Armando.info: En el viacrucis eléctrico de Machiques no parece que habrá resurrección

Armando.info: En el viacrucis eléctrico de Machiques no parece que habrá resurrección

 

 





 

Desde el primer apagón nacional de este año la zona de Machiques del Perijá se ha convertido en un agujero negro. Tras los seis primeros días sin luz siguió una alumbrada pasajera que coronó con otros quince días de oscurana y a los que hoy sigue un racionamiento irregular e insuficiente. En un recorrido por la zona, Armando.info retrata como la gente languidece entre la mengua en sus negocios, la espera interminable por combustible y una precaria alimentación en la que la carne se daña tan rápido como la leche, de la que se dejan de producir hasta 100.000 litros diarios por falta de electricidad, publica armando.info.

Por GUSTAVO OCANDO

El patio trasero de la casa de Randolfo Vera Camacho, en el sector San José del municipio Machiques, en los límites occidentales de Venezuela con Colombia, es un laberinto de equipos de refrigeración descompuestos.

Tres aires acondicionados están arrumados uno sobre otro en el terraplén, bajo una enramada verde y profusa. Otros tantos esparcidos en el suelo sobre tablones de madera podrida. Neveras y congeladores de diferentes tamaños se erigen uno al lado del otro, desconectados, apiñados. Apenas hay espacio para caminar entre el cementerio de unos 30 aparatos, con sus cables, carcasas y entrañas de metal, tendidos en la intemperie.

El hombre, entrado en sus 50 años, está al borde de la desesperación. La electricidad, su vieja socia, apenas ha pasado por su vivienda en las últimas semanas. Sin ella, le resulta imposible cumplir a tiempo con sus clientes, lo que merma sus ingresos al punto de poder sostener apenas la alimentación de su familia.

Las constantes interrupciones del servicio eléctrico le impidieron culminar esta madrugada las reparaciones de seis neveras que ya están a tono en lo mecánico. “Las ‘medio arreglaron’ a las seis de la mañana cuando pusieron la luz, pero cuando les iban a echar el gas, se fue otra vez”, precisa su esposa, Nailú, una costurera cuyo trabajo de confección de uniformes, vestidos y camisas, también se detuvo de facto.

Arropado con su gente en la oscuridad de otro apagón hace algunas noches, Randolfo sufrió además un atraco mientras intentaba descansar. Un maleante ingresó a la casa armado con una escopeta rudimentaria y hurtó tres celulares de la familia bajo amenaza de muerte; luego huyó con un compinche en una moto. Fue el tercer atraco ocurrido en la vecindad desde el primer apagón nacional del 7 de marzo pasado, que en San José se extendió por seis días.

Nacido y criado en Machiques, Randolfo es un hombre jocoso y amable, pero reconoce que nunca había vivido unos días tan calamitosos. Su familia ha comido un menú de lentejas, arroz, papas y mangos desde marzo, solo gracias al dinero que cobró por el arreglo de tanques de leche en fundos y haciendas cercanas.

Estalló en llanto un día antes, harto, en casa de un vecino que también es de sus mejores amigos. La crisis es tan pesada como la sumatoria de los aparatos estropeados que le dificultan el camino. “Estamos pa’l perro, mijo”, admite, recostado de un mesón y con una expresión de derrota luego de tantos días y noches sin electricidad.

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