José Daniel Montenegro: Adam Smith Vs. La revolución bolivarera

José Daniel Montenegro: Adam Smith Vs. La revolución bolivarera

El año 1776, en términos históricos, es frecuentemente recordado por ser el año en que se firmó el Acta de la Independencia de los Estados Unidos de América, hecho ocurrido específicamente el día 4 de Julio, en la sede la Cámara Estatal de Pensilvania, Filadelfia. Casi cinco meses antes, a principios del mes de Marzo, se publicaba en Londres, en formato de dos volúmenes, un libro que cambiaría para siempre a la humanidad, trayendo consigo grandes verdades sobre  la interacción de los individuos en términos de economía: me refiero a “Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones”, conocido en nuestros días simplemente como “La riqueza de las naciones” cuyo autor fue el genial Adam Smith.

Antes de Adam Smith, nadie había explicado con tanta claridad y honestidad intelectual, ese sistema auto suficiente que hace progresar a las naciones y, para el que la libertad es esencial. Le debemos a él y su libro “La riqueza de las naciones” el descubrimiento del mercado libre como motor de progreso y prosperidad.  Un sistema no inventado por alguien en particular, al que la humanidad fue llegando espontáneamente gracias al comercio. Este intercambio continuo, produjo la división del trabajo y con ello, el libre mercado como sistema distribuidor de recursos  al que, sin saberlo y siquiera sin entenderlo, todos los miembros de la sociedad, compradores, vendedores y  productores contribuyen al progreso general.





Pero lo realmente trascendental y “revolucionario” que nos transmitió Smith a través de este libro, fue la insólita revelación de que, trabajando para alcanzar sus propios anhelos y materializar sus propios sueños, el hombre común y corriente contribuye a la prosperidad de todos. Esa “mano invisible” que impulsa a trabajadores e inventores, maestros y artesanos, barrenderos y artistas a cooperar en grupos sociales y cuya finalidad intrínseca es generar riqueza sigue siendo hasta hoy la mejor defensa de la libertad en el ámbito económico.

Resultó desconcertante y aún hoy sigue desconcertando a muchos, la idea de que no es el altruismo ni la caridad sino más bien el interés individual lo que impulsa realmente el progreso de las sociedades como un cuerpo cohesionado:

No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas.”

El mercado libre presupone la existencia no solo de la propiedad privada porque la propiedad incluso en manos de quien la hurtado sigue siendo privada, sino que además esta propiedad debe ser legítima, la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, la división del trabajo y el rechazo de privilegios para individuos o grupos de individuos. Los grandes enemigos del mercado libre son los privilegios, el monopolio, los controles, las prohibiciones, porque siempre que se preserve, al menos en grandes márgenes la libertad, el sistema será eficiente.

Realmente existe en Venezuela una “Guerra económica”. Una guerra feroz, implacable, cruel pero es el mal llamado “gobierno” y sus secuestradas instituciones quienes ejecutan esta guerra contra todos los ciudadanos sin excepción, a su vez que manipulan la información culpando unas veces a los empresarios por “vender muy caro” otras veces culpando a los ciudadanos por ser “muy consumistas”. Es el exceso de gobierno y no la falta de él, lo que ha generado toda esta tragedia. Es la ausencia de libertad y no el exceso de ella, lo que ha desencadenado todas las calamidades.

El consumidor último siempre paga los incrementos asociados al precio de los productos como consecuencia de la larga cadena de corrupción que el intervencionismo estatal ha creado,  materializándose directamente en un incremento del pomposo nivel de vida de los funcionarios estatales encargados de aplicar tales controles. Con cada control surge una nueva mafia estatal. Mientras el trabajador común ve reducido su sueldo mensual al equivalente de poco menos de 5 kilogramos de pollos.

Nos hemos acostumbrado a ver en no pocos casos, a empleados gubernamentales exhibiendo automóviles, celulares, casas de lujo, fincas y, en términos generales, un nivel de vida que no se corresponde con los 4500 Bs. que recibe un trabajador venezolano como sueldo mensual. Casualmente estos funcionarios son los encargados de gestionar pasaportes, lo que cada vez es más complejo por los canales legales, regular los precios alimentos, “visitar” comercios para su fiscalización (nombre que le dan a la violación de la propiedad legítima). Una verdad debe ser dicha: la corrupción de estos funcionarios es consecuencia del sistema socialista

Es escandaloso el hecho de que algunos venezolanos estén dispuestos a aceptar como algo “normal” el enriquecimiento ilícito de no pocos funcionarios gubernamentales de bajo, mediano y alto rango, a su vez que se encarnizan con el portugués del abasto, el chino de la esquina o el verdulero de la avenida a los que algunos suelen llamar “ladrones” cuando realmente son comerciantes y, si los productos tienen un costo alto, deben buscar las causas en toda la red de chantajes y sobornos creadas por “El Estado” en lugar de, llevados por la ignorancia suprema, dirigir sus frustraciones hacía otros ciudadanos que están siendo tan víctimas del criminal sistema socialista como cualquier otro.

Nos causó indignación a muchos venezolanos decentes, ver por las redes sociales al Superintendente Nacional del Sundde, una vez más con la actitud altanera y prepotente que lo caracteriza, “fiscalizando” comercios en algunas zonas de Caracas y, bajo coacción y amenaza, obligando a los comerciantes a bajar los precios de sus mercancías a un margen de pérdidas, violando, como ya se ha hecho costumbre, la libertad y la propiedad de los ciudadanos, ejerciendo el despotismo y atacando los derechos ciudadanos que precisamente todo gobierno debería defender.

Los venezolanos más temprano que tarde lograremos romper las cadenas de la tiranía, la violación, la barbarie, la corrupción y la perversión moral que desde el “gobierno” nos han impuesto con violencia, sangre y destrucción y, llegado ese momento, la clase política “opositora”, de entre cuyos líderes algunos se declaran también socialistas, tendrán irremediablemente que adaptarse a una nueva realidad: los ciudadanos no estaremos dispuestos a sistemas de gobiernos intervencionistas en nombre “del bien común y el verdadero socialismo”. Los postulados del liberalismo clásico y sus corrientes están creciendo con más fuerza de lo que creen entre los venezolanos: Derecho a la vida, la libertad, la propiedad legítima y la igualdad de todos ante la ley.