Fastos y nefastos | Comienza el final, Por José Luis Farías

Fastos y nefastos | Comienza el final, Por José Luis Farías

José Luis Farías @FariasJoseLuis

La decisión unitaria de elegir al diputado Juan Gerardo Guaidó, el 5 de enero, como presidente de la Asamblea Nacional para el periodo 2019 fue el primer mensaje alentador de la dirección política opositora para los venezolanos agobiados por la crisis. La Unidad como base para el diseño de una estrategia política era (y sigue siendo) una exigencia general de toda la sociedad venezolana para salir de la tragedia en la cual nos ha sumido el Pranato que tiraniza la nación.

Sin embargo, el déspota hizo caso omiso de esa potente señal unitaria que anunciaba el comienzo de un reencuentro clave de la fuerza opositora para la relanzar la lucha contra la dictadura y procedió a juramentarse el 10 de enero en acto de arrogancia como si nada extraordinario fuera a ocurrir. Craso error. Alcanzar esa decisión de unidad no fue fácil y representó acordarse en respetar el acuerdo de rotación en la presidencia de la AN suscrito en 2015 y en avanzar en la definición de una ruta (cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones limpias) para enfrentar el afán de perpetuidad del clan delictivo en el poder.

La definición de la ruta se tradujo en un plan de acción cuya primera manifestación fue la respuesta inmediata por parte del nuevo presidente de la Asamblea Nacional, acompañado por los miembros de la directiva, jefes de fracción del cuerpo legislativo y otros diputados. En la cual, Juan Guaidó, un diputado escasamente conocido y de poca o ninguna capacitada oratoria pero de sencillez en su hablar, tuvo el coraje y la audacia de retar al tirano denunciándolo como usurpador, un término que horrorizaba a algunos de los factores que lo acompañaban ese día y quienes se negaban rotundamente a emplearlo bajo la excusa de que llamarlo de ese modo entorpecería una posible negociación con la cual soñaban alimentada por el nefasto Rodríguez Zapatero. Declarado Maduro como usurpador de la presidencia de la república, vino entonces un segundo paso clave para ir al encuentro franco y directo con los ciudadanos, la convocatoria a un “Cabildo abierto” para el día siguiente frente a la sede de la ONU ubicada en el este de Caracas donde se explicaría la ruta trazada.





Para sorpresa de muchos ante el llamado, que en un primer momento sonó improvisado, la concurrencia el día 11 de enero fue respetable dada la situación de desesperanza que se había apoderado de la población desde el fin de las masivas jornadas de protesta del año 2017. Al sitio acudimos entre dos y tres mil personas que para la débil convocatoria y el ambiente de incertidumbre dominante representaba un verdadero éxito. Pero si la asistencia fue significativa y motivante, más lo fue el discurso dado por el presidente Juan Guaidó aquel mediodía. Quien ante la presión de sectores radicales que habían acudido con la clara intención de presionarlo para que se declarara públicamente como el presidente de la república en aplicación del artículo 233 de la Constitución Nacional para satisfacer las aspiraciones del plan radical, Guaidó resultó toda una revelación de gran habilidad política. Manifestó con parquedad y sencillez que él estaba dispuesto a asumir esa responsabilidad siempre y cuando los ciudadanos, los factores políticos y sociales, y la Fuerza Armada Nacional (sin el apellido bolivariana) lo acompañaran en alcanzar el primer objetivo de la ruta trazada que era el cese a la usurpación y para lo cual los convocaba a una gran manifestación para el día 23 de enero de singular significación para la historia democrática de Venezuela.

Por si esto fuera poco, Luis Almagro, secretario general de la OEA, conectó en positivo y rápidamente con el discurso de Guaidó y las naciones democráticas de América y el mundo se fueron sumando en ese apoyo y reconocimiento. Dando fuerza poderosa de legitimidad internacional al liderazgo de Guaidó y a la Asamblea Nacional. El Grupo de Lima produjo un valioso comunicado con un numeral polémico relacionado con el tema del conflicto de Venezuela con Guayana sobre el Esequibo del cual trató de aprovecharse el régimen sin aliento suficiente para revertir el proceso del ascenso opositor en su contra.

Al día siguiente, domingo 13 de enero, la osadía de Guaidó continuó al convocar a un nuevo “Cabildo abierto” en el pueblo de Caraballeda del estado Vargas, corazón del circuito electoral por donde él había sido electo diputado a la Asamblea Nacional el 6 de diciembre de 2015. Surgiría entonces un nuevo incidente que potenciaría aún más la atención que ya la gente había comenzado a poner en el diputado guaireño. Una comisión del SEBIN, policía política del régimen, lo interceptó en plena autopista Caracas-La Guaira cuando Guaidó se desplazaba para cumplir con su compromiso. La noticia voló por las redes sociales despertando un inmenso repudio y una gran solidaridad nacional e internacional para que luego del forcejeo llegara una contraorden de dejarlo en libertad. La explicación oficial de boca de Jorge Rodríguez fue risible y estallaron las especulaciones sobre las contradicciones internas de la pandilla gobernante. El “Cabildo abierto” de Caraballeda resultó todo un éxito en concurrencia y resonancia por el atropello contra los derechos de Guaidó y los signos de debilidad de la dictadura fueron percibidos rápidamente por la población.

El martes 15 de enero continuó la impactante ofensiva política opositora unitaria. Una serie de acuerdos fueron aprobados en la sesión de la Asamblea Nacional dejando sin aliento a la tiranía. Se formalizó el carácter de usurpador de Maduro y las consecuencias que acarrea, se aprobó la solicitud de ayuda humanitaria y, oh sorpresa, se acordó presentar una ley de Amnistía para militares y civiles que colaboraran con el fin de la dictadura. El apoyo de la población se hizo abrumador, los quejidos de quienes seguían bramando por una juramentación de Juan Guaidó como presidente de la república se debilitaron, la AN aprobó en el el Acuerdo de la declaratoria de la Usurpación de Maduro asumir como cuerpo un conjunto de atribuciones que aquellos reclamaban como exclusivas para Guaidó.

La semana entera se fue en una extensa e intensa jornada de “Cabildos abiertos” en cuantas ciudades y pueblos bañan la geografía nacional. La presencia ciudadana se tornó masiva, el ánimo se acrecentó y las expectativas en torno a la convocatoria del 23 de enero cobraron un impulso inusitado. Toda una programación sobre la marcha que ha resultado tremendamente exitosa y donde las diferencias políticas partidistas fueron pasando a mejor vida y los equivocados fueron entrando por el carril por la fuerza arrolladora de los hechos y uno que otro puesto en su lugar por el abucheo de las masas repudiando sus posturas inconsecuentes con el curso de los acontecimientos.

Y como sucediera hace sesenta y un años a propósito del 23 de enero de 1958, los sucesos cobraron un sorprendente curso dos días antes. En este caso con la aparición de un grupo de militares del componente Guardia Nacional que en la madrugada del lunes en un extraño y sorprendente periplo iniciado en la parroquia Maracao, pasó por Petare y cerró en Cotiza despertando al país con un llamado a acompañarlos en un proceso insurreccional que despertó suspicacias diversas sin que ninguna de ellas pudiera negar que el alzamiento es fiel reflejo de la profunda crisis que vive el país, cualquiera haya sido el verdadero móvil del suceso. La reacción de la dictadura ha sido de una enorme debilidad. Se ha limitado, por ahora, a un anuncio de la sala constitucional remachando el desacato de la Asamblea Nacional y blandiendo la amenaza de la llamada justicia revolucionaria contra diputados y dirigentes políticos.

La cautela de la clase media del este de Caracas frente al hecho tuvo su contrapartida en los llamados sectores populares del suroeste de Caracas. Las calles de las barriadas de Cotiza y San Bernardino se alzaron casi de inmediato ese mismo lunes 21 de enero con cacerolazo y barricadas. Y en horas de la tarde el tumulto de la protesta popular se extendió a las inmensas barriadas populares de Catia, Petare, El Valle, Antímano, La Vega, La Pastora, Los Mecedores, 23 de Enero, etc. La tarde noche del martes 22 ha vuelto la gente a la calle con una progresiva extensión hacia algunos sectores clase media de Caracas pero también hacia ciudades como Maracay, Cumaná, Maracaibo y muchas otras.

Los acontecimientos han creado un gran clima de tensión sobre el país para este 23 de enero ante un gobierno sin respuesta atrapado en sus contradicciones. Presagian un desenlace. En donde el Pranato no luce triunfador. Las aguas de la Fuerza Armada Nacional están agitadas. Adentro domina un sentimiento anti dictadura que debe alcanzar organicidad para dar un paso al lado de los ciudadanos y en defensa de sus derechos y de la Constitución. Vivimos horas cruciales. La dirigencia debe mantenerse unida y quienes se resisten a ella deben reflexionar y sumarse. Este 22 de enero la Asamblea Nacional dio un par de algunos pasos decisivos: pospuso sabiamente la discusión de la Ley de Transición, aprobó la Ley de Amnistía en primera discusión y designó a un excelente y respetado político, Gustavo Tarre Briceño, como representante de Venezuela ante la OEA. Un guiño que deberían ver con buenos ojos en el mundo radical. No es poca cosa. Quienes aún siguen fuera de la Unidad favorecen a la dictadura. Y como dice la consigna que circula en las redes: “El 23 salimos y el 24 seguimos”. Porque si empujamos el fin está próximo.