Griselda Reyes; La niñez más golpeada

 

El poeta Andrés Eloy Blanco escribió “Cuando se tiene un hijo, se tienen todos los hijos de la tierra” y es que cada vez que vemos a un pequeño desnutrido, enfermo, abandonado NO nos imaginamos a nuestros hijos en esas mismas circunstancias. Es ahí donde levanto la voz con mucha furia, porque los niños de mi tierra no tienen la culpa de que la miseria humana de quienes dirigen los destinos del país acabe con la vida y los sueños de nuestros niños.





No es justo ver a nuestros niños desnutridos muriendo en hospitales por falta de medicamentos y los padres sin poder hacer nada. Es imperdonable la desidia, la indolencia de quienes tienen la responsabilidad de cumplir con lo que por mandato exige la Constitución.

Cuando vemos en las calles a niños que cada día están más flacos, comiendo de la basura y hundidos en una profunda desesperanza. En Venezuela nuestros niños están sumergidos en la más grande de las miserias. Pero para quienes nos gobiernan, solo son estadísticas que arrojan quiénes no comparten la ideología del socialismo del siglo XXI.

Estoy recorriendo el país, y lo hago con el vidrio abajo, mirando palmo a palmo cada rincón de esta nación, aprendiéndome cada caserío, conversando con la gente y llenándome de tanta energía positiva, pero también estoy viendo la miseria de cerca, estoy palpando la muerte de nuestra infancia y la indolencia de quienes solo están buscando mantenerse en el poder para cuidar los privilegios de ellos y de sus familias.
En Sierra de Imataca, estado Delta Amacuro, allá no llega nadie, no llega lo que ellos llaman Clap, y ni les dan lo que les corresponde de presupuesto social el fulano 75%. Son nuestros niños en definitiva quienes están pagando la venganza de los verdugos que están en el poder y quienes quieren verlos destruidos.

Con dolor les informo que lo están logrando. Ni siquiera gritando pueden ser escuchados porque están tan lejos que no molestan a nadie y donde sólo llega el ejército en convoy de adoctrinamiento que logran más aún su silencio.

Parte el alma, arruga la garganta y se tiene que tragar grueso, pero algo tenemos que hacer, y este es el comienzo, nos vamos a convertir en las voces de esos venezolanos, nos vamos a convertir en fieras defensoras de esos niños que hoy no saben por qué tienen que sobrevivir y no vivir. Señores lectores, no puedo con letra describir la miseria que vieron mis ojos, no puedo llevarlo más que al imaginario de la indignación que siento cada vez que veo a algún político de uno o de otro lado tratando de tener un puesto solo con el fin de lograr su bienestar personal, hay un país que está abandonado en la pobreza más extrema, hay un país olvidado por allá donde el viento suele regresarse y que nos traen los llantos mudos de las madres que tienen que engañar a sus hijos para no perder la esperanza y poder dormir con el ánimo de despertar y seguir viviendo.

No puedo más que sentir indignación, pero esta indignación la voy a convertir en coraje para alzar la voz por ellos, esta indignación la voy a convertir en fuerza para dar la batalla y exigir que nuestros hermanos ya no sean los más olvidados, por el solo hecho de vivir tan lejos de la capital y su bullicio, es ahora que haremos escándalo, pero mucho escándalo para que levanten la mirada los que hoy ostentan el poder y se dignen mirar que hay un país que está abandonado y sin dolientes.

Señoras y señores, no sé si lograré levantar las fibras de sus sentimientos, aunque no debería ser mi principal objetivo, por el contrario, esta indignación la voy a convertir en acción y así lograr la atención para con mi gente de Delta Amacuro, a mi gente de Palital y a mi gente de esos rincones del país a los que ya nadie les importa porque son poquitos votos y no representan mayor interés estadístico, ni electoral