Entre el dolor y el camino inexorable, por Juan Carlos Rubio Vizcarrondo

Entre el dolor y el camino inexorable, por Juan Carlos Rubio Vizcarrondo

 

Sí, Venezuela. Sí. Simplemente sí estamos en el sendero irreversible hacia la liberación nacional. Por ello, estamos cargados de expectativa, por la avalancha de acontecimientos diarios; esperanza, porque por fin visualizamos la conclusión de la tragedia; y ansiedad, pues nos da pánico ver a la luz disiparse y permanecer en las tinieblas de la tiranía. Ahora bien, dicho eso, quiero ser tajante y claro con mis conciudadanos: el camino que se ha emprendido hacia la libertad es irreversible.





Por Juan Carlos Rubio Vizcarrondo / @jrvizca

La cosa es que este camino, y debemos estar conscientes de ello, involucra menor o mayor dolor dependiendo de las circunstancias. En este periodo tumultuoso en que la transición coexiste con la usurpación, vivimos con la sensación dulce amarga de saber, por una parte, que nuestro país está pasando por un proceso inédito que conjuga a la Presidencia interina, al pueblo venezolano y a la Comunidad Internacional; y, por otra, que el régimen de facto sigue atrincherado y su presencia se traduce en más hambre, miseria y muerte.

En vista de las referidas realidades es que estos tiempos exigen de nosotros una sindéresis aprueba de todo. Debemos saber racionalizar las cosas y buscar juzgarlas de manera pormenorizada. Por tal razón, debemos tener la disposición suficiente para comprender y desgranar un contexto político-social extremadamente complicado. Sé que no es fácil decirlo, pero estas horas aciagas no pueden vernos flaquear en nuestras convicciones. Debemos permanecer dentro de nuestros cabales… aun en el medio del caos y la desinformación.

Por mi parte, como ciudadano, aprovecho para compartir con los lectores una serie de planteamientos que me han permitido sobrellevar con consciencia la situación que estamos viviendo:
1. No podemos descontar jamás el elemento humano en la tragedia venezolana. En tal sentido, siempre debemos presionar por la consecución de los objetivos y nunca trivializar al dolor de nuestro pueblo, incluso cuando veamos que la ruta libertaria está en franco progreso.
2. La desesperación y el arrebato iracundo no pueden ser los amos de la estrategia que se está llevando hacia adelante para nuestro caso. Si nos dejamos secuestrar por nuestras emociones, el enemigo derrotará a nuestro espíritu con sus herramientas propagandísticas y la fuerza de la intimidación.

3. No subestimemos ni sobrestimemos a los políticos venezolanos en cuanto a su alcance y poder. Con esto quiere decirse que la salvación de Venezuela no está sujeta a planteamientos egoístas de cogollos o determinados grupos de interés nacionales. Acá el tablero estratégico creció y el destino del país se está decidiendo a partir de una planificación que involucra tanto a los actores nacionales como los internacionales.

4. No asemejemos el camino que en la actualidad se ha embarcado con los fracasos del pasado. Nunca podemos olvidar que las circunstancias que a la fecha se han alineado en favor de nuestra libertad son únicas y, por ende, darán lugar a hechos únicos.

5. Debemos admitir que habrán tanto cosas que nos gustarán como que nos disgustarán del Gobierno de Transición. Por ejemplo, puede estarse en desacuerdo con reunirse con ex chavistas y puede estarse de acuerdo con la exposición del Plan País en Fedecamaras. Seamos críticos, pero no fatalistas.

6. El camino definitivo hacia adelante no será definido por el Gobierno de Transición. La nueva Venezuela será inaugurada oficialmente a través del sendero que los venezolanos elijamos a través del sufragio popular. Ahí es que realmente podremos resolver las diferencias que todavía queden de la fase de transición.

Para concluir, quiero pedirles a mis compatriotas que no nos atrevamos a dudar que el final está cerca. Como se dijo anteriormente, la conclusión a esta tragedia de veinte años viene porque viene y la única diferencia estará en la cuantía de nuestros dolores y nuestros sacrificios. Estoy consciente de que nosotros no nos merecemos las penurias que hemos vivido y que todavía nos faltan por vivir, pero sepamos que de ellas surgirá un pueblo que más nunca se dejará manipular, una nación que denunciará para siempre a los caudillos militaristas y, por último, una democracia que definirá nuestro futuro y que jamás olvidará nuestro pasado.