José Machillanda: Del postchavismo a la transición política

 

El postchavismo hoy, definitivamente, está cercado por la antipolítica y la corrupción exponencial, está paralizado y el hambre popular masiva lo acusa, la inseguridad lo estremece, la revuelta militar lo atemoriza, la híper-inflación lo castiga, la deserción lo ahoga y las demandas previstas y pospuestas lo acusan. El postchavismo no es gobierno ni partido, ni ideología, son una NADA de vándalos sin norte, aturdidos y acusados entre sí cuando sienten que todas sus falsedades y engaños han fracasado y, frente a tan grave, bochornosa y peligrosa realidad, crece en cuatro direcciones distintas el cerco contra un mínimo centro que intenta gobernar. Ese mínimo centro sufre el más grave rechazo y se exponencia una gigantesca acusación a la antipolítica. El bestiario militarista ladrón, ignaro y farsante es el mayor enemigo de la política, no la conoce, no la entiende y está muy lejos de su accionar y, obvio, de la ética política.





El postchavismo ahora amarrado a un gobierno militarista con su desprecio por la política, ensimismado en la falsedad brutal se amarra al cuerpo armado como factor de cambio social. Más grave aún, intenta accionarlo sobre las clases C, D, E y F pero al contrario se aleja a tal extremo, que esas clases sienten odio exponencial hacia ese régimen fracasado. Es el militarismo, como caporal del socialismo a juro, el único espacio para la interacción de la exponencial corrupción, responsable por la sociedad ahuecada y la calamidad político social.

El postchavismo como antipolítica, maximiza el engaño y se aleja cada minuto que pasa de la política, es la irracionalidad extrema como poder, es la engañosa concepción del mando donde no se puede mandar y menos comandar, pero… la brutalidad y desprecio por la política es tal que los ahoga, los muestra como simplismo y desprecio por el ciudadano, donde quiere hacerse ver como gobierno y/o poder, pero se reafirman como tiranía.  Los caporales del postchavismo militarista son ahora el real gobierno, cuanto muestra y dejan claro es ser enemigos de la política, la política obstáculo y contradicciones hacia la política distante por no saber conciliar.

El militarismo antipolítico para el 2018 ha hociqueado al régimen autocrático militarista de Maduro, que ya acusa las demandas de la mayoría que ha mostrado el camino de la transición como reivindicación de la política. Transición como fuerza o energía política que crece en un momento por el vacío del liderazgo político, que lento, tardío, desorientado para edificar una estructura, acciona apenas y pareciera adosarse a los representantes de San Ignacio de Loyola. La sociedad civil ingenua votó 7.676.894 el 16J de 2017 y se abstuvo en un 82% el 20M de 2018. Eso significa, aunque no se sepa leer, un grito ahogado en contra del postchavismo, que es un fracaso después de 40 años desde cuando penetró la Academia Militar y 20 años de gobierno. 20 años de gobierno en los cuales Padrino López maneja por su condición de marxista-leninista a un bodrio como cuerpo armado, que no obedece a liderazgo político alguno y que no tiene mando estructural. Es decir, no existe.

El militarismo antipolítico domina al postchavismo, que ahora maniobra Padrino López, y que hoy reclama que aparezcan los revolucionarios para que cultiven la revolución. ¿Cuál revolución?. El militarismo no sabe nutrirse de la sociología, ni la economía, ni la historia y menos hacerse sentir en la política, la política que concilia los intereses múltiples de la sociedad venezolana. Pero, el militarismo cuanto sí ha logrado es que aparezcan grupos de interés dolosos que operen 24 horas al día. El militarismo haciendo de liderazgo cierto, ha ido reuniendo múltiples grupos de antipolítica, y junto a esos grupos ha intentado acabar con la dignidad de Venezuela. Bochorno y desgracia social, expresión de la antipolítica contra la cual crece un sentimiento y acción, la Transición Política como proceso de socialización para la redemocratización.

¡Es tiempo de urgencia y de precisiones filosóficas! Es momento y oportunidad para la sociología y la política. Es tiempo importante para la Constitución y las leyes. Es tiempo del ciudadano y la ciudadanía. Ciudadanos y ciudadanía que se muestren como liderazgo, que comprendan la necesidad de un gobierno con moral y con ética. Ese gobierno tendrá límites, que fue lo que perdió la Venezuela nación y mucho más, con la barbarie del militarismo que hoy encabeza Padrino López, que no reconoce límites, que no entiende de gobierno sino de dictadura, que no sabe de presupuesto sino de dolo y –lo más delicado- confunde el ejercicio del poder con la fuerza, razón por la cual la transición como expresión de la política es un reclamo y una apuesta de la mayoría del 82% demócratas de venezolanos.

Después de estos 20 años de terror, corrupción y antipolítica, la política está retada.  Retada para iniciar un tramo difícil donde ya la Transición es un grande y complejo evento. No más ideología, hoy es tiempo para la razón, para el estudio, para emplear el gentilicio del venezolano, para la familia, para la escuela y por qué no, para las costumbres venezolanistas. Costumbres que no pueden seguir equivocándose, no queremos más caribes, ni farsantes ni truhanes, que se han venido paseando todos desde el 4F y el 27N para crear la más grave regresión política, económica y cultural de una sociedad ingenua y emotiva, que hoy verifica que Venezuela sufre una desgracia plena, que sólo podrá recuperarse mediante la política entendida como ciencia y arte, que es igual a la Transición Política y el inicio del juicio hacia la locura del postchavismo y el militarismo obsecuente.