Bolívar, elevado al altar revolucionario chavista

Bolívar, elevado al altar revolucionario chavista

Nicolás Maduro saluda a un niño caracterizado como Simón Bolívar, en Ciudad Bolívar. AFP

 

 

“Simón Bolívar fue… Fue, fue, hay que insistir con ese tiempo verbal”. El historiador Elías Pino Iturrieta, miembro de la Academia de la Historia y uno de los analistas más ilustrados del pasado y presente venezolanos, advierte al reportero antes de definir para El Mundo quién fue “una figura muy importante de la independencia, que tuvo éxitos militares importantes y avanzó hasta Ayacucho en una campaña imparable”.





Un símbolo usado hasta la extenuación por el chavismo, en un culto semirreligioso que le empareja con Hugo Chávez en el altar de la revolución. El comandante del golpe del 4-F usó sin sonrojo a Bolívar para dividir al país entre patriotas y traidores. El lirismo oficialista compitió incluso en las denominaciones de ambos: libertador y padre de la patria grande para el primero; comandante supremo, mesías de los pobres y gigante de América, para el segundo. La hipérbole chavista tampoco se ha olvidado de Nicolás Maduro: hijo de Chávez, presidente del pueblo y conductor de victorias, término elegido por su pasado como conductor del Metro de Caracas.

Autor de ‘El Divino Bolívar’ y de múltiples trabajos sobre la emancipación, Pino Iturrieta ha escudriñado sus batallas militares y políticas antes de concluir que Bolívar, quien hoy aparece en todas las sopas del país, es el “padre fundador de un mapa de repúblicas que cambió la Historia de la humanidad”.

Simón Bolívar, militar y político caraqueño, fue decisivo en la independencia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá. Y aunque parezca mentira, murió en la ciudad colombiana de Santa Marta en 1830, pese a que la revolución bolivariana se empeñe en mantenerle vivo a toda costa. Maduro le recuerda todos los días, como el viernes pasado: “Nuestro pueblo nunca se rindió, siempre encontró el camino para reivindicar a Bolívar”. El jefe del Estado no ha querido escuchar los consejos de su amigo el ex presidente brasileño Lula da Silva, quien en su día recomendó a Chávez “hablar menos de Bolívar y más de industrialización”.

En la actualidad, “hay varias formas de ‘convivir’ con Bolívar. El Bolívar oficial soporte de la revolución bolivariana que ha dejado de tener la presencia exacerbada que tenía en tiempos de Chávez, sin embargo, se mantiene como icono de la revolución. Su nueva imagen está en todas las oficinas públicas acompañado de Chávez y Maduro”, matiza la historiadora Inés Quintero, ex presidenta de la Academia de la Historia y autora de ‘El Bolívar de Marx: estudios críticos’ y de ‘La Historia al servicio del poder: Venezuela de República a Bolivariana’, donde profundiza en cómo Chávez impuso el cambio del nombre del país, rebautizado como la República Bolivariana de Venezuela.

“Sigue existiendo el ‘fervor bolivariano’ popular, herencia del culto. El Bolívar héroe, el clásico de la gesta independentista, sin defectos, que no ha sufrido mayores variaciones y que permanece al margen de la manipulación revolucionaria del chavismo”, resume Quintero las distintas realidades.

Una nueva imagen inventada por el oficialismo, que abrió la tumba del libertador para certificar la causa de su muerte porque un día Chávez, siendo soldado y haciendo guardia en la tumba, imaginó que lo habían envenenado. El ex presidente encargó la confección de un nuevo rostro digitalizado, “un Bolívar mestizo que se parece necesariamente a Chávez para asociarlo al socialismo del siglo XXI”, desvela Pino. “Esa imagen sigue despertando mucho rechazo, es el Bolívar de Chávez, no el histórico. Un invento que no tiene asidero en la realidad”, completa Quintero.

“Bolívar ha sido nuestra perpetua deuda: el hombre a caballo. Bolívar, a su alrededor, generó un culto al héroe. Mi gesta sería hoy la de José María Vargas, nuestro primer presidente civil. No quiero más gente a caballo, quiero civiles en mi país”, sentencia la escritora Karina Sainz Borgo.