El cuadro de Dalí, el escondite para sus amantes y otras anécdotas increíbles de Pablo Escobar (Fotos)

El cuadro de Dalí, el escondite para sus amantes y otras anécdotas increíbles de Pablo Escobar (Fotos)

La defensa de Maharaj sostiene que el crimen fue orden del capo del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, a quien Young le lavaba dinero del tráfico de cocaína.

 

El 2 de diciembre de 1993, sobre el tejado de una casa en un barrio de estrato medio de Medellín, fue asesinado a los 44 años Pablo Escobar, el más grande capo de la droga que ha visto Colombia, el que generó una guerra urbana sin precedentes, y sobre el que se tejen una serie de historias que parecen ficción.

Por Infobae





Al cumplirse 25 años de su muerte, recordamos aquí algunas de esas anécdotas que pocos conocen sobre las excentricidades del capo del Cartel de Medellín, como la vez que el cantante puertorriqueño Héctor Lavoe lo hizo enfadar, o el cuadro de Salvador Dalí que rescató de un incendio para luego casi quemarlo.

El abuelo contrabandista

Pablo Escobar monopolizó el negocio de la cocaína en el mundo, logró controlar el 80% de la producción mundial del clorhidrato, y el 75% de su distribución en Estados Unidos. Así, se convirtió en uno de los hombres más ricos del planeta durante siete años consecutivos, según la revista Forbes; amasando una fortuna de entre 25 mil y 30 mil millones de dólares. Pero antes, su familia ya se había hecho camino hacia la ilegalidad.

Roberto Gaviria Cobaleda, abuelo materno de Pablo Escobar.

 

Su abuelo materno, Roberto Gaviria Cobaleda, nacido en Bogotá en 1873, fue un reconocido contrabandista de Whisky en Cañasagordas, que traía del Urabá. Luego emigró a Frontino, haciéndose en el negocio en ambas partes. Fue un forajido que hacía caletas para poder vender su producto ilegal. Inventaba funerales para esconder el licor en los féretros. Y cobraba las deudas hasta con mano armada si hacía falta. Lo reseñó así Alfonso Salazar en su libro La Parábola de Pablo.

El enfado con Héctor Lavoe

El cronista colombiano Juan José Hoyos contó que un día, un taxista le afirmó que había transportado gratis al cantante Héctor Lavoe. El hombre lo paró en una calle solitaria, asustado y sin zapatos. Lo amenazaron unos mafiosos, según le dijo. Pero no le creyó. Lo puso a cantar su famoso sencillo ‘El Cantante’, bajo sus reniegos porque supuestamente era esa la razón de la discordia. Solo así lo reconoció.

El cantante Héctor Lavoe y su banda fue contratado para tocar en una fiesta de Pablo Escobar en la década de los 80’s.

 

La anécdota fue corroborada más adelante por uno de los músicos del puertorriqueño, el conguero Eddie Montalvo. El empresario artístico Larry Landa había conseguido un contrato hasta las dos de la mañana para tocar en una fiesta de Pablo Escobar. A esa hora, Lavoe pidió a su banda que pararan. Un hombre los amenazó con una pistola para que siguieran cantando. Todos se negaron y fueron encerrados en una pequeña habitación.

A la hora, decidieron romper una ventana y salir huyendo por ahí. Corrieron hasta que llegaron a una carretera. Fue entonces como Héctor Lavoe terminó en el taxi. Al día siguiente, sanos y salvos, recibieron un cheque, sus pasaportes y los instrumentos dejados en aquella fiesta narco; y, por supuesto, una disculpa.

El cuadro de Salvador Dalí

El antiguo teatro Ziegfeld, propiedad del empresario de Broadway Billy Rose, ahora es un estudio de televisión de la NBC.

 

En 1944, el empresario de Broadway Billy Rose contactó a Salvador Dalí para que le pintara siete obras para su recién comprado teatro Ziegfeld —ahora un estudio de televisión de la NBC—. Tenía que ilustrar sus siete artes vivas: radio, concierto, ballet, ópera, boogie-woogie, cine y teatro. Así nació The Dance, un óleo de 84 x 116,3 centímetros que fue una interpretación de la danza, según lo relató la revista Semana.

Las obras quedaron atrapadas en un incendio en la casa de Rose en Nueva York, donde casi se queman. The dance fue más adelante comprada por su socio, Joel Mallin, que más tarde la vendió a la famosa casa de subastas Sotheby’s, que la entregó a su próximo dueño en 1985: Pablo Escobar. El capo la puso a decorar, junto a otra colección de arte, su lujoso apartamento en el edificio Mónaco, del exclusivo sector El Poblado, de Medellín.

‘The Dace’, la obra de Salvador Dalí en su interpretación sobre la danza.

 

Allá, el Dalí sobrevivió a otro incendio. Un carro cargado con 80 kilogramos de dinamita, ubicado por los enemigos del Cartel de Cali, explotó frente al edificio de Escobar, donde residía con su esposa e hijos. Cuadros de Fernando Botero, Alejandro Obregón, Francisco Antonio Cano, Pablo Picasso, Joan Miró, Darío Morales, Enrique Grau, Oswaldo Guayasamín, Igor Mitoraj, Luis Caballero, David Manzur y ‘The Dance’ de Salvador Dalí.

El cuadro sobrevivió, para más tarde ser robado por los hermanos Castaño, los paramilitares que ayudaron en el asesinato de Escobar junto a los Pepes. Luego intentaron devolverlo a su viuda, María Victoria Henao, quien se negó a recibirlo y, a cambio, les envió el certificado de autenticidad que acreditaba su valor de 4 millones de dólares.

Más tarde, con la persecución a los Castaños, Carlos pidió a sus testaferros que lo vendieran para obtener dinero, pues había quedado en bancarrota. ‘The dance’ pasó al Morohashi Museum of Modern Art de Japón, cuya colección casi queda destruida con el terremoto de 2011.

El escondite para sus amantes

El cabecilla del Cartel de Medellín siempre tuvomúltiples amantes, aunque nunca dejó a su esposa.(Victoria Eugenia Henao – Editorial Planeta)

 

En medio de sus muchas conquistas para mantener viva la llama del amor -pese a su temprano matrimonio con Victoria Eugenia Henao, que duró hasta el día de su muerte-, Pablo Escobar decidió tener un apartamento de solteros. Compró un lujoso penthouse en un edificio por la avenida Colombia, que incluso tenía pistas de hielo y bolos.

El lugar era llamado por Escobar y sus sicarios como ‘La Escarcha’. Estaba situado a escasos cien metros de la Cuarta Brigada del Ejército, pues por aquel entonces el capo no era tan buscado por la justicia. Así lo contó su viuda, ahora con el nombre de María Isabel Santos, en su reciente libro ‘Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar’, donde describe que los soldados dejaban pasar sus carros por calles adyacentes cuando había retenes militares.

“Era visto como un vecino más que llegaba a su apartamento con mujeres hermosas”, escribió la viuda. Las fiestas eran casi diarias, el dinero gastado no tenía medida. Las chicas eran buscadas en discotecas a las que llegaban previamente, y que en una pequeña charla las convencía de acompañarlo a una rumba privada. La estrategia era regalarles una botella de champaña o whisky para que se acercaran a agradecerle.

Pablo Escobar junto a sus sicarios del Cartel de Medellín en una de sus fiestas.

 

Al salir, las sorprendía conduciendo a alta velocidad, perseguido por sus mismos guardaespaldas en otros autos, y cometiendo todo tipo de infracciones de tránsito. Ya en ‘La Escarcha’, los esperaban orquestas, mariachis, tripleros, y un barman privado que hacía los mejores cocteles de moda. Lo que no sabían las invitadas es que en los baños y habitaciones había cámaras ocultas para espiarlas. Y un cuarto secreto desde donde se observaba todo el apartamento.

“En medio de ese ambiente íntimo y propicio para la conquista, era inevitable que Pablo terminara de romance con alguna joven. Aunque no era el más atractivo, tenía un don para la seducción porque era enredador, encarretador. Y tenía mucho dinero”, detalla María Isabel Santos en el libro. Y afirma que Pablo siempre llegaba a su casa a dormir, no más tarde que a las cinco de la mañana.

El ‘mal gusto’ de la Hacienda Nápoles

La famosa Hacienda Nápoles de 1920 hectáreas de extensión, hoy es un parque temático que resguarda a los animales que han sobrevivido del zoológico de Escobar.

 

La despampanante Haciendo Nápoles, de 1920 hectáreas de extensión, donde había un excéntrico zoológico de animales importados, varias piscinas, lagos artificiales, gasolinera propia, pistas de aterrizaje de avionetas y helipuertos, una colección de autos y motos, establos de caballos, no siempre fue así. O eso afirmó en su libro la viuda de Pablo Escobar, María Eugenia Henao, que cuando la conoció, lo primero que pensó fue que era un “monumento al mal gusto”.

La mujer menciona que las primeras casas que construyeron tenían una habitación pequeña en la que tuvieron que incluir un camarote para su hijo, que se había quedado sin lugar, y compartiendo un baño para toda la familia. “Vista desde cierta distancia, la casa parecía enclenque porque las columnas se veían muy delgaditas y con cierta inclinación. Parecía parada en zancos que se podían venir al suelo en cualquier momento”, describe.

La hacienda tenía helipuertos, pistas de aterrizaje, pistas de cross y varias piscinas.

 

Había ocho habitaciones más con capacidad para ocho personas, pero con un solo baño. Y contaba con tres garajes para cinco carros cada uno. Tenía un estudio para 30 personas con un televisor no muy grande, y un bar con 10 mesas de cuatro puestos, con juegos electrónicos de la época. La piscina pretendía tener un quiosco en todo el centro, con el que la gente se golpeaba al nadar. La cocina contaba con tres neveras en las que podían caber hasta ocho personas en cada una.

Para el zoológico, corrió la voz en el pueblo que pagaría por cada animal extraño que le trajeran. La idea no funcionó, pues las especies llegaban enfermas, desnutridas y maltratadas. Entonces, consultó a la National Geographic para ver qué animales se adecuaban al clima del Magdalena Medio, así reunió a jirafas, hipopótamos, elefantes, flamingos, dromedarios, búfalos, canguros, avestruces y muchas aves exóticas.

Los hipopótamos que escaparon de la hacienda cuando el capo fue asesinado se reprodujeron y actualmente las autoridades tratan de contrarrestar la sobrepoblación.

 

“Los compraba como si estuviera en una juguetería”, dice Henao. Incluso, llevó dos delfines rosados del Amazonas, y una lora azul de ojos amarillos de Brasil que es protegida por estar en vía de extinción, para llevarla a Colombia usó un jet donde transportaba la droga. Las seis jirafas que compró en Texas, Estados Unidos, murieron al no adaptarse al habitat que les construyeron. Y el automóvil que todos creían era de los famosos ladrones estadounidenses Bonnie y Clyde era en realidad partes de un campero Toyota donde se accidentó el hermano menor, con parte de un Ford 1936.

El presagio de su muerte

“Los mafiosos morimos jóvenes y nunca de muerte natural”, le dijo una vez Pablo Escobar a su familia. Así lo recordó su hermana Luz María la tarde del jueves 2 de diciembre de 1993, ante los rumores de que habían asesinado al capo. Estaba con su madre Hermilda Gaviria cuando la empleada le hizo señas para corroborar la noticia.

Cuerpo de Escobar dado de baja por las autoridades el 2 de diciembre diciembre de 1993.

 

Salieron al lugar que mencionaban los noticieros. Lo primero que vieron fue el cadáver de Álvaro Agudelo, alias Limón, tirado en el suelo. Era el último guardaespaldas que acompañaba a Pablo Escobar, el que había entrenado a una red de sicarios. En una vivienda vecina había quedado otro muerto en el tejado, les dijeron.

Las recibió una fiscal en falda y tacones. A ella le “tocó montarse en una escalera, y desafortunadamente baja y nos da la triste noticia de que Pablo era la persona que estaba en el techo”, recuerda Luz María. Ese fue el fin de una era de terror a punta de bombas, secuestros y asesinatos. El fin del entonces cartel de droga más grande del país, el de Medellín. Y el comienzo del fin de los otros carteles.