La paradoja de que Caracas sea la ciudad más barata del mundo y tenga la mayor hiperinflación

La paradoja de que Caracas sea la ciudad más barata del mundo y tenga la mayor hiperinflación

Un cajero cuenta los billetes en dólares estadounidenses recibidos de un cliente en una panadería durante un apagón en Caracas, Venezuela, el 10 de marzo de 2019. REUTERS / Manaure Quintero

 

 

 

Es una noticia que a muchos caraqueños les puede provocar una sonrisa o una mueca de enfado.

La encuesta semestral de la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist, publicada este martes y que compara el costo de vida en más de 100 ciudades del mundo, designó a Caracas como la urbe más barata, publica BBC Mundo.

El informe —que identifica a París, Hong Kong y Singapur como las urbes más caras del mundo— señala a la capital venezolana como más barata del mundo para vivir, un predicamento que seguramente no tendrá el menor sentido para el venezolano de a pie, a quien el salario mínimo apenas le alcanza para la canasta familiar básica.

Tampoco para aquellos que solo pueden hacer una comida al día, para quienes los productos básicos se han convertido en bienes de lujo, o para quienes los medicamentos ya no están al alcance de sus manos debido a la severa crisis económica que se ha traducido en una hiperinflación, la mayor del mundo.

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Menos para los que deben cargar con una montaña de billetes para comprar un kilo de carne o una docena de huevos, ni para quienes piensan que emigrar es la única manera de mejorar su calidad de vida.

¿Cómo se explica entonces la posición de Caracas en dicha lista? ¿Para quién es la ciudad más barata?

Para entender qué quiere decir exactamente “la más barata”, hay que entender primero cómo se elabora la encuesta y cuál es el público hacia el que está dirigida. Solo así, empieza a cobrar sentido.

La hiperinflación y el colapso de los servicios públicos que propician la inestabilidad social ayudan a posicionar a Caracas en el primer lugar de la lista.
En principio, se trata de un sondeo elaborado por la Unidad de Inteligencia de The Economist para ayudar a las oficinas de recursos humanos y a los directores de finanzas a calcular el monto de dinero que deben asignar a un trabajador según el costo de vida de una ciudad determinada, así como también para determinar la cifra de los paquetes de compensación para expatriados y viajeros de negocios.

No está pensado para los caraqueños.

Para ello, el sondeo se basa en índices de precios que puedan ser comparados con facilidad entre diferentes ciudades.

Así, se toman en cuenta los precios de alrededor de 160 productos y servicios (que incluyen alimentos, bebidas, ropa, productos para el hogar, alquiler, servicios como electricidad y agua, cuota escolar, ayuda doméstica, etc.), y, estos precios se traducen en dólares siguiendo la tasa de cambio prevalente.

Aunque este valor en dólares no signifique que sea barato para quien paga por ese bien o servicio en la moneda local -en el caso de Venezuela, en bolívares-, sí permite decir objetivamente que un café en Caracas cuesta en promedio US$0,77, mientras que en Damasco US$0,60 y en Buenos Aires (la séptima ciudad más barata, según el sondeo) US$3,91, según el sondeo.

En resumen, el sondeo compara los precios del mismo producto o servicio en distintas ciudades, pero no establece una relación entre esos precios y el salario medio o básico local.

Los factores que empujan a Venezuela hasta el puesto de “ciudad más barata” son la decadencia de las condiciones económicas en el país en 2018, la hiperinflación —que según los pronósticos del FMI llegará en 2019 al 10.000.000% —, y el colapso de los servicios públicos que acrecientan el descontento social y la crisis que envuelve al país.
os países de América Latina)

“El gobierno de Venezuela unificó y devaluó las tasas de cambio oficiales a comienzos de 2018 en un intento por reducir la presión sobre la moneda, pero en medio de la hiperinflación, la moneda permanece enormemente sobrevaluada, como se refleja en un mercado negro que es extremadamente grande”, agrega el informe.

La velocidad a la que aumentan los precios deteriora (también rápidamente) el poder adquisitivo de los venezolanos.

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