China y Rusia, son el punto de quiebre, por Gustavo Curiel

Gustavo Curiel @guscuriel

 

El 23 de enero es la cita, el gran encuentro del pueblo con el destino que definirá el futuro de Venezuela como República, esto lo saben muy bien el gobierno y la oposición, ya no se trata de medir fuerzas (todas luces desde hace mucho tiempo se inclinan a favor de un cambio en la conducción del país) sino del compromiso de apoyar la Constitución y a la Asamblea Nacional como único organismo legitimo capaz de iniciar tan ansiada y anhelada transición hacia la democracia.

Los ojos de los ciudadanos del mundo estarán puestos en Venezuela, en el desarrollo de los acontecimientos, pero sobre todo, y más importante aún, será el de sus cancillerías. Es la hora de diplomacia definitiva, esa que para algunos todavía ven con escepticismo, pero que a partir del 23 de enero tendrá su momento estelar y protagónico.





En las cancillerías de los países que conforman la Unión Europea y América ya se encuentran preparadas las salas situacionales, escenarios previstos y decisiones a tomar, enfocadas a tener contacto directo con las cancillerías de China y Rusia, miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, con poder de veto, aliados estratégicos del gobierno de Venezuela y actores decisivos para persuadir a Maduro de abandonar el poder e iniciar el proceso negociación hacia la transición política de manera constitucional, pacífica y democrática.

Para ser realidad esta hipótesis debe darse la coexistencia de una masiva participación del pueblo el 23 de enero en todos los rincones del país, de manera no violenta y sobre todo, la tan ambicionada unidad de criterios de los líderes de la oposición, de esta manera quedará clara la necesidad inmediata e irreversible de cambio de toda la población apaleada inmisericordemente por la situación económica y social, donde el 94% de los hogares consideran que los ingresos que reciben son insuficientes para sobrevivir.

Tanto China como Rusia saben que sus intereses geopolíticos y económicos están en efectivo riesgo si no participan, y son influyentes en cambio político de Venezuela.

El gigante asiático basa su diplomacia en la influencia financiera, de allí que la inversión que realiza china no es ideológica. Es pragmática y económica, partiendo de ese patrón, China se encuentra en un dilema; seguir apoyando un gobierno inepto, corrupto e incapaz de generar desarrollo económico o proteger sus inversiones y asegurar el pago de los préstamos otorgados al Gobierno venezolano bajo otra realidad política.

China agotó su paciencia y expone su preocupación al haber cesado abruptamente desde el año 2017 la concesión de préstamos a Venezuela. Se estima que la deuda asciende a 65 mil millones de dólares, los cuales son sufragados enviando 500 mil barriles diarios de petróleo, sin recibir pago alguno en efectivo.

El único respaldo y esperanza que tenía China era que el Gobierno venezolano realizara cambios drásticos en su política económica antes de que PDVSA ingrese en pérdidas, pero Maduro ha sido renuente a las advertencias realizadas, incluso por economistas chinos.

Por su parte, el mayor de los intereses de Rusia es el político estratégico, de allí de ser el más importante suplidor de armas y equipos militares a Venezuela.

La empresa petrolera Rosneft ha impulsado un acuerdo de inversión cercano a los 20 mil millones de dólares en proyectos ubicados en la faja del Orinoco.

Rusia no tiene la capacidad para apoyar a Venezuela económicamente. Lo que significa que, en realidad, Rusia carece de mayores alicientes para interponerse de forma decidida en la crisis venezolana. Solo queda que el Kremlin apoye moralmente a Maduro “hasta el final”.
Lo que Rusia aspiraría sería ante un nuevo gobierno mantener los contratos existentes en materia petrolera, tal como ha pasado con los nuevos gobiernos de Argentina y Brasil.