Alfredo Maldonado: Hasta Míster Popo muere en Venezuela

Alfredo Maldonado: Hasta Míster Popo muere en Venezuela

Diría uno aquello de que “de que vuelan, vuelan”. Habitualmente leo y veo a estos profetas especialmente en You Tube (que no es el caso por ahora, pues llevo meses sin internet, aunque debo reconocer que parece que no es culpa de la CANTV sino de mi equipo), y suelo comprobar con algo de resignación que casi nunca aciertan. Pero no dejo de incluso guardar el horóscopo anual de Adriana Azzi, especialmente desde que dijo que amaba a los Leos, y ser Leo es como ser fanático de los gloriosos Leones del Caracas, de River en Buenos Aires y Atlético en Madrid. O los Cubs de Chicago, vaya.

Lo bueno de Míster Popo era su ilustración de un simpático gordito negro con turbante y vestimenta de las mil y una noches, y su voz tan criolla y clase media cuando hacía revelaciones a Patricia Poleo. Se metía directamente en política y solía parecer bien informado, acertase a no en las enfermedades de Maduro o los escándalos profetizados de altos funcionarios.

Pero en esta Venezuela todo lo bueno, lo agradable o lo simplemente consolador, muere aplastado por la avasalladora torpeza castromadurista. Una encuesta de Meganálisis de este mismo noviembre pareciera indicar que la gente está hasta las narices tanto del socialismo como de Nicolás Maduro y de los diputados opositores complacientes. Mala cosa, ¿qué estarán pensando Oscar Schemel y mi tocayo español que parece tratar de demostrar en Venezuela lo que sería en España un gobierno de Podemos? Porque ciertamente hay cosas peores que el socialismo al estilo de Pedro Sánchez.





Ha muerto Míster Popo cuando apenas cumplía los 50 años, y es sólo otro ejemplo de lo letal que puede ser un ambiente como el mismo donde unos cuantos oficialistas lograron fortunas inconmensurables que ahora les están quitando los jueces y autoridades estadounidenses. Los convierten en pobres –aunque siempre algo les quedará, asumo-, en enjuiciados que en Estados Unidos puede ser un largo, engorroso, caro y agobiante proceso que las más de las veces termina en cárcel extensa, como algunos ya han comprobado, o en menos pobres conservando algo de riqueza pero a cambio de hablar con amplitud, fluidez, credibilidad y datos probatorios en ese espléndido programa llamado de “testigos protegidos” que usan en los alrededores de Mar-a-Lago y otras peculiaridades estadounidenses.

Ha muerto Míster Popo adelantándose a la agonía venezolana que se alarga entre jirones y torpezas. Porque en este país todo el mundo se resigna mientras habla contra el Gobierno, especialmente mientras hacen sus diarias y largas colas para tratar de cobrar bonos que ahora llegan a los bancos tarde e incompletos, pensiones fraccionadas, o para comprar con hambre y muy pocos soberanos algo de comida o una canilla de pan.

Ha muerto Míster Popo, descanse en paz, mientras los que sobrevivimos adelgazamos a ojos vistas, tenemos un Gobierno dietético y parlanchín que, más allá de los micrófonos no sabe ya qué hacer, y encima lo hace mal. Como con el gas doméstico y eso que tiempo atrás se llamaba “servicios públicos”.