Simón García: Salvar a Venezuela     

Simón García: Salvar a Venezuela     

Está en juego identificar cual es la contradicción principal que debemos superar, decidir la vía para recorrer la ruta aprobada por la AN y definir los actores indispensables para salir de una crisis que extermina al país. Decidirlo entre venezolanos porque esta es una lucha nacional.

No es la pugna convencional entre el chavismo y la oposición porque ya esa no es la contradicción principal en una Venezuela donde el gobierno es cuestionado por tirios y troyanos. El choque es entre una sociedad arruinada, al borde de hacerse fallida y un poder confiscado, contra la Constitución, por unos grupos de privilegiados sin proyecto político.





Dentro del aglomerado de crisis, cada una de las cuales es un terrible vendaval destructor de gente, la lucha por el poder es una responsabilidad de todos los venezolanos dispuestos a defender el derecho a vivir y a comer, independientemente de sus inclinaciones políticas. Defender el interés de la sociedad es deber válido y derecho para todos los partidos y para cada ciudadano. No preguntemos de donde se viene, sino hacia donde queremos ir.

Si la lucha se mantiene en sus viejos esquemas es imposible impedir que la versión del interés social encarnada por cada parte, no sea cuestionada por la otra. Ninguno de los dos bandos puede establecer una efectiva gobernabilidad. Estas dos peculiaridades imponen una disyuntiva: escoger entre el acuerdo o el enfrentamiento violento en cualquiera de sus formas indeseables: insurrección popular, golpe o invasión.

La fundación de la República de Venezuela en 1830 fue un proceso en el cual llegaron a coincidir progresivamente patriotas y realistas. Venezuela necesita y quiere un segundo encuentro histórico entre sectores con proyectos políticos contrarios para poner fin pacíficamente a un mando ilegítimo y de facto; conformar pluralmente un gobierno provisional que unifique a los venezolanos y realizar elecciones libres, justas y transparentes. Esa es la ruta de la AN.

El 5 de enero irrumpió un nuevo ciclo de cambios, en condiciones unitarias y plantando un desafío, fuerte y pacífico, al poder. La raíz de la usurpación es la sustitución del régimen democrático por un modelo comunista que se impuso desacatando la Constitución y desmantelando el Estado de Derecho. Esa vía es apuñalear a Venezuela.

La historia está clara. Guaidó no se encargó de la Presidencia de la República. A nombre del único poder legítimo pidió dos requisitos de ejecutabilidad: consentimiento inequívoco del pueblo y apoyo de la Fuerza Armada en cumplimiento de su misión constitucional. Unir legitimidad y fuerza sólo es posible luchando pacíficamente en todos los terrenos con la finalidad de restablecer el pacto común que es la  Constitución.

La constatación racional de no contar con la suma de legitimidad y fuerza primó para descartar la juramentación de Guaidó y la conformación de un gobierno provisional. Los delirios de los políticos extremistas no fueron oídos por Guaidó y los diputados de todas las fracciones de la AN, excepto la del 16 de Julio. La institución ha puesto en marcha una estrategia que hacia falta: radical, pero no extremista.

Todos debemos contribuir a que esa estrategia conduzca a una transición sin traumas. Evitar que la cabra vuelva a caer al barranco. Perseverar para derrotar al doble golpe de Maduro: el del poder de facto y el del hambre. Lograr juntos un acuerdo para salvar a Venezuela.

@garciasim