¡Vamos, Venezuela!, por @ArmandoMartini

¡Vamos, Venezuela!, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Ésta es la semana, nuevamente, el espíritu del 23 de enero de 1958 invade a la ciudadanía. Fecha de gloria popular en la cual, hace 61 años, los ciudadanos culminaron, respaldados por militares, un largo tiempo de rechazo a una dictadura constructora de obras, pero destructora de la venezolanidad, derechos humanos y democracia. Ahora nos toca volver a hacerlo frente un régimen tiránico, represor, encarcelador y torturador, no sólo de políticos opositores, sino a cualquiera que lo adverse o contraríe.

Quienes comparan los sucesos Carmona y su juramento anómalo e impreciso, solo cuentan historia reciente. ¿Que fue una metida de pata? Si, enorme. Hoy es diferente y no reflexionar los reclamos urgentes de juramentación, hace daño y perjudica a la República. Concurren factores poderosos en lo interno e internacional que exigen el acto protocolar de imposición y simbología que acompaña la asunción presidencial. No se trata del llamado a una oposición valiente y con pensamiento moderno, sino a reconquistar las calles y no fallarle al pueblo, víctima del desastre castrista.

El 23 de enero de 1958 cayó la dictadura, en 2019 se desplomará el castrismo venezolano. El pueblo marcó el rumbo democrático y el 23 la hazaña será de formidable fuerza ciudadana, principal aliado para decirle adiós a la ignominia que agobia. Unidad de coraje, coherencia y valentía, han creado un movimiento que refrenda el triunfo, para que de manera pacífica se entregue y enfrente la justicia.





Venezuela suministró una oportunidad a Chávez y, a Maduro por su petición, perturbados porque se moría, aunque sus ministros y el régimen ejecutor de La Habana lo negaran. Profesionales de la mentira, manipuladores de oficio y entusiastas del embuste, dieron conformidad al heredero de arreglar las cosas. Circunstancia nacida de lo último que se pierde, la esperanza, malgastada por una mezcla de fascinación ideológica e ineptitud gubernamental. Veinte años después el resultado es hambre, miseria, desesperación y huida en un país destruido cuya fe ha sido burlada y estafada.

Este 23 de enero de 2019 los ciudadanos de bien tienen un encuentro con la historia. Podemos estar presentes en la calle reclamando libertad y democracia u observarla en la tranquilidad del hogar; es una decisión personalísima, comprometer su voluntad de poner fin a la vergüenza del peor Gobierno imaginable y marcar el nuevo camino hacia la recuperación de la dignidad, orgullo, libertad y soberanía que, con su ejemplo, nos enseñaron a sentir y defender nuestros libertadores.

Será fecha auténtica, una revalidación de las banderas para la Venezuela libre y democrática, defensora, ejecutora de los deberes y derechos constitucionales de un pueblo que supo insurgir desde la oscuridad viscosa de las tiranías y caudillos, con la cabeza en alto y la mirada puesta en Dios, la patria soberana y el compromiso ciudadano de quitarnos el yugo de los opresores y humillación del fracaso, levantando las manos hacia el cielo de la grandeza ganada con la iniciativa, coraje y talento de la ciudadanía. La democracia se sustenta en la conducta recta y conciencia ética. Hay que recuperarla.

En 1958 Venezuela sumida en la represión de la dictadura tuvo su fin y un nuevo comienzo. Este 2019, retorna la esperanza, se percibe, está en el ambiente. Son muchas las posibles explicaciones; la severa e inclemente crisis en todo aspecto y nivel, política, ética, moral, económica, social y militar, se perdió el respeto, la venezolanidad perdió vigencia, la palabra empeñada no se honra, se traspapelaron los buenos tratos. Es un día para que los ciudadanos volvamos a tomar el mando y la responsabilidad de nuestro país, espléndido compromiso de ser venezolanos y, por ello, ejemplo del mundo, como lo fue nuestra democracia y empeño antes de ser vilmente engañados. Pregonemos con inmenso coraje la recuperación del poderío moral.

¡Vamos, Venezuela!, es la exclamación de alegría por la obligación, grito firme a pleno pulmón de fe democrática, de origen profundo de un pueblo con pensamiento joven que da oportunidades y jamás rehúye las propias. ¡Vamos, Venezuela!, las calles de la patria nos esperan este miércoles 23 de enero para llenarse con la convicción y gloria de ser nuevamente dueños de nuestro destino, que arrebataremos de las garras pestilentes de quienes pretenden conservar el poder con fraudes e ilegitimidades.

Más que una concentración para ver y dejarse ver, saludar amigos y hacer ejercicio, debe ser un día de júbilo, compromiso para celebrar la caída del tirano y aplaudir la proclamación de un nuevo Presidente. Es lo que el país reclama, exige, y el mundo requiere. No podemos defraudar -otra vez- a los venezolanos y medio mundo, que nos observa y respalda. Sería una insensatez imperdonable de consecuencias impredecibles.

¡Vamos Venezuela! grita más del 80% de la población. No renunciemos jamás al derecho ciudadano de rebelarnos y protestar por nuestros derechos cívicos.

La crisis se superará en un escenario duro, de coraje y coherente. Absurdo caer en contextos fracasados y suicidas, como el dialogo y la cohabitación. Han quedado al descubierto los infiltrados opositores, máscaras y antifaces han sucumbido. La realidad se impone y el régimen está débil, no como lo pregona un necio desvergonzado pero influyente cooperante, que recomienda tiempo y convivencia. No será fácil el camino, muchos obstáculos encontraremos, y sobre todo, evitar caer en el abismo, sería mortal.

La ciudadanía demostrará la fuerza enorme ante la represión, corrupción, abusos y desmanes, se volcará a las calles evidenciando el espíritu democrático que nos caracteriza. Sin duda, el glorioso pueblo, hijo del Libertador Simón Bolívar, merece reconocimiento, por su compromiso con la democracia y aporte reiterado a la libertad colectiva. La energía del 23 de enero continua vigente. La unidad y solidaridad que se logró entonces está presente, y, lo más importante, cuenta con institucionalidad.

@ArmandoMartini