William Anseume: Este caos inducido

Escribo de casualidad. Hoy hay luz en mi pueblo. La electricidad ausente, toda una falta por estos días, no representa el mal mayor, aunada a las consecuencias, a las inmensas derivaciones: alimentos que estaban refrigerándose, transporte, exposición óptima a la delincuencia, nerviosismo generalizado y contagioso. Sin posibilidades de trabajar, sin producción.

¿A quién o a quiénes les conviene este caos? Es este el caos de la permanencia. Así se arriman hasta la Semana Santa y nada raigal ocurre, “por ahora”; digamos es, a pesar de los desmanes causados, un caos superficial, en tanto no modifica lo esencial, sino que sirve bien para mantenerlo. Aclaro: así como el hambre se convirtió en instrumento cruel de dominación, con bolsitas de comida adiestradoras de conciencias entregadas, cuasi arrastradas por el alimento del día a día; el problema eléctrico se transforma en un modo de contención de cualquier intento de rebelión. Las falta de luz aquieta, más que alborota; la gente deja de salir, obvio (nada funciona), deja de comunicarse, deja de reunirse: se paraliza. Se esconde.





El caos conviene a la detención y la prolongación de lo establecido desde el poder; conviene a la opresión. Llamo caos a toda esta imposibilidad de funcionamiento de nada de un modo medianamente regular, a este alboroto, a esta incertidumbre, a esta madeja de impedimentos a algún equilibrio institucional, personal, humano; caos provocado desde quienes usurpan el poder, para controlarnos y aquietarnos. Quienes pensaban que el corte eléctrico prolongado, hasta en Caracas, generaría una explosión social, nuevamente se equivocaron, la quietud y la espera imperaron. La espera. Todos esperan la salvación, el tiempo de Dios.

El caos se impuso desde el poder al generar dobleces institucionales, quebrantadores, para todo: gobernaciones, Fuerza Armada, Asamblea Nacional, Universidades, en la división más clara de fuerzas opuestas, quienes están conmigo y quienes contra mí. Los “protegidos” del poder y sus adversarios desvalidos. Muchas religiones hablan de caos como principio y fundación.

Falta camino por recorrer, lamentablemente, para deslastrarnos de esta penuria. Siguen reinando algunas ingenuidades, del lado acá. El ajedrez  no termina sin tablero y sin piezas; parece un eterno recomenzar; se hace largo e inclemente. Faltan ganas, al parcer, de la estocada final. Así como si del lado acá las consideraciones para con el enemigo (no otra cosa es, va la vida y la muerte de muchos) se refugiaran en una fantasía de hermandad, de igualdad, de respeto absoluto por el criminal. A veces luce como que no se quiere producir esa estocada final, para algunos tan cercana, o que la impotencia domina. Son tantos los intereses, inmediatos y mediatos. Hasta que no se tenga el cúmulo de factores de acuerdo en dar el matarile éste no se producirá, y se prolongará el sufrimiento. Hay religiones cuyo basamento filosófico consiste en la prolongación del sufrimiento para alcanzar altos grados espirituales. ¿Será que estamos en eso? Arranquemos los pruritos, dejemos la prolongadera y con la ayuda de quienes están dispuestos, muchos, dentro y fuera, salgamos de esto ya. Las secuelas, si es ese el miedo, vendrán, del modo que sea. Son inesquivables. Miedo. Espalda. Salvemos lo que queda.

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