Víctor Jiménez Ures: Simón Bolívar y los ejércitos extranjeros

Víctor Jiménez Ures: Simón Bolívar y los ejércitos extranjeros

Estamos en tiempos desesperados, y también nosotros lo estamos, no hay porqué negarlo. Sin temor a exagerar, Venezuela no había pasado por una etapa tan oscura desde la época independentista, cuando al caer la Primera República, los venezolanos nos vimos sometidos a las implacables razias del Taita. Tristemente célebre fue por aquel entonces la matanza de patriotas en la quebrada de Cotizita, como lo es hoy la muerte de tantos valientes que han alzado su voz contra la tiranía.

Ayer como hoy, Venezuela estaba atrapada en la pugna entre potencias hegemónicas para quienes nuestro país no era más que uno de los muchos teatros de operaciones que se extendían a lo largo del mundo. España e Inglaterra se batían a muerte por el dominio de las rutas marítimas comerciales, a veces frontalmente, y otras mediante políticas ambiguas y poco convencionales, como el fomento descarado de la piratería, por parte de los británicos, para sabotear al comercio y a los territorios de ultramar del Imperio Hispánico. Así, cuando inició la guerra de independencia, Inglaterra se convirtió en el aliado natural de los independentistas, y eso lo sabía muy bien Simón Bolívar.

Muchos se preguntan, y con razón: ¿Qué opinaba Bolívar sobre la participación de tropas extranjeras en nuestros asuntos? Bueno, para empezar, debemos comentar que inicialmente la Guerra de Independencia no fue, como tal, una guerra entre venezolanos y españoles, sino que, en su génesis, nació como una guerra civil.  En efecto, el debate político entre realistas y patriotas (todos venezolanos) devino indefectiblemente en una dolorosa guerra fratricida en que vecinos de toda la vida se mataron entre sí por pensar distinto.





Luego ¿Cómo no? Llegaron los verdaderos ejércitos españoles, y con el correr del tiempo se hizo cada vez más obvio que sería imposible para los patriotas ganar la guerra por sí mismos, al menos no sin ayuda.  Ello, debido a que la causa patriota no tenía muchos adeptos en el pueblo llano (recordemos que los cabecillas patriotas eran mantuanos y odiados por el grueso de la población) y por tanto estaban escasos de tropas… pero también de armas, de uniformes y en general, de todos los insumos necesarios para hacer la guerra.

Es justo en esta época desesperada cuando Bolívar actuó guiado por un sano sentido de la practicidad y, terminó concluyendo que era necesario traer tropas extranjeras a pelear nuestra guerra, a sangrar por nuestra independencia.  Ciertamente, Bolívar no se andaba con orgullos absurdos, era consciente de que, al fin y al cabo, si no recibía ayuda, el ideal republicano no sobreviviría.  Al respecto, GÓMEZ JARAMILLO* nos refiere que Luis López Méndez fue autorizado personalmente por Bolívar para buscar apoyo militar de quienes quisieran luchar en las guerras independentistas.

Y fue así como comenzaron a zarpar de Londres, Amberes y Dublín embarcaciones tripuladas por oficiales y soldados ingleses, irlandeses, escoceses y alemanes.  Con el coronel Hippisley, llegaron cinco navíos cargados de británicos, entre ellos 30 oficiales, y aunque finalmente él mismo se devolvió por incumplimientos en los pagos, muchos se quedaron, conformando la unidad de Rifles, que más adelante se llamaría “Carabobo” por su papel destacado en esta célebre batalla.

De Alemania llegaron refuerzos en 1818, y el coronel Strenowitz, junto con López Méndez, reclutó un grupo de hannoverianos (alemanes). Del mismo modo, en 1819, el coronel English y el capitán Elsam, reclutaron en Inglaterra 700 soldados que habían pertenecido al ejército de ocupación en Bélgica y Francia.

Es así como encontramos que la primera independencia venezolana no fue un logro exclusivo de los propios venezolanos, sino que se trató de una obra de arte labrada a sangre y fuego por hombres de muchas nacionalidades que pelearon juntos, amalgamando sus vidas y las nuestras en pro de la más noble de las causas: la libertad.  Respecto a estos soldados extranjeros, encontraremos que algunos de sus nombres son honrados en nuestras calles y avenidas, tal como es el caso de O’Leary.

Por último, y como detalle curioso, es importante mencionar que el célebre uniforme de gala rojo de la Guardia de Honor Presidencial, que tanto le gustaba a Simón Bolívar, no viene a ser otro más que el de los húsares británicos. Saque pues, querido lector, sus propias conclusiones.

 

Víctor Jiménez Ures

@VJimenezUres

 

* GÓMEZ JARAMILLO, Marcos.  Revista Credencial Historia.  Edición 247.  JULIO DE 2010.  (Bogotá, Colombia)

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/julio2010/legiones.htm