Terror en El Helicoide: El centro comercial vanguardista que se convirtió en la cárcel más cruel del régimen de Maduro

Terror en El Helicoide: El centro comercial vanguardista que se convirtió en la cárcel más cruel del régimen de Maduro

El Helicoide domina desde lo alto del cerro Roca Tarpeya la vista sobre la ciudad de Caracas (Servicio Bolivariano de Inteligencia) en Caracas EFE/CRÍSTIAN HERNÁNDEZ

 

 

En la zona centro-sur de Caracas, entre las comunidades de San Pedro y San Agustín del Sur, se encuentra El Helicoide. Un edificio que nació como un ícono arquitectónico y terminó convertido en el centro de detención y torturas más temido del régimen de Nicolás Maduro, publica Infobae.





Por Veda Everduim
24 de marzo de 2019
desde Caracas, Venezuela

El proyecto, liderado por el arquitecto venezolano Jorge Romero Gutiérrez, ganador del Premio Nacional de Arquitectura en 1996, se esculpió alrededor del cerro conocido como Roca Tarpeya, lugar donde coinciden dos valles.

El edificio vanguardista con forma helicoidal comenzó a levantarse con fines recreativos en la década del 50, durante la era de la bonanza económica de Venezuela sementada en el auge petrolero. Sería un gran centro comercial, con helipuerto, club, salas de exposición, parque, hotel, 300 tiendas y ascensores traídos desde Viena hasta Caracas.

 

 

El inicio de la construcción de El Helicoide, en la década del 50 (Archivo Fotografía Urbana)

 

 

Pero su construcción se demoró por problemas financieros y finalmente fue abandonada antes de sus finalización.

Celeste Olalquiaga, coautora junto a Lisa Blackmore del libro Downward Spiral: El Helicoide’s Descent from Mall to Prison (2018), explicó en un artículo publicado para el portal Prodavinci que la construcción sufrió una degradación debido al paso del tiempo, las lluvias y los desechos internos: “El Helicoide está entre incompleto y arruinado”.

Finalmente, en 1984 tomó sus instalaciones casi en ruinas la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP), luego reconvertida por el chavismo en Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), cuyas oficinas ocupan hoy los pisos superiores del Helicoide junto a los de la Policía Nacional Bolivariana (PNB).

Entre ambas fuerzas, convirtieron el edificio en un temible centro de reclusión y tortura de presos políticos.

El centro penitenciario, o la mazmorra del régimen de Nicolás Maduro como la llaman algunos, cuenta con siete óvalos. El sexto de ellos, que está ocupado por el SEBIN, tiene celdas, oficinas, cuartos de aislamiento y espacios pequeños que parecen baños, pero que presuntamente son utilizados para realizar torturas, de acuerdo con lo descrito por CNN en español.

 

El Helicoide en los años 80, cuando pasó a funcionar con sede de los servicios de inteligencia venezolanos (Archivo Fotografía Urbana)

Desde la distancia se puede observar una estructura descuidada, rodeada de ranchos.

Lorent Saleh, activista por los Derechos Humanos, estuvo detenido por cuatro años luego de participar en las protestas antigubernamentales en el 2014, en las que al menos 3.000 personas fueron arrestadas, de acuerdo con datos de la ONG Foro Penal Venezolano.

Para Saleh, El Helicoide es un edificio viejo, con un interior sórdido, donde la depravación, la extorsión y la tortura hacen de las suyas. En la primera entrevista que concedió al salir de la temible estructura de concreto, publicada por El Mundo, el defensor de los derechos humanos describió su experiencia y contó cómo era la prisión.

“Era ruido, mugre, hacinamiento, depravación. Presos políticos y opositores se mezclaban con presuntos corruptos y 200 presos comunes (…) El Helicoide es la pura expresión del Estado mafioso. Ahí reina la extorsión, sobre todo económica. A niveles que nadie es capaz de imaginar”, señaló Saleh, premio Sájarov 2017.

En esta cárcel, el terror no solo abriga a los venezolanos. Extranjeros como Joshua Holt, un misionero mormón de origen estadounidense, también sufrió tras las paredes de El Helicoide.

Holt fue detenido el 30 de junio de 2016 junto a su esposa, Thamara Caleño, una ecuatoriana nacionalizada venezolana.

A la pareja se le acusó de posesión ilícita de un arma de guerra y, semanas después de su detención, las autoridades venezolanas dijeron que la vivienda de Holt y Caleño era utilizada como un “centro de almacenamiento de armas y explosivos” con fines terroristas.

Dos años después, Holt y Caleño fueron liberados. Y el estadounidense logró contar las vejaciones por las que él y su esposa tuvieron que pasar durante su detención. Una “diminuta celda”, sin inodoro y con una litera fue el lugar en el que estuvo Joshua durante su estadía en la cárcel venezolana, aquella que describió como “lo más cercano al infierno”.

“Tenía que defecar en papel de periódico en el suelo y orinar en una botella; el hedor era insoportable”, describió el misionero para al Daily Mail.

Holt sufrió de bronquitis, sarna, cálculos renales y hemorroides. No recibió atención médica, solo una inyección con analgésicos. Mientras tanto, su esposa era torturada para obligarla a firmar una confesión en su contra.

Ella se negó y a cambió fue electrocutada con una pistola Taser y sus dedos fueron colocados en un sacapuntas.

“Querían que firmara una confesión de que Josh era parte de un plan de espionaje, que dirigió un equipo de la CIA enviado para socavar al gobierno venezolano, que había matado gente. Solo lloré y me negué”, relató la venezolana.

El presidente estadounidense, Donald Trump, habla con la familia (L) de Joshua Holt (C), que estuvo detenido en Venezuela durante dos años, en la Oficina Oval en la Casa Blanca en Washington, DC, el 26 de mayo de 2018. / AFP PHOTO / NICHOLAS KAMM

 

 
El descontento se hizo voz

Entre el 16 y el 18 de mayo del año 2018 se llevó a cabo el primer motín dentro de las instalaciones del Helicoide. Varios videos fueron difundidos desde el penal. Pero, uno de estos activó las alarmas.

Los detenidos gritaban y protagonizaban una escaramuza en el pasillo del centro penitenciario. Un reo rompía un bombillo de luz con un palo y otro de ellos reventaba el candado de su celda con una mancuerna.

Las condiciones infrahumanas que se viven en el lugar habían llevado a los presos políticos y a los detenidos comunes a unir fuerzas.

La golpiza que había recibido Gregory Sanabria, un estudiante de Ingeniería del estado Táchira, fue el detonante. Los golpes le ocasionaron una fisura en el cráneo, fractura en la nariz y contusiones.

Sanabria quedó casi irreconocible. Las imágenes que rodaban en las redes sociales mostraban a una persona diferente. Su cara estaba hinchada y, parte de ella, morada; su ojo izquierdo se veía cerrado y su nariz estaba torcida producto de los golpes.

Un segundo video se viralizó. Estaba protagonizado por Joshua Holt, el ex alcalde de San Cristobal Daniel Ceballos y los activistas Loren Saleh y Gabriel Valles.

Más de 300 encarcelados tomaron la sede en lo que calificaron como una protesta pacífica. Sus peticiones eran claras: libertad para los presos políticos, acceso a la justicia para los reclusos que denunciaban retardo procesal y que, para aquel entonces, contaban con boleta de excarcelación. También exigían la presencia del fiscal general del país para que velara por los derechos de los reos que allí se encontraban.

Meses más tarde se presentó una situación similar. El 9 de julio de ese mismo año, hubo un segundo motín. Esta vez, lo que impulsó la disputa penitenciaria fue el hecho de que los reos tenían 55 días en aislamiento. No se les permitía visita de familiares, ni abogados.

Los detenidos quitaron las rejas de las celdas. Rechazaban las violaciones de sus derechos, la ausencia de asistencia médica y el incumplimiento de las boletas de excarcelación de algunos compañeros.

Los sobrevivientes de El Helicoide

La sede del Sebin es conocida por ser el destino de dirigentes políticos, periodistas y activistas secuestrados de sus casas en plena noche, ciudadanos de a pie detenidos en las manifestaciones contra el gobierno, pero también llegan allí criminales comunes. Muchas veces, sus familiares pasan días sin saber cuál fue su destino, hasta que se enteran de los llevaron al temido Helicoide.

Uno de los casos recientes de gran repercusión internacional fue el del periodista Luis Carlos Díaz, detenido el pasado 11 de marzo y acusado de participar de la planificación del apagón que mantuvo sin luz a la mayor parte del país durante más de seis días. Tras una enorme presión internacional, Díaz fue liberado tras un día de torturas en Helicoide, aunque permanece bajo libertad condicional, no pude participar se manifestaciones y debe presentarse cada ocho día ante el juzgado.

Naky Soto, esposa del periodista y activista de derechos humanos Luis Carlos Díaz, sostiene una foto de él durante una manifestación frente a la Fiscalía en Caracas el 12 de marzo de 2019. – Díaz fue detenido en Caracas por agentes de inteligencia que luego allanaron su residencia. , informaron el martes su familia y una organización de prensa. (Foto por RONALDO SCHEMIDT / AFP)

Su caso recordó al de otro periodista sin tanta fortuna, el alemán Billi Six, quien estuvo detenido cuatro meses allí, acusado de espionaje, rebelión y de “violar zonas de seguridad”. Six salió de la cárcel con medidas cautelares, se debe presentar cada 15 días y no puede hablar con la prensa de lo sucedido.

El último detenido célebre en llegar llegar a sus mazmorras es Roberto Marrero, jefe del despacho del presidente encargado de Venezuela Juan Guaidó, quien fue arrestado en su casa el miércoles pasado y acusado de ser el líder de una “célula terrorista” y se le imputaron los delitos de traición a la patria, conspiración y usurpación de funciones.

En esta foto de archivo tomada el 8 de marzo de 2019, Juan Guaido (R), saluda a los partidarios, junto a su jefe del Despacho, Roberto Marrero, durante un mitin en el Día Internacional de la Mujer en Caracas (Foto de Federico Parra / AFP)

El Helicoide reúne historias que aún no han sido contadas. Año tras año, quienes pasan por él y cuentan con la dicha de ser liberados, relatan sus experiencias con miedo a que se repitan.