Oxígeno político español a Cuba

Oxígeno político español a Cuba

Una toalla con la imagen del argentino Leo Messi cuelga de una ventana en la Habana, Cuba. Alexandre Meneghini REUTERS

 

Deshielo a la española. Pedro Sánchez viaja el jueves a La Habana con la maleta cargada de oxígeno político y económico para el nuevo Gobierno del presidente Miguel Díaz-Canel, sucesor de Raúl Castro. Y lo hace en medio de la oleada de sanciones de la Administración Trump, que esta semana profundizó su política de línea dura contra Cuba sumando a 16 hoteles y 10 compañías a la lista de empresas con quienes se prohíbe realizar transacciones. Así lo reseña elmundo.es

Por DANIEL LOZANO





El deshielo español va en dirección contraria. El jefe del Gobierno, como ya hiciera Barack Obama en 2016, quiere capitanear con su viaje una nueva estrategia diplomática, incluso tomar las riendas de las relaciones entre la isla y la Unión Europea, en competencia directa con Francia. Sánchez, además, acude respaldado por una amplia delegación de 300 empresarios para calmar parte de la sed de inversiones que necesita Cuba.

Dos frentes, el político y económico, muy delimitados por la coyuntura y una variante, los derechos humanos, el tercer factor siempre a considerar en las relaciones con la isla. La reunión del líder del PSOE con la sociedad cubana, en especial opositores y disidentes, volverá a marcar el termómetro del viaje. Según la última lista confeccionada por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos pese a la opacidad oficialista, son 139 los presos políticos que permanecen en las celdas cubanas.

“Desde el Gobierno español se quiere normalizar una situación especial desde hace décadas, sin visitas de alto nivel”, concreta a EL MUNDO Carlos Malamud, investigador principal del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos. La visita a La Habana de los Reyes y del ex presidente José María Aznar en 1999 formó parte de la Cumbre Iberoamericana de ese año. La evidente armonía entre el Rey Juan Carlos y Fidel contrastó con los continuos roces del dirigente conservador con el jefe de la revolución.

“Es el momento de deshelar”, reconoció hace semanas el ministro Josep Borrell. “El éxito de la visita se va a medir por la retoma del liderazgo europeo. Cuba espera este liderazgo español dadas las afinidades históricas”, apunta para este periódico Arturo López-Levy, profesor de la Universidad de Texas y autor de ‘Raúl Castro y la nueva Cuba’.

Una historia común

La primera clave de un viaje esperado, que sólo se puede comparar con el realizado a la isla por Felipe González en 1986, es política. La visita en enero de Federica Mogherini, Alta Representante de la UE, dejó claro que el “compromiso constructivo” con Cuba no se va a reconsiderar tras la normalización de 2016. Otros países, como Francia, Holanda o Italia han querido ganar protagonismo en la isla escudándose en el ostracismo español. “Europa está actuando de una forma constructiva, sin dependencia de la política de Estados Unidos. Con el viaje de Sánchez es evidente el deseo de completar el acercamiento”, subraya López-Levy.

Más allá de la política de Aznar, que impuso su línea dura en Bruselas, Cuba y España están unidas por un grueso cordón umbilical desde hace siglos. Ya lo describió el historiador cubano Moreno Fraginals en su obra Cuba-España, España-Cuba, una historia común. Ni siquiera el general Francisco Franco interrumpió sus relaciones diplomáticas con La Habana, pese al rifirrafe entre Fidel Castro y Juan Pablo de Lojendio, aquel embajador que buscó su sitio en la Historia irrumpiendo en la televisión donde el revolucionario acusaba a su legación diplomática de practicas antirrevolucionarias. Fue declarado persona non grata y expulsado de la isla.

Mismo pragmatismo y complicidad que continuó Manuel Fraga y el resto de los presidentes, con la excepción de Aznar y con los suaves acercamientos de Mariano Rajoy durante su mandato. “Su política tuvo la continuidad de Zapatero, su Administración no fue rupturista. En el caso de Aznar, el Gobierno cubano siempre tuvo la percepción de que sólo buscaba el cambio de régimen y la imposición de sus favoritos de Miami”, concluye López-Levy.

Las penurias económicas de la isla también marcarán la apuesta diplomática de Sánchez. “El único cambio que parecer querer acelerar el nuevo presidente es la apertura a la inversión extranjera. Éste puede ser el espacio para darle un nuevo impulso a las relaciones económicas con España y Europa, en el momento que las relaciones con EEUU empeoran y Venezuela no puede pagar todo el intercambio comercial”, refleja el economista Pavel Vidal, ex funcionario del Banco Central de Cuba.

Inversiones limitadas

El deshielo de Obama, congelado por Trump y archivado en el frigorífico de la Historia, no ha llevado hasta la isla ni los fondos ni el turismo que se buscaba. “Pero España como Gobierno no está en condiciones económicas para tal inversión, incluso el presupuesto de Cooperación descendió durante la crisis. En cambio, el sector privado ya está muy presente en la isla. Las inversiones en términos relativos son bastante limitadas, tampoco hay mucho dónde rascar y más en este momento con los problemas de pago de la administración cubana”, resume Malamud.

Tras los acuerdos políticos y económicos, ¿habrá una foto para el recuerdo? “Si Sánchez quiere tener un verdadero impacto con su viaje debe abogar por el respeto a los derechos humanos, reunirse con miembros de la sociedad civil y sentar el precedente para otros mandatarios. En Cuba hay diversidad de opiniones y hay que escuchar a todos”, propone el analista cubano Álvaro Alba.

En su día, la reunión que Aznar mantuvo en la embajada española frente al Malecón con disidentes del peso de Osvaldo Payá, Raúl Rivero, Elizardo Sánchez o Héctor Palacios abrió una ventana al mundo para todos ellos.