Manuel Malaver: Guaidó y el reto de imponerle a Maduro el ingreso de la ayuda humanitaria

Manuel Malaver: Guaidó y el reto de imponerle a Maduro el ingreso de la ayuda humanitaria

Manuel Malaver @MMalaverM

Nada puede resultarme más grato que manifestar mi satisfacción por la rapidez, eficiencia y certitud con que la oposición democrática representada en la AN decidió pasar a la ofensiva de la crisis nacional, y el 5 de enero nombró a Juan Guiadó presidente del Poder Legislativo, dándole “luz verde” para que, el 23 de ese mismo mes se juramentara, ante una gigantesca manifestación popular, como Presidente Encargado de la República.

Sin duda, el “turn of point” más espectacular, sorpresivo y dramático de la política venezolana de las últimas seis décadas y que cambió, en segundos, un ambiente psicosocial depresivo al cual, por lo menos, durante el último año, no se le veía punto de quiebre.
Pero el “Efecto Guaidó” trajo la esperanza, y algo más que la esperanza, la certeza de que si el liderazgo opositor se orientaba a revalidar el poder que había logrado en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre del 2015, entonces, Venezuela, no tendría un presidente sino dos, un gobierno sino dos, lo cual era dar con la clave para empezar a ponerle fin a una crisis que parecía irresoluble.

Y en esta confrontación -que no ha sido única en la historia de Venezuela, ni de otros países-, entre los poderes Legislativo y Ejecutivo, las de ganar las tiene el primero, ya que Juan Guaidó es Presidente de una Asamblea Nacional elegida por el pueblo que le transfirió la facultad de ser el Presidente Encargado hasta que se realicen unas elecciones libres que designen al nuevo presidente constitucional, en tanto que Maduro “sobrevino” de unas elecciones fraudulentas no reconocidas por el pueblo venezolano, ni la mayoría de países que integran la comunidad internacional, que, simplemente, pasaron a considerarlo como un usurpador de la Primera Magistratura de la República.





Cuán acertado fue el rumbo que la oposición democrática le impuso el 5 de enero pasado a la crisis con la elección de Guaidó, primero, como Presidente de la AN, y después como Presidente Encargado de la República, se vio en el respaldo que, en cuestión de segundos, concitó en las mayorías nacionales, en cómo empezó a movilizarlas para convertirlas en el gran ejército de los libres contra los usurpadores, y en, cómo la mayoría de países de América y Europa empezaron a reconocer a Guaidó y a su gobierno como las autoridades constitucionales y legítimas del país.

Y que han pasado a embestir contra un Maduro que, no solo se niega a renunciar, sino que sostiene su poder ilegal con el respaldo las movilizaciones que a lo largo y ancho del país se realizan a favor de la oposición.

En otras palabras que, el enfrentamiento entre los dos gobiernos es también la lucha entre un poder civil desarmado que busca imponerse por la autoridad de la ley, y un grupo de civiles y militares fuera de ley que intentan continuar gobernando al margen de la Constitución y por el solo imperio del fusil y las balas.

Quiere decir que, el próximo paso de la república civil, desarmada, constitucional, mayoritaria y democrática es “desarmar” a la
Objetivo que, para el gobierno del presidente Juan Guiadó sería más fácil alcanzar si lograra una división dentro de la FAN, y el resto de cuerpos armados que apoyan a Maduro, ya que esta situación permitiría que la resistencia de los “fuera de ley” resultara vencida en poco tiempo, y no le infligiría más daño a Venezuela y a sus ciudadanos.

Pero si no se logra una división en la FAN y los cuerpos armados de civiles y paramilitares que apoyan a Maduro, es evidente, que los países y gobiernos aliados de la oposición democrática que se le han unido desde el exterior, deben prestarle el concurso de sus fuerzas armadas para que en una operación de presencia militar en el país ayuden a los venezolanos a poner el fin a la peor catástrofe de su historia.

Debe admitirse como irremediable que, cualquiera sea el carácter y la circunstancia de lo que podría confundirse con una “invasión” u “ocupación” militar extranjera, generaría rechazo de algunos países, gobiernos, instituciones y personalidades extranjeras que pasarían a oponérsele con el argumento de la “defensa de la soberanía nacional”, pero habría que recordarles que, ya Venezuela es un país “invadido” y “ocupado” por fuerzas militares cubanas que, en su trabajo habitual de succionar las riquezas de países extranjeros aliados mediante argucias como la prestación de servicios de cualquier orden (militares, médicos, de educación, deportivos, etc) devienen en los auténticos dueños de territorios que no pueden calificarse sino de colonias.

Y que en su empeño de “ayudar” a los nativos a establecer a sangre y fuego el modelo socialista totalitario y estatólatra, promueven catástrofes humanitarias al arrasar con la economía, las instituciones, la cultura y la sociabilidad en los países.

Son auténticos apocalipsis sustentados, además, en el poder de una violencia implacable y sin corrección nacional posible, que,
Venezuela sufre hoy una crisis humanitaria producto de la destrucción de su economía y de las políticas del neototalitarismo para
Y necesita el aporte de una coalición de países democráticos como la que ya constituyen Estados Unidos, Colombia, Brasil, que se unan al gobierno de Juan Guaidó y de conjunto ingresen al país ayuda humanitaria que sea el fin de las calamidades del pueblo y sobre todo de una que se llama Nicolás Maduro.

Por eso es urgente que se convierta en realidad, que se haga efectiva, que no pueda ser impedida y obstaculizada por Maduro y sus pandilleros y Venezuela vuelva a ver la luz de la libertad, el bienestar, la democracia y el progreso.