Manuel Malaver: Guaidó y el 23 de Enero

Manuel Malaver: Guaidó y el 23 de Enero

Manuel Malaver @MMalaverM

No será sino el próximo miércoles 23 de Enero cuando el país despeje la incógnita sobre si Juan Guaidó calza o no los puntos para ser el líder que lo conduca al rescate de la democracia y la libertad.

Prueba que contiene, tanto elementos que dejen claro su capacidad de convocatoria en una fecha que es sinónimo de pueblo que se une en la calle para derrotar a una dictadura, como a su capacidad para trazar la ruta, la línea, la estrategia para continuar una batalla que no será corta, ni fácil.

En lo que se refiere a lo primero, a su capacidad de convocatoria, ya Guaidó viene, a través de la iniciativa de los “Cabildos Abiertos”, reuniendo gente, logrando el milagro de que las calles de las principales ciudades y pueblos del país vuelvan a vestirse de tricolor, a convertirse en ese ambiente, aire y tierra de hombres y mujeres en movimiento que se unen a la alegría, a la energía capaz de derrotar la inercia, la quietud y la tragedia.





Tanto Caracas, como los Teques, Maracaibo, Valencia y San Cristóbal lo han demostrado y ese Estado Vargas, juzgado tradicionalmente como un territorio chavista, pero que nos trajo la sorpresa del “Cabildo Abierto” de Caraballeda, donde una multitud recibió a un Guaidó que acababa de frustrar un intento de secuestro por parte de agentes de SEBIN ordenado por Maduro, Cabello y Jorge Rodríguez.

Fue su “bautismo de fuego” podría decirse, pues, no solo logró zafársele a los agentes que quisieron esposarlo, sino que los convenció de que era “el presidente legítimo” de los venezolanos, y por tal, obligado a liberar a todos los presos políticos mediante una Ley de Amnistía, pedir ayuda humanitaria para un país que está hecho pedazos y convocar elecciones para que los venezolanos elijan libremente un nuevo presidente según el mandato constitucional.

Y con esta oferta, logró las primeras “deserciones” que ha cristalizado dirigente opositor alguno dentro las filas del madurismo armado, pues los agentes del SEBIN, no solo lo soltaron, sino que le dejaron sus nombres y celulares para que los llamara cuando se “hiciera necesario”.

Ya se conoce que, los agentes del SEBIN fueron detenidos de regreso a sus puestos de mando, acusados de haberse prestado a una “fake new” de la oposición, de conspirar contra Maduro por instrucciones de líderes opositores y que se les dictó “privativa de libertad” para que rindan cuenta antes fiscales y jueces maduristas.

Pero el incidente viene al pelo para demostrar la fascinación que viene cursando entre Guaidó y el país después que fue electo presidente de la Asamblea Nacional el 5 de enero de pasado, pero sobre todo, desde el 11 de enero, cuando, en un “Cabildo Abierto”, celebrado en Los Palos Grandes, Caracas, anunció que había decidido asumir la presidencia “interina de la República”, puesto que Maduro no era sino un “usurpador” y le tocaba a él, a Guaidó, convocar a unas elecciones libres para que Venezuela eligiera un nuevo presidente constitucional y legítimo.

Puede afirmarse que, ese fue el día que Guaidó nació “politícamente” para el país, ya que, en cuestión de segundos, la noticia rodó por todo el territorio nacional y, como ráfaga que barre las hojas secas, fue concitando apoyos que, ya para el final de la noche, lo habían convertido en el nuevo líder de la oposición venezolana.

Lo cual, no nos indica otra señal sino que, era la decisión que desde el 6 de diciembre del 2015 se había esperado, cuando, el país le legó, mediante un voto abrumador, la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional a la oposición, y establecía el cumplimiento de un mandato que no significaba otra cosa que la disolución de los poderes que no se acogieran al espíritu y la letra de la Constiución.

Y primero que ninguno, el Poder Ejecutivo, cuyo presidente Nicolás Maduro, no solo había resultado electo en unas elecciones fraudulentas sino que, desde la primera magistratura, llevaba dos años violando los derechos humanos, asumiendo políticas dictatoriales y radicalizando el modelo socialista y populista que, en los actuales momentos, tienen a Venezuela transfigurada en una pavorosa ruina.

Por el contrario, en sentido inverso al mandato del voto popular, la AN surgida de las elecciones del 5-D del 2015, buscó, primero, la vía de la negociación para después empeñarse en una salida constiticional como el Referendo Revocatorio que, podía inferirse, Maduro no aceptaría, porque tenía una mayoría en el CNE que, en cualquier circunstancia, lo negaría.

Los finales del 2016 y comienzos del 2017 son los escenarios de tres diálogos buscados por Maduro y aceptado por una parte de la oposición que, solo muy tarde, se daría cuenta que el régimen tenía como único objetivo “ganar tiempo”, en tanto, lograba que, tras tantos intentos de diálogos fallidos, las mayorías nacionales que ya eran democráticas, resbalaran hacia una etapa de apoliticismo y esceptismo que disolvieran el mundo opositor y consolidarán la dictadura.

Se equivocaron de plano, porque, en abril del 2017, el pueblo y la oposición vuelven a la calle y durante cuatro meses tienen a la dictadura en jaque y a punto de propinarle la puntilla final.

Pero era una gesta para continuar y no para interrumpir, que es lo que logra un sector apaciguador de la oposición que acepta la oferta de Maduro para contarse en una elecciones a gobernadores y alcaldes, donde, por supuesto, un CNE intacto, el mismo de Tibisay Lucena, le procura a Maduro los votos que necesita para ganar en cuantas elecciones se le presenten, y principalmente, unas presidenciales del 20 de mayo del 2018 donde barre y lo preparan para usurpar la presidencia el 10 de enero pasado y gobernar como dictador hasta el 2025.

Es contra semejante estado de ilegalidad, inconstitucionalidad y de violación de los derechos humanos y políticos de los venezolanos que, la Asamblea Nacional, el 5 de enero pasado, nombra a Guaidó presidente del Poder Legislativo y, transfiriéndole el mandato de los electores en las parlamentarias del 6-D del 2015 y que no es otro que poner fin a la usurpación, convocar elecciones donde se elija un nuevo presidente y se restablezca en todo la Constitución que ha sido brutalmente violada en estos 20 años, pero sobre todo, después que Maduro asumió el poder, en todos sus términos y disposiciones.

Juan Guaidó es el diputado de “Voluntad Popular” que ha recibido, mayoritariamente, el voto de los diputados opositores para liderar este proceso, primero, nombrándole presidente de la AN y, después reconociéndole como presidente “interino” de la República para que convoque nuevas elecciones.

Y no dudamos que, en estos 12 días que dura su mandato, no solo viene dando los pasos necesarios, sino que ha logrado una “pegada” de efecto profundo en el ánimo popular que ya lo reconoce como el hombre que viene a sacudir y limpiar el país de tanta basura socialista, chavista y madurista.

Para comenzar, su política se aleja de cualquier ilusión dialogista que, ya se conoce, no son más que trapisondas con las que la dictadura gana tiempo y continúa destruyendo el país.

Y para continuar, está su llamado a regresar a las calles en las que se ha encontrado con un pueblo cadía más convencido que solo a través de la lucha se derrota a quienes no conocen otra forma de imponerse que las armas, ni otra manera de convencer que el terror.

El 23 de Enero próximo tendremos oportunidad de coincidir en esta nueva vía de enfrentar a los aterrorizadores y no cejar hasta que sean desalojados del último rincón de Venezuela.