Luis Manuel Esculpi: Debate y tolerancia

La crispación de ánimos pareciera ser uno de los signos en la aguda crisis que vivimos. El detalle más insignificante en un lugar público puede ser motivo de una trifulca. En Caracas los usuarios de transporte colectivo, tanto subterráneo como superficial, pueden atestiguar sobre las peleas que se producen a diario por banales motivos. Un simple tropezón o una mirada mal interpretada podría originar desde una agria discusión hasta un intercambio de golpes.

El discurso desde el poder durante dos décadas ha sido indubitablemente un elemento fundamental en la siembra del clima de intolerancia del presente. Si bien lo podemos observar en las vivencias cotidianas, las redes sociales expresan de manera destacada ese ambiente que se respira en la sociedad.





El debate político entre analistas, dirigentes, militantes e intelectuales, en el campo de los que propugnan el cambio, sin llegar al extremo de pretendieron imponer un modelo político inviable, sin embargo no están exentos del comportamiento intransigente al que nos referimos.

Así como se puede observar sin mayor esfuerzo la existencia de posiciones extremas en ambos sentidos, llegando a coincidir en determinadas conductas políticas, también en el territorio de la alternativa parecieran comenzar a manifestarse posturas aparentemente irreconciliables.

Un común denominador de la polémica es el de discutir construyendo “argumentos” que el interlocutor no ha hecho suyos, igual al no aceptar reflexionar sobre las razones expuestas distintas a las de uno, asumiendo una actitud inflexible mientras señalamos a otros de intolerantes. El debate necesario para ser fructífero entre representantes de la opción por el cambio debiera admitir y comprender la diversidad, distanciado de quienes se comportan como dueños de la verdad.

La política en progreso debe ser afinada para poder continuar avanzando, en ese ámbito la contribución no está confinada tan solo a los principales protagonistas del quehacer políticos, debiera ser ampliada a diversos actores sociales, por supuesto sin desconocer los logros alcanzados hasta ahora y el papel determinante de la actual conducción en los aciertos alcanzados.

Una simple mirada hacia el pasado reciente contrasta objetivamente con el transcurso del presente año, la renovación de las expectativas de cambio, las manifestaciones de su amplio respaldo y el sostenido apoyo de la comunidad democratiza internacional, no han sido fruto de la improvisación, constituyen en buena medida la paciente labor de ensamblaje de reflexiones y elaboración del grupo dirigente ha adelantado el desarrollo de una política. Se puede criticar o diferir de ella, lo que no pareciera justo es negar su existencia y alcances, en todo caso la realidad arroja datos que evidencian un importante cambio en la cantidad y calidad de la política alternativa.

El diseño y desarrollo de una estrategia política no debe, en ningún sentido, adoptarse como dogmas, adoptando ideas fijas con las que pretenden pontificar, al contrario requiere de la flexibilidad táctica a tono con la obtención de metas y objetivos para conquistar el propósito esencial, no se trata de confiar ciegamente en la conducción, solo de apoyar, sin sacrificar el espíritu crítico, el desarrollo de la acción desplegada exitosamente.

Vivimos un proceso inédito, incomparable con situaciones anteriores, visualizar la continuidad de repeticiones episódicas, no se corresponde con la verdad. La flexibilidad que se reclama no es tan solo para la opinión ajena, es también necesaria para la adaptación de la conducta política a las nuevas situaciones. Las transiciones y sus preludios son procesos originales, no pueden abordarse desde un manual o recetario, la creatividad en la reflexión y la formulación del planteamiento estratégico es, en nuestra opinión, lo que puede garantizar el éxito.