Humberto García Larralde: Tres preguntas y tres respuestas ineludibles

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, habla con el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, después de una conferencia de prensa en el palacio presidencial de Miraflores en Caracas, Venezuela, el 9 de enero de 2018. (Foto por YURI CORTEZ / AFP)

 

1. ¿Cómo se mantiene todavía en el poder alguien tan incompetente como Maduro, deslegitimado por quebrar las normas éticas, legales y morales que debía respetar, con un entorno internacional cada vez más adverso y repudiado por la inmensa mayoría de los venezolanos?

Por complicidad del alto mando militar y gracias a la seguridad de estado instrumentada desde Cuba.





Chávez desmanteló el Estado de Derecho para reemplazarlo con un Estado Patrimonial, que confunde el patrimonio público con el de la jerarquía militar y civil en el poder. Afianzó un régimen de expoliación, es decir, un arreglo orquestado con base en relaciones de fuerza derivadas de la estructura de poder para depredar la riqueza social, en desapego a criterios de racionalidad económica. Por ende, no está sujeto a normas sino a transacciones de naturaleza política que truecan obsecuencia y lealtad por el derecho a participar en tal depredación. Favorece la formación de mafias que rivalizan entre sí en el despojo de lo que consideran “cotos de caza”. Condena al país a la mayor miseria y al hambre.

Su apoyo fundamental proviene de elementos hegemónicos de la Fuerza Armada, deliberadamente corrompidos para hacer de ellos cómplices: Vladimir Padrino López, Antonio Benavides Torres, Néstor Luis Reverol, Fabio Zavarce, Gustavo González López y otros, manchados con la sangre de los jóvenes asesinados por la represión desmedida que ordenaron y de las numerosas muertes por hambre o por no conseguir medicamentos, a consecuencia de la desidia del régimen del que se benefician. Junto a altos funcionarios, exmilitares y amigotes, constituyen una nueva oligarquía que controla nodos decisorios sobre buena parte de la economía venezolana, en particular, sobre las oportunidades de extraer rentas. Cuentan con el monopolio de los medios de violencia del Estado que complementan armando a bandas paramilitares delincuentes. En complicidad de un poder judicial viciado, ejercen un terrorismo de Estado en contra de quienes protestan o realizan actividades que amenacen su control sobre la población.

Esta oligarquía se ampara en simbolismos maniqueos de la mitología revolucionaria para erigir una falsa realidad que culpa a otros de sus desmanes y legitima su depredación, en nombre de un “socialismo del siglo XXI”. Su régimen es populista, pero teniendo en cuenta su militarización y afición por la violencia, un término más preciso es neofascista. Un locus de decisión muy importante reside en quienes están al mando del Estado cubano, con gran experiencia en materia represiva, quienes controlan a Maduro. La aquiescencia de la oligarquía con éstos, como con acreedores chinos y rusos, es traición a la patria, pues es a expensas del saqueo de recursos del subsuelo y de renunciar a reclamos territoriales.

2. ¿Cómo un país, otrora entre los más prósperos de la región y ejemplo de democracia en América Latina, pudo llegar a esto?

Chávez capitalizó la naturaleza populista, clientelar, de la democracia venezolana para arribar al poder.

El ingreso petrolero y el sesgo ideológico-político de quienes forjaron el régimen democrático devino en una economía y una sociedad tutelada por el Estado. El manejo de la renta petrolera enraizó un contrato social mediante el cual las mayorías apoyaban al gobierno a cambio de que mejorara en forma palpable sus condiciones de vida. Un modelo proteccionista orientado al mercado interno, con una moneda fuerte para importar insumos y equipos, rentabilizó la inversión privada, generando crecimiento y empleo, sujeto a que la renta siguiese aumentando. Cuando la crisis de este modelo impidió al gobierno cumplir con su parte del contrato, los que tenían poder de negociación con el Estado pudieron defenderse, pero muchos quedaron excluidos. En un país imbuido en el culto al héroe –Bolívar– fueron presa fácil de alardes mesiánicas prometiendo cumplir. La renta fomentaba la ilusión de que, con voluntad, ello era posible, pero la partidocracia y la corrupción se interponían al disfrute de un mayor bienestar que, por derecho, le correspondía a cada uno. Tal demagogia encontró caldo de cultivo en la carencia de cultura ciudadana, en la cual los derechos no dependen del cumplimiento de los deberes, la tradición clientelar y porque primaba una cultura política de izquierda, estatista, donde nadie reivindicaba ser de derecha.

Los intentos de cambiar el modelo con CAP fueron incomprendidos. Sus costos iniciales, el malestar por el despelote del liderazgo político tradicional y la crisis financiera fueron capitalizados por Hugo Chávez, quien procedió a barrer con la institucionalidad democrática para acaparar de forma excluyente el poder.

3. ¿Cómo puede Venezuela superar la presente tragedia?

Cambiando de gobierno, y de modelo político y económico.

Esta verdad de Perogrullo tiene dos vertientes. El cambio de gobierno requiere de una correlación de fuerzas capaz de provocar la salida de la oligarquía depredadora. Ello implica resquebrajar sus bases de poder y fortalecer una opción democrática unida, plasmada de un proyecto alternativo libertario y de justicia capaz de entusiasmar a la población, bajo un liderazgo tenaz y consecuente. El Plan País, en sus dos versiones –La Venezuela que Viene y el Día Después—constituyen un buen comienzo. A través de su discusión entre amplios sectores de la sociedad, debe traducirse en lineamientos concretos que hagan suyos. Es necesario seguir fortaleciendo los nexos con la comunidad democrática internacional, entre ella el Grupo de Lima, para achicar las posibilidades de despojo de las mafias e impedir su disfrute. Pero sin esa gran fuerza democrática interna capaz de articularlo con otras acciones, no es suficiente.

A los militares hay que confrontarlos con la terrible tragedia de la cual son responsables por ser el sostén principal de Maduro. Los que no sean cómplices del infame crimen que se ha instalado deben pronunciarse contundentemente contra la farsa de su supuesta reelección para que las mafias entiendan que con ellos no cuentan. ¿Qué tienen que sobreponerse a la contrainteligencia cubana, poniendo en peligro su carrera, su libertad y hasta su vida?, ¡Sí! Pero ellos decidieron la carrera de las armas para defender la patria, no a la escoria que la traiciona. Que no mancillen el legado del Ejército Libertador pues, si no, ¿Qué los distingue de los asesinos fascistas que su anuencia perpetúa en el poder?

Una vez desalojados los criminales, debe instrumentarse un programa, con apoyo mayoritario, que eche las bases de una economía competitiva capaz de sostener el crecimiento con equidad. Es imprescindible un programa de estabilización con financiamiento internacional que derrote la hiperinflación y sustente un mercado cambiario único de libre concurrencia, con garantías a la propiedad y procesales para la iniciativa privada. Es menester forjar consciencia de que la defensa de conquistas laborales, de consumidores, ecológicas y de grupos vulnerables, pasa por cumplir deberes ciudadanos en resguardo de la institucionalidad democrática. La economía social de mercado debe reemplazar al PetroEstado. La renta petrolera no será manejada por los gobiernos, si no por fondos blindados en sus reglas de asignación y gasto, que la invertirán en función de objetivos consensuados: infraestructura, servicios, educación y salud, la consolidación de un sistema de seguridad social moderno y sostenible, y en otras externalidades que faciliten la transición hacia una economía competitiva con equidad.

Humberto García Larralde, economista, profesor de la UCV, [email protected]