Redes de voluntarios para paliar la emergencia

Trabajadores organizan la ayuda humanitaria para Venezuela en un almacén cerca del puente transfronterizo Tienditas entre Colombia y Venezuela en Cucuta, Colombia REUTERS / Edgard Garrido

 

 

El llamamiento que hizo Juan Guaidó para involucrar a cientos de miles de personas en la llegada de ayuda humanitaria en Venezuela, prevista para el próximo sábado a través de la frontera colombiana, llega después de años de organización de redes de apoyo vecinal vinculadas a la oposición. Los miembros de esas iniciativas representan, en buena medida, a los más de 600.000 ciudadanos que, según el propio presidente de la Asamblea Nacional, se apuntaron a un proyecto bautizado como Voluntarios por Venezuela. Esta plataforma, en la que destaca la presencia de miles de profesionales del sector, se encargará de organizar jornadas médicas y asistenciales si los cargamentos de medicinas y alimentos logran entrar.





Esta multitudinaria respuesta ha cristalizado una tendencia vigente en el país desde al menos 2016: la vertiginosa proliferación de asociaciones solidarias, conciertos benéficos, comedores, sociedades médicas y observatorios de asistencia social. Una tendencia que cuenta también con el concurso de los ciudadanos de la diáspora y la empresa privada, y que toma aliento en la misma medida en que la gestión de Nicolás Maduro se derrumba, y con ella todos los programas sociales del chavismo.

Prepara Familia organiza almuerzos, adquiere mantas y equipos para padres y niños pacientes del hospital pediátrico J. M. de la Ríos. Panabús presta asistencia, ropa y ayuda médica a los indigentes de Caracas. Provea, una de las ONG más conocidas en derechos humanos, organiza las jornadas conocidas como Música por medicinas. Convite auxilia a personas necesitadas a conseguir medicamentos que escasean. Manos a la Obra Venezuela ofrece platos de comida a personas en extrema pobreza. Senos Ayuda ejerce la intermediación para buscar medicamentos y promover intervenciones clínicas solidarias a pacientes con cáncer mamario. La Iglesia ha levantado un operativo logístico de amplio espectro para alimentar de forma permanente a niños en los sectores más pobres del ámbito metropolitano.

“Los venezolanos tuvieron por mucho tiempo la posibilidad de comprender la cultura de la solidaridad y esa realidad está operando en la gente”, afirma el sociólogo Rafael Uzcátegui, director general de Provea y también organizador de unos recitales llamados Rock contra la dictadura. “Estas jornadas cuesta llevarlas adelante en espacios públicos por el ambiente de crispación que existe, por el fenómeno del hampa, pero se ha concretado en espacios digitales. Yo mismo recibí medicinas de gente que no conozco para tratar una enfermedad de mi padre”.

Roberto Patiño, joven dirigente político, ha organizado desde 2106 un voluntariado de 1.500 personas que forman parte de Alimenta La Solidaridad, un plan de comedores populares que atiende diariamente a 7.500 niños en barriadas ubicadas en la montañosa periferia de Caracas. Espacios donde el chavismo fue una realidad viva y hoy, sin empleos o con sueldos miserables, predomina el estado general de necesidad.

Patiño, junto a Alberto Kabbabe y otros activistas, son recibidos en las escarpadas y humildes veredas de Carapita y La Vega con muchísimo respeto. Los almuerzos, voluminosos caldos de pollo con mazorcas y verduras, son, con frecuencia, el único plato que se pueden llevar a la boca estas personas en un día. Si el programa no se hace un fin de semana, muchos de ellos no saben lo que comerán.

Alimenta la Solidaridad ha dado ocupación a mucha gente en estos vecindarios. Patiño tiene consolidados sus canales de donaciones —restaurantes, panaderías, industrias— y ha propuesto a los vecinos que se organicen e involucren en el programa para iniciar luego un emprendimiento personal de cocina y venta. Ha tenido tanto éxito que ha generado réplicas en Antímano y Petare, entre otras densas zonas empobrecidas.

Colapso sanitario

Marisol Rojas es voluntaria en SenosAyuda, fundada y dirigida por Bolivia Bocaranda, una institución emblema en la prevención del cáncer de mama, cuyo protagonismo social ha aumentado tras el colapso del sistema de salud. Rojas opina que el voluntariado es un hábito que debe mantenerse cuando pase la tormenta: “Organizamos charlas y preguntamos por las necesidades en vecindarios y barriadas populares acompañados por estudiantes. Trabajamos con donativos, ventas a beneficio, rifas, bazares. Desde fuera nos donan cosas. Así conseguimos prótesis, pelucas, pagamos mamografías, biopsias, que ahora están carísimas y muchos no pueden pagar; medicamentos que ahora no se consiguen en el país”.

Marisol, así como Alicia Arapé, ginecóloga, y Mercedes Hidalgo, farmaceútica, atestiguan desde Senos Ayuda el agravamiento de la salud pública y la proliferación de patologías graves. Las provisiones del Seguro Social, alguna vez relativamente fiables, hoy son inexistentes. Letrosal, Ciprofloxaxina, Carboplatino y Anastrosol son parte de los medicamentos que hoy no se consiguen para tratar el cáncer. Tampoco hay medicamentos contra la hipertensión, el párkinson, las dolencias renales. “Estamos cansadas de enviar cartas y mandar mensajes a los ministros de Maduro. Nunca nos responden”.

Comer menos de dos veces al día

Panabús es un autobús médico-asistencial que ha captado en un año 954 indigentes, guarecidos habitualmente en las riveras de el Guaire, el contaminado río que surca la ciudad de oeste a este. Si aceptan la ayuda, se les ofrece un baño, se cortan las uñas y el pelo, reciben ropa y son ayudados a procurar la reinserción. Andrea Acosta, médico, y Gabriela Zambrano, del equipo de comunicaciones, relatan que estas personas tienen una dieta irregular, donde lo común es comer menos de dos veces al día.

También a finales del 2017 nació “Voces del Desamparo” una innovadora plataforma digital en la cual periodistas de los portales Tal Cual, Runrunes, El Pitazo, en alianza con Organizaciones no Gubernamentales, ofrecen narrativas sonoras sobre las historias de la violación de determinados derechos en el contexto de crisis actual: a manifestarse, al trabajo, a la propiedad privada, a la justicia, a adquirir medicamentos oportunos, a la alimentación.

La pregunta que mucha gente se hace en Venezuela es, si con una crisis de esta magnitud, el ciudadano habrá amortizado el aprendizaje social­. “Creo que esto es muy positivo, pero todo se puede caer si no nos involucramos, si no participamos todos”, afirma Gladys Mogollón, profesora de prescolar y líder comunitaria de Creemos Alianza Ciudadana, de muy reciente data y ya con presencia en 8 estados del país. “Si esto es una moda que pasa, y no nos metemos en esto de cabeza, no vamos a poder reconstruir el país”