Jorge Olavarría H.: Con amigos así

Jorge Olavarría H.: Con amigos así

Jorge J. Olavaría de Halleux [email protected]

El perenemente moribundo régimen de Venezuela en sus maniobras en el tablero de la geopolítica NO ha logrado intermediar suficiente nerviosismo entre los EE.UU. y sus antagonistas naturales, (China, Irán, Turquía  y recientemente, Rusia) pero la superpotencia debería tener cuidado, o al menos no subestimar a su discrepante sudamericano. Cierto, Maduro parece que se ha manejado como un mendicante rechoncho y ha sido exitoso consiguiendo plasma financiera para su moribunda dictadura pero en el transcurso se ha tomado unos cuantos selfies que son más que fotitos de amigos para el Facebook de su dictadura marxista-militar. Son advertencias malcriadas del desacato de estas grandes naciones socorristas de la dictadura venezolana, desafiantes a la declarada voluntad norteamericana de aislar y sumergir al narco-estado. Por supuesto que Xi Xi-Ping, Khameni/Rouhani, Erdogan y Putin, personajes de popularidad innegable y moralidad dudosa, tienen mucho que ganar con asociaciones muy desiguales con un país (auto)saqueado pero colmado de riquezas irrecobrables y saben, además, que por ahora es exiguo el riesgo de una reacción ilustrada por parte del volátil encopetado americano, demasiado aturdido en sus tempestades domésticas (producidas por su vanidad) como para prestarle atención a huracanes que se cocinan en lejanos horizontes.

Mientras tanto, mientras aparecen las fotitos del charro mendicante de Miraflores con sus rudos amigotes, continúa la tragedia nacional que se ha vuelto más grave por el costumbrismo de ciudadanos vueltos esclavos que incluso por las privaciones y los abusos. Maduro ha afinado la fórmula de Chávez para perpetuar la impunidad que no solo es un legado para todo abuso del poder que, mientras se tengan los padrinos adecuados, los crímenes cometidos y el saqueo sistemático e irrestricto no tienen ni tendrán consecuencias.  

Ya finalizando el 2018, la ironía debe aturdir a los venezolanos que se sintieron esperanzados con la sorprendente victoria Trump hace ya dos años. Recordemos que “The Donald” Trump es un businessman-marketing-celebrity, un advenedizo en lo político, empero diestro en el fiero mundo de los negocios de peso que es, precisamente, el arte las maniobras de ajedrez del pináculo corporativo, (haut business) análogas pero no idénticas a las ardides de la geopolítica. Quienes creyeron (o quisieron creer) que Trump era algo más que la insaciable egolatría que, saciado de dinero, regresaba al mismo poso, sediento de poder, creyeron en su supuesta perspicacia para preparar o  evitar emboscadas, anticipar intenciones ocultas, acciones veladas, detectar alianzas peligrosas y toda la tubería oculta de intereses, vanidades, tirrias y propósitos. Creyeron que sus destrezas podría deshacer el nudo gordiano geopolítico que han, en nuestro caso, enmarañado los chavistas por dos decenios. Ahora vemos que mientras Trump juega a la política imperial (tipo Charles V de Sacro Imperio Romano Germánico /Carlos I de España) y le puso barreras al engranaje financiero para asociarse con la aberración que es Maduro, otros proto-déspotas mundiales ven al sitiado troglodita venezolano como un lazo para hacer negocios aprovechándose de la miseria de un país desvalijado, y aprovecharse de ineptitud un árbol podrido que a pesar de todos los vaticinios aún no colapsa. Con amigos eunucos y dudosos, y enemigos oportunistas y carroñeros como los que tiene hoy Venezuela, la penetrante oscuridad no anuncia, como se dice, la pronta llegada de la luz. Vaticina más oscuridad, y por más tiempo.  





 

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