Juan Guaidó: Nos gustaría que la posición española contra Maduro fuera más dura

Juan Guaidó, a quien muchas naciones han reconocido como el legítimo gobernante interino del país, asiste a la reunión con empleados públicos en Caracas. REUTERS / Carlos Jasso

 

“Qué fue menor”. Un día después del regreso triunfal a Venezuela, Juan Guaidó mantiene el estado de gracia y las ganas de bromear. El presidente encargado contesta al reportero con la expresión que él mismo viralizó en las redes sociales y que se usa entre los jóvenes venezolanos, algo parecido al “qué pasa” español con buenas dosis de barrio, explica elmundo.es.

Por Daniel Lozano





Una expresión que resume una de las grandes claves de su éxito en un país cansado de políticos de toda la vida y escéptico a golpe de propaganda gubernamental. Guaidó transmite lo que es, habla directo, sin circunvalaciones pero sin insultar en el país de los gritos. Con humildad y siempre empeñado en sumar nuevos adeptos a su causa. Y con la fuerza de la pasión, la misma que el lunes le encaramó sobre el capó de un vehículo o que le hizo escalar con agilidad a varios metros de altura por el andamiaje del escenario de su mitin, en evidente contraste con el pesado paso marcial que Nicolás Maduro impone en los trotes junto a su generalato.

El factor personal sorpresa se ha sumado a la fórmula unión, presión popular y apoyo internacional, que han traído hasta aquí al líder opositor cuando se cumplen dos meses exactos de su acceso a la presidencia del Parlamento, el mismo día que el chavismo intentaba celebrar el sexto aniversario de la “siembra” de Hugo Chávez, fallecido en 2013 víctima de un cáncer.

Una fórmula que sorprendió al país y también al mundo y que le ha llevado a unas cotas de reconocimiento impensables hace 60 días. De celebrarse hoy unas elecciones presidenciales, el “desconocido” Guaidó barrería al todopoderoso Maduro del escenario político: 77% contra 23%, según Datanálisis.

Juan Guaidó. Foto: Vladimir Marcano

 

Un día después, ¿ha vuelto a recuperar la iniciativa pese al traspiés del 23-F y tras el éxito de ayer?

Sin duda, pero considero que nunca hemos perdido la ofensiva en esta etapa. Esta estrategia ha sido determinante para construir capacidades y aglutinar a todos los sectores de la sociedad venezolana. Creo que ya no sólo es un tema de políticos, sino de la sociedad, de los estudiantes, de los gremios, de los sindicatos, de la Iglesia Católica y de todos los que quieren un cambio en Venezuela, incluso desde el chavismo disidente. Hasta mantuvimos reuniones con los ex ministros (de Chávez).

Pese a todas las encuestas, Maduro aseguró que si se presentara a las elecciones españolas obtendría más del 50% de los votos.

¡Qué locura! Maduro no saca un 50% de votos ni en su casa.

¿Vio usted la entrevista televisiva del domingo a Josep Borrell, ministro español de Exteriores?

No vi la entrevista a Borrell, sólo me hicieron referencia. Pero entiendo perfectamente la posición del gobierno español: están buscando una aproximación, una salida a una elección libre y tratan de no cerrar puertas para poder lograrlo. A veces las declaraciones de prensa y los titulares no lo son todo. Pero claro, siempre nos gustaría que la posición española fuera más dura.

¿Cómo percibe al país en su regreso, tras 10 días de cumbres y gira en la región?

Lo que domina hoy en Venezuela es la idea de cambio. Por eso es importante mantener esa ofensiva, aunque es difícil cuando tenemos 20 años intentándolo, cuando hemos sufrido frustraciones y hemos cometido errores. Lo determinante es una estrategia, una visión y la construcción en paralelo de un plan país para el futuro.

El chavismo, tras el varapalo de ayer, se mueve entre el silencio y las quejas ante su entrada al país pese a las amenazas previas.

El día de ayer (por el lunes) denota lo que ha sido la fractura en el régimen. Que me amenazaran con cárcel, desde quien usurpa hoy funciones, Maduro, hasta su segundo, Diosdado Cabello. Que no hayan ejecutado esa amenaza los deja en una posición de evidente debilidad.

¿Cómo fue su paso por migración y su conversación con el policía migratorio? Usted mismo desveló que uno de ellos le dijo “bienvenido, presidente”.

¡Fue reveladora! Y no sólo con él, sino con todos los que estaban allí. Ojo, para poder salir de Venezuela hacia Cúcuta tuvimos conversaciones con militares en el camino y la sensación es de hastío con lo que pasa en Venezuela, como la tiene el 90% de la población. Ya no es un tema de una fracción, es un tema del país, el país está enfocado en el cambio y los que están bajo presión son los funcionarios. Pero la atención el lunes estuvo puesta en la bienvenida al país.

¿Qué sintió este lunes cuando la gente de su tierra natal (Vargas, colindante con Caracas) se abalanzó a la autopista para frenar la caravana en la que usted salía del aeropuerto? Ese momento ha dejado algunas de las imágenes más poderosas del desafío contra la revolución, con usted subido al capó del automóvil hondeando la bandera y cantando el himno nacional.

Sentí el reconocimiento que ya nos habían dado en otros países. Pero más en el caso venezolano, donde está secuestrado el Estado. Esos fueron los honores. Pero a la vez una gran responsabilidad, un gran compromiso para nuestra gente, que lo está pasando muy mal en las calles de Venezuela, y que nos compromete mucho más. A pesar de que lo están pasando tan mal hay un intangible poderoso que es la esperanza de poder cambiar, que nuestros familiares vuelvan a Venezuela, son más de cuatro millones los que se han visto forzados a emigrar. Esa emoción que sentimos ayer los venezolanos es determinante en nuestra lucha.

Lea la entrevista completa en: El Mundo