpable obsesivo es más viable que tratar de enderezar al que siempre se considera una víctima. Por eso debemos estar dispuestos (cada quien) a auto-examinarnos constantemente. Si, ciertamente a veces somos víctimas de las circunstancias y debemos quejarnos pero no para insistir reiterar nuestro estatus sino para tratar de aprender, que no se repita.

Obviamente,  nos negamos  a aceptar responsabilidades a las consecuencias de nuestras acciones por miedo. Nos defendemos diciendo yo no puedo ser responsable de mi tormento porque soy una víctima inocente. Pero cada vez que le adjudicamos culpas a “otro”, (sea un concepto o alguna identidad) nos evitamos el esfuerzo y el dolor de asumir la responsabilidad por nuestras acciones.  Lo que significa es que cedemos nuestra libertad y al renunciar a nuestra autonomía, perdemos incluso nuestra esencia, (autoridad, facultades y hasta nuestra individualidad y personalidad) ante esa idea sublime, sea que la llamemos —sociedad, o la compañía, el gobierno,  el jefe, el comandante… o más abstracto aun—el dinero, el destino, Dios o al diablo, la fatalidad o fortuna, el alcohol o las drogas,  o lo que sea.  Dicho eso… cuidado! Recordemos que la autocrítica debería ser una disciplina para corregir errores, pero cuando se recarga o se vuelve permanente nos (auto) aturde, nos vuelve impotentes, incapaces o inútiles y  de hecho pasa a hacer lo contrario a lo anhelado y se convierte en un justificativo para no hacer nada. Apatía

El giro de conciencia de Solzhenitsin en sí mismo no es único en la historia, y fue que con esta nueva visión que su vida se elevó por encima del sufrimiento con una perspectiva que lo hacía inexpugnable. Era un hombre libre antes de haber sido liberado. Es similar en esencia a lo que le proclama Gandhi a sus opresores diciendo que lo podían matar y con eso tendrían que disponer de su cadáver, no de su sumisión u obediencia. En muchos aspectos esta toma de conciencia y conquista de la responsabilidad está inspirada en las palabras y la vida de Jesús. Pero han sido muchos (y muy poco entendidos)  estos personajes excepcionales quienes se negaron a jugar el rol de víctimas (aun siéndolos…y de formas extremas), que nos indican el auténtico camino de la liberación humana.

Cierro diciendo que este ensayo era mucho (mucho) más extenso y listaba las razones por las que todos somos responsables por el horror que estamos viviendo (y luego listaba mis limitadas visiones de cómo hacernos –verdaderamente- responsables por las soluciones)… pero lo dejo de este tamaño porque el breve escrito de David Morán, como ya lo dije, me desveló el alma anunciando lo que también he repetido tantas veces:

Ya esta pesadilla se acabó. Somos libres. Solo falta despertar y tomar las riendas de nuestras vidas sabiendo que hemos aprendido mucho, y que el futuro no nos está mirando en el retrovisor. Lo tenemos enfrente.

Jorge Olavarría H.

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