El dolor de los venezolanos heridos en las manifestaciones fronterizas

Un venezolano reacciona mientras se despide de un pariente, miembro de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas de Venezuela (FANB) mientras es escoltado por agentes de la policía colombiana después de desertar, cerca del puente internacional Simón Bolívar en Cúcuta, Colombia, el 23 de febrero. 2019. (Photo by Luis ROBAYO / AFP)

 

Edinson habla con esfuerzo, porque le cuesta respirar. Marcos casi pierde un ojo. A ambos los hirieron perdigones disparados este sábado por militares venezolanos cuando intentaban disolver manifestaciones que exigían dejar pasar ayuda humanitaria en la frontera de Venezuela con Colombia.

A Edinson Cisneros una munición le perforó el pecho durante los disturbios que estallaron en la ciudad venezolana de Ureña. Con un tubo en la nariz, sentado en una camilla, este manifestante mostró sus heridas: laceraciones de proyectiles de goma en el costado izquierdo del torso, un brazo y una pierna. Y una herida abierta en el abdomen.





“Tiraron gases lacrimógenos, demasiados, no aguantó la gente y perdimos fuerzas. Y cuando estábamos tratando de agarrar aire, nos llegaron y nos acribillaron”, relató a la AFP este joven de 24 años.

La marcha, integrada por cientos de personas, pretendía dirigirse al puente Francisco de Paula Santander, que comunica Ureña con la ciudad colombiana de Cúcuta, bloqueado por agentes de la militar Guardia Nacional Bolivariana (GNB).

A unos kilómetros de allí la situación se podía calcar. Marcos Blanco esperaba con el pecho descubierto en el lado colombiano del puente Simón Bolívar, principal paso entre las dos naciones y que lleva a la ciudad venezolana de San Antonio. Sus amigos intentaban convencerlo de recibir atención médica.

Tapaba su ojo derecho con un trapo cada vez menos blanco. De un pequeño orificio debajo de su ceja salían gotas de sangre. Un perdigón de la GNB lo impactó de frente cuando junto a decenas demandaba que abrieran paso a los camiones cargados con insumos básicos en Cúcuta.

“Es como si te pegaran con un bate en la cabeza”, cuenta este venezolano de 29 años que trabaja en la urbe colombiana como vendedor ambulante.

– “Mucha adrenalina” –

En ambas localidades la situación era tensa desde que salió el sol. En Ureña, los manifestantes pedían que los dejaran cruzar la frontera para ir a trabajar antes de que estallaran las bombas con gases. En Cúcuta, a la represión la antecedió el cruce de una tanqueta de la policía venezolana con tres desertores adentro que arrolló a una mujer que cruzaba el Simón Bolívar.

Mientras Edinson luchaba por no perder el conocimiento, Marcos accedía a ser atendido por auxiliares médicos. “Estaba caminando como un sonámbulo (…). Todavía estaba activo porque mi cuerpo tenía mucha adrenalina”, aseguró Edinson.

La ayuda humanitaria fue gestionada por Juan Guaidó, jefe parlamentario reconocido como presidente interino de Venezuela por medio centenar de países. El líder opositor había dicho que las medicinas y alimentos cruzarían las fronteras, “sí o sí”, este sábado.

El gobierno de Nicolás Maduro se negó de plano a aceptarla, al denunciar que se trata de una fachada que esconde el inicio de una invasión militar liderada por Estados Unidos para derrocar al mandatario socialista.

“Ellos están resistiendo, ellos no quieren que pase la comida, seguramente por órdenes”, apuntó Marcos.

– “Disparos indiscriminados” –

Sin importar de dónde vinieran los manifestantes, los militares venezolanos no dieron tregua. Luis Polanco, un comerciante informal de 28 años, sobrevivió al fuego oficial en Ureña, mientras que Steven Angarita rescató a varios de la arremetida en Cúcuta.

“Íbamos hacia la alcabala (del puente) y la Guardia Nacional (estaba) disparando indiscriminadamente”, relató Polanco. “Nos están dando tiros”, contó Angarita, con aliento agitado tras descargar a un herido en un improvisado puesto de salud.

La violencia escalaba con el pasar de las horas. En Ureña unos encapuchados asaltaron autobuses de líneas estatales y los llevaron a la calle que comunica con el puente con la idea de usarlos como arietes, pues el acceso al puesto fronterizo había sido bloqueado por un ‘murciélago’, como se conoce de manera popular a un blindado militar que despliega barreras de metal para cerrar calles.

Los jóvenes incendiaron uno de los buses y las llamas, antes de ser sofocadas por bomberos, causaron daños en una vivienda y en cables de alta tensión.

Tres parlamentarios trataron de mediar con militares en la tarde, pero fueron recibidos con gases lacrimógenos. Luis, quien sufrió una herida en un tobillo, los acompañaba: “Llegaron los diputados, empezamos a caminar y nos replegaron con perdigones, gases lacrimógenos, con todo”.

En el Simón Bolívar el diputado José Manuel Olivares fue golpeado por los mismos manifestantes cuando intentó proteger de un linchamiento a un presunto miembro de un colectivo, como se conoce a grupos armados afínes al chavismo. El supuesto colectivo, sangrando y maltrecho, fue llevado a un centro migratorio por la policía colombiana.

En Colombia los lesionados sumaban 285, de ellos 255 son venezolanos. Al Centro de Especialidades Médicas Ureña, que atendió a Edinson y Luis, ingresaron medio centenar de lesionados.

Todos los mencionados son víctimas de una grave crisis económica, con escasez de productos básicos e hiperinflación proyectada en 10.000.000% por el FMI para 2019.

También hubo disturbios en la frontera sur con Brasil, que dejaron dos muertos, según una ONG.

Ni en Ureña ni en San Antonio, donde desemboca el puente Simón Bolívar, entraron las ayudas solicitadas por Guaidó.

AFP