Daniela Velásquez Arenas: Puerto de La Guaira, ¿un puerto ecológico?

Puerto de La Guaira. | Foto: Cortesía

 

El medio ambiente, en términos generales, suele ser definido como “todo aquello que nos rodea”, no obstante, Zaror (2000, p. 2), profundiza aún más en este concepto, definiéndolo como:

“(…) el sistema global constituido por elementos naturales y artificiales de naturaleza física, química o biológica, socioculturales y sus interacciones, en permanente modificación por la acción humana o natural, que rige y condiciona la existencia y desarrollo de la vida en sus múltiples manifestaciones.”





A partir de la definición anterior, aplicando conjuntamente las máximas de experiencia e incluso, el sentido común, resulta fácil afirmar lo siguiente: “el hombre tiene el poder para modificar, con sus actividades el medio ambiente, condicionando así su existencia a sus propias acciones”. Es por ello que, teniendo en cuenta lo antepuesto, en las últimas tres décadas la preocupación generalizada por el cuidado del ecosistema se ha incrementado significativamente.

En efecto, han surgido numerosos esfuerzos socio-políticos dirigidos a la adopción de diversos modelos de Desarrollo Sustentable que, según lo expresado por La Organización de las Naciones Unidas en el año 2008, deben satisfacer “(…) las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras”, mediante la inserción de variables ambientales en todos los procesos que impulsen el crecimiento social y económico de un país.

Por ende, en la actualidad, las administraciones y empresas de todos los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas, tienen la responsabilidad de modificar sus modelos de gestión, dando un viraje de 360 grados en dirección a la ejecución de procesos menos lesivos al medio ambiente, y que sin embargo, mantengan elevados niveles de competitividad, conservando la calidad de sus productos y satisfaciendo los requerimientos de la clientela; todo lo cual, desde luego, implica grandes retos.

Así pues, las sociedades mercantiles dedicadas al transporte marítimo no escapan de esta realidad, en efecto, según la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD por sus siglas en inglés), considera el comercio marítimo como: “La espina dorsal del comercio internacional y un motor fundamental de la globalización. En torno al 80% del comercio mundial, y más del 70% de su valor, se mueve por mar y es manipulado en puertos de todo el mundo”, por ende, es también una de las actividades económicas con mayor potencial para contaminar a escala global, convirtiéndose así en el próximo objetivo para este nuevo siglo.

En este orden de ideas, los puertos se erigen como las infraestructuras básicas que permiten la existencia del transporte marítimo, siendo no solamente necesarios, sino también imprescindibles para el desarrollo de una economía sana ya que, a través de éstos, muchos países recaudan la mayor parte de sus impuestos gubernamentales, haciendo que, en teoría, las ciudades donde se ubican sean más prósperas.

No obstante, todas las actividades portuarias representan riesgos manifiestos para el medio ambiente, en tanto generan agentes contaminantes que inciden de manera negativa en el aire, las aguas, los suelos e incluso en las especies vegetales y animales de las zonas en que se asientan y además son transportados a otros lugares del mundo. En otras palabras, los tan necesarios puertos son, en la generalidad de los casos, desestabilizadores y destructores de los ecosistemas en donde se ubican.

En función a lo anterior, la necesidad de proteger el medio ambiente fue situada sobre la palestra de la gestión portuaria a un nivel de implicación tal que los operadores portuarios han comenzado a resentir la presión, cada vez mayor, que sobre ellos se ejerce para que adecuen sus procesos a modelos sustentables en el tiempo. Tanto es así, que se pueden citar dos ejemplos claros de ello: el Puerto de Tarragona, en España, cuyo espacio está destinado y orientado al flujo de mercancía proveniente de la pesca, el comercio, y el transporte de pasajeros, así como un sitio para el desenvolvimiento de actividades deportivas y/o recreativas, recibió, en octubre del 2014, el comprobante de haber cumplido con los requisitos del Sistema de Gestión Ambiental ISO 14001; el cual ayuda a prevenir los impactos ambientales, utilizando los mecanismos necesarios para evitarlos, reducirlos o controlarlos, pero siempre en equilibrio con la racionalidad socioeconómica y apostando por la mejora continua. Esta certificación fue concedida por la Asociación Española de Normalización y Certificación (AENOR).

El Otro ejemplo, y el que quizá le llamará la atención de los lectores por su ubicación, es el puerto de Santa Marta, ubicado en la Ciudad de Santa Marta, Colombia, según lo refiere la Revista Digital de Logística en (“Puerto de Santa Marta recibe certificación ISO 14:001”, 2015) es el primer puerto de Latinoamérica seleccionado para certificarse como Eco Puerto por la entidad acreditadora a nivel mundial “Lloyd´s Register” (certificación que implica tener las mejores prácticas ambientales y los más altos estándares en calidad), además de tener una terminal de Carbón que cuenta con la certificación ISO 14:001.

Lamentablemente, Venezuela se encuentra muy lejos de tener estándares tan altos a nivel de protección ambiental, aunque poco a poco se ha ido incorporando a esta nueva tendencia en su legislación, como producto de los compromisos adquiridos con la suscripción de los diferentes Convenios Internacionales en materia de seguridad y ambiente en materia portuaria.

En este sentido, González y Trujillo (2003) mencionan que existe la necesidad de que Venezuela posea un puerto adecuado a los nuevos tiempos, que facilite la entrada y salida de una cantidad de embarcaciones muy superior a la actual. Sin embargo, a niveles prácticos, no todos los puertos pueden aumentar su capacidad de atraque y almacenamiento, por lo que dependen de una mejora sustancial de la eficiencia de las operaciones portuarias para dar respuesta al incremento del tráfico de embarcaciones, y paralelamente, a los cambios tecnológicos experimentados por el transporte marítimo.

Así las cosas, la problemática ambiental del puerto de la Guaira es multifactorial, pudiendo mencionarse, entre las de mayor relevancia, las siguientes: (a) Estructurales: Derivadas de la propia existencia del puerto, que incide negativamente en el hábitat del litoral; (b) Constructivas: Relacionadas con los efectos de dragados, obras, rellenos, acopios de materiales, derribos, etc.; (c) Operativas: Directamente vinculadas a las actividades diarias del puerto, tales como el tráfico terrestre, marítimo, labores pesqueras y obras de mantenimiento, entre otras; y finalmente; y (d) Accidentales: Debido a la potencial peligrosidad de las actividades y productos que se manipulan en el puerto.

Debe destacarse que los problemas antes mencionados se agudizan considerablemente en vista de la proximidad del puerto a núcleo urbano y, también debido a la creciente sensibilización de la opinión pública hacia los temas ambientales, cuestión ésta que exige cada vez más, y con razón, un mayor cuidado en el manejo de los factores de riesgo.

Por lo tanto, se entiende que el Puerto de La Guaira debe asumir una doble responsabilidad en la protección del medio; en efecto, por un lado, debe promover la correcta gestión ambiental en el transporte marítimo, y por otra parte está llamado a promover su propio desarrollo sostenible como centro de servicios. De aquí se deriva un importante reto para el próximo gobierno: la generación de condiciones de operatividad que no afecten el equilibrio ambiental y que además vigilen y mitiguen sus impactos en la calidad de vida de las personas asentadas en el área de influencia de la actividad portuaria.

Para ello, considero que es necesaria, además de la inversión, la creación de un plan de monitoreo y seguimiento sistemático de las actividades, que incluya la evaluación del impacto ambiental y la oportuna implementación de medidas de corrección, así como la planificación de estrategias de prevención de efectos negativos. Es evidente que aún falta trabajo por hacer para lograr que los puertos venezolanos en general, y el de La Guaira en particular, se ajusten a los nuevos requerimientos en materia ambiental; sin embargo, encaminar todos los esfuerzos para su recuperación le permitirá a nuestro país competir en el mercado internacional y estar a la par con otros puertos que ya cuentan con certificaciones en el área ambiental Supra mencionadas.

Daniela Velásquez Arenas

@dcvelasqueza