Luis Alberto Buttó: Universidades y fusiles 

Luis Alberto Buttó: Universidades y fusiles 

En alguno de sus tantos y hermosos poemas, Blas de Otero pidió que se le recordase por haber dedicado su existencia a luchar por la vida y por la paz, advirtiendo que en tal sentido apenas (modestia infinita de los grandes) había podido hecho danzar la pluma sobre el papel. Por ello pidió que se le aplaudiera el cantar. En verdad, esta última pequeña solicitud fue del todo innecesaria, pues el reconocimiento que mereció se lo granjeó con creces al dulcificar la vida de sus mortales lectores por el hecho de haber incrementado la excelsa y selecta cofradía integrada por esos seres excepcionales venidos al mundo para activar la magia creadora de la buena y bella escritura. Al final de la jornada, es imposible haya sido en vano la vida de una persona cuando al término de su existencia quienes vienen después la rememoran con admiración.

Con mayor modestia que la desplegada por el bardo español, los universitarios, los de veras, no los atrapados en resentimientos existenciales que le carcomen el alma, trabajan sin descanso por el bien de la humanidad, sin por ello demandar ni siquiera el meritorio recuerdo. Así, miles de héroes anónimos enfundados en blancos guardapolvos, envejecen dignamente rondando los pequeños espacios de atestados laboratorios donde encuentran la cura que, al derrotar enfermedades, mejoran y extienden la vida de sus congéneres. Así, entre cables y cálculos, con su esfuerzo cotidiano, incontables ingenieros doblegan la energía y formulan la metodología necesaria para hacer realidad la magia de que en los más recónditos rincones de la geografía la luz llegue a tiempo y constante, de tal forma que quien allí mora no experimente la tristeza de que se le borren los colores del mundo cuando la noche extiende su manto.





Así, astrónomos que dormidos o despiertos no dejan de soñar con el brillo de las estrellas, nos revelan los insondables secretos del infinito para que, al hacernos conscientes de nuestra inmensa pequeñez, podamos comprender cuán maravilloso es el universo y cuanto regocijo y compromiso debemos sentir al percatarnos de que, afortunadamente, somos parte integrante del único, verdadero e irrepetible milagro. Así, historiadores taciturnos que sin quejarse suman cansancio a sus ojos lectores, hurgan sin cesar en olvidados repositorios documentales para ayudar en el esfuerzo de que la sociedad toda pueda descifrar respuestas adecuadas al porqué de su particular derrotero. Y aquí deben parar los ejemplos utilizados para graficar el planteo. Se entiende que todas las páginas disponibles no alcanzan para narrar con justa y exacta magnitud el caudal de beneficios que desde los campus se irradia a la comunidad que respeta a sus universitarios y confía en la labor que en silencio ellos despliegan.

Por eso, para la ciencia y el conocimiento, que es igual a decir para los universitarios, la paz es la única consigna proclamada, la única estrategia desarrollada. Las bibliotecas se crearon para preservar libros, no para almacenar sacos de balas. Las aulas justifican su existencia cuando en ellas se sienta la inocencia que busca con anhelo la comprensión de las cosas. Las aulas se mancillan cuando en ellas se pretende colgar fusiles en el respaldo de los pupitres. En los pasillos universitarios la única táctica que tiene razón de ser no es una bélica, sino la que idea el muchacho ilusionado para tratar de conquistar a la muchacha sobre la cual ha posado ojos y corazón. Las universidades son bondad y vida, no maldad y muerte. Quien pretenda lo contrario sólo actúa de tal manera porque nunca estuvo en capacidad de comprender el concepto y la importancia del saber. Y esa falta de comprensión nada tiene que ver con el hecho de que no se haya sido universitario, porque, por ejemplo, a lo largo de la historia, en nuestro país sí lo comprendieron millones de madres solteras que por razones de vida no pudieron estudiar, pero dignamente lavaron ropa ajena o vendieron empanadas en calles y mercados, para con esperanza y admiración mandar sus muchachos a la universidad.

Hay lecciones que algunos deberían aprender antes de hablar. Lástima que no puedan hacerlo.

@luisbutto3