Luis Alberto Buttó: Domingo de Pascua

Luis Alberto Buttó: Domingo de Pascua

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

El destino del hombre es el progreso. No cabe duda alguna al respecto. Eso es una verdad inmutable. La afirmación de lo positivo está más que demostrada por las páginas de la historia. De nuestro antecesor primitivo que se comunicaba con sonidos guturales y era presa fácil de las bestias, al astronauta contemporáneo que se pasea por el espacio sideral en búsqueda indetenible para traspasar fronteras inimaginables, hay un salto cuántico descomunal que nadie, salvo los orates, puede negar. Por supuesto, en ese transitar se cuentan largas etapas de estancamiento. Tenebrosas noches de sufrimiento acorralaron por mucho tiempo a la humanidad. Hoy día, por ejemplo, esparcidos por doquier persisten bolsones negros de miseria que afean sin piedad el solitario rostro del planeta. Empero, al final de cada jornada histórica, quedó evidenciado que todo aquello y todos aquellos que por momentos se opusieron y demoraron la marcha de la persona humana hacia el bienestar no eran más que factores contra natura desplazados por la acción decidida de la sapiencia, cuanto ésta actuó en conjunción con la bondad, se alimentó con la esperanza y se apuntaló en la valentía. El cambio necesario, buscado y deseado, algunas veces se obtuvo muy temprano, otras bastante tarde, pero nunca hubo vuelta atrás. Igual será en el futuro. Nunca la habrá.

No hay razón lo suficientemente contundente para asumir que la sociedad venezolana no encontrará el ritmo de su marcha hacia el mañana luminoso. El triunfo de la libertad es el único final posible para la narración que escriben los venezolanos de buena voluntad día tras día. Demasiado ha sido el sufrimiento como para a estas alturas creer que no habrá victoria en la lucha por alcanzar lo que nos merecemos como colectivo; no otra cosa sino un país donde no prevalezca el miedo y la tristeza, un país donde alcancen para todos los frutos del honrado esfuerzo compartido. Ni por asomo hay que desanimarse por lo vivido hasta ahora. Ciertamente, el Gólgota trazado por esa mezcla de impiedad y estulticia ridículamente autodenominada revolución bolivariana ha sido prolongado y cruel, pero no será infinito. No sólo hay emocionalidad en esta sentencia. Para ser más exactos, es producto de racionalidad reposada. Hoy día caminamos y por doquier vemos cenizas, pero de esas cenizas renaceremos. No hay forma de escapar al destino promisorio. Hace tiempo ya leímos el futuro feliz que nos aguarda.

Hemos trabajado duro y es justo que sintamos cansancio. Es justo, pero no es lo correcto. Si hasta ahora el afán ha sido gigante, enorme habrá de ser en lo venidero. Sépase y enfréntese. Hay fardos que deben arrojarse por la borda para aligerar la travesía. El descreimiento y la falta de fe no sirven como herramientas para la construcción del porvenir. Las herramientas necesarias en la tarea que tenemos a cuestas se distinguen por su marca repujada a pulmón: empeño sin titubeo, responsabilidad nacional gestada al activarse el compromiso ciudadano. No a las voces agoreras. No a los rostros sombríos de los supuestos preocupados que le hacen el juego al veneno sembrando desesperanza. Nunca llegó a ser profeta de la buena nueva aquel que dudó de lo que anunciaba ni aquel que no estuvo dispuesto a que las manos se le poblaran de callos dolorosos mientras araba la agreste tierra en que sembraba las semillas del cambio. Tampoco hay que vivir relamiéndose las heridas de los errores cometidos. Incluso los otrora cobardes pueden sumarse. Es verdad, la mácula de la cobardía es enorme, pero bien puede ser lavada. Sólo basta comprender que hay razones valederas para dejar atrás la indolencia.





Los tres días simbólicos pasan volando. Resucitaremos conquistando la gloria. ¡Feliz domingo de pascua para todos!

@luisbutto3