William Anseume: Trabajar en Venezuela

Para algunos, tal vez ingenuos o con algún interés especial en que el problema no sea considerado en la dolida sociedad venezolana, puede soslayarse hoy la discusión acerca del trabajo en Venezuela. Su planteamiento lo fundamentan en que se precisa orientar todas las ideas hacia el “cese de la usurpación”. Mi respuesta ante tan descabellado pensamiento, la esbozo en estas líneas, preocupado, como siempre, por un tema que impacta no sólo al gremio que represento: el de los profesores, sino a las bases del Estado, o sea, a todo el país.

El trabajo y la educación, según el preámbulo de la constitución vigente (digo) en nuestro país, son los fundamentos del Estado. Las garantías del trabajo y la educación están a su vez contempladas por los Derechos Humanos en cuanto tienen de universales. Pero, una vez más, me centraré en el tema laboral. Esto sin que represente para nada, en mi caso, un descuido, un voleo, una ligera verónica del tema más fundamental para los venezolanos ahora: salir del atolladero político en el que nos encontramos. Sobre lo cual ya no hay tanto que debatir sino que procede accionar. Estamos claros en cuanto a que se precisa, se quiere a gritos, salir de la dictadura. En eso ya no hay discusión. ¿Cómo y cuándo? Para algunos, yo entre ellos: ya. Para otros, yo entre ellos: como sea, pero no con quien sea. Con tal de encausar el país a la democracia, a la libertad. Espero que nadie lo dude. ¿Todos los demás planteos se olvidan? No. Algunos no pueden aguardar el afortunado día después para irse vislumbrando, discutiendo, para ir así fijando, en lo posible, directrices que permitan darle rumbo más o menos inmediato a las necesidades ingentes de la población demandante de respuestas inmediatas. El trabajo está entre esos temas de raigal interés nacional hoy. Por eso celebro, desde mi perspectiva de trabajador, de dirigente gremial, que hoy, si se lo permiten, ante la supuesta colocación de un artefacto explosivo en el palacio legislativo, la Asamblea Nacional discuta el tema laboral; el tema de los sueldos y salarios en Venezuela. Insisto: no es sólo el problema de los sueldos y salarios, sino de la importancia del trabajo. Es más abarcante, más profundo, el panorama.





Trabajar hoy en Venezuela carece por completo de sentido. En la mayoría de los casos, el salario mínimo se le esfuma a la mayoría de los trabajadores en transportarse. Ese salario no alcanza, completo, para adquirir un kilogramo de galletitas panaderas que denominan “pasta seca”. Su supuesto complemento: el “bono de alimentación”, no es bueno ni alimenta. Redondeados los dos factores de remuneración acaso llegan hoy a un dólar diario. La constitución parlotea, desconocida, pisoteada por la dictadura, allá a lo lejos, de un salario suficiente. La Declaración de los Derechos Humanos señala que la contraprestación laboral debe abarcar: alimentación, servicios, vivienda, vestimenta, recreación, o sea: dignidad humana. Así mismo, plantea que si el Estado no puede proveer a su población de los elementos básicos para la subsistencia, puede recurrir a la ayuda internacional. Esa misma que tampoco logra entrar porque a los usurpadores le luce innecesaria e inviable para su sostenimiento político en el poder criminal que ejercen.

Ahora, ¿esto debe y puede prolongarse en el tiempo? No es sostenible. La gente muere de hambre y de mengua. De dolor y cansancio. Tengo una amiga que realiza dos trabajos de esos de salario mínimo. Debe mantener a su familia. Con esos dos trabajos y su acabamiento personal apenas alcanza a llevar comida básica a casa. Resulta injusto e inhumano. Los sueldos en Venezuela no se discuten de manera tripartita, como indica la Organización Internacional del Trabajo. El salario se bonifica para evitar las contribuciones alternas que favorecían al trabajador, como las cajas de ahorro o las prestaciones sociales, hoy en día desaparecidas por completo o carentes de objeto práctico. Así, esquilman la protección social: salud, deportes, recreación, acceso a productos distintos a los alimenticios, y la protección gremial/sindical, porque las cuotas para gremios y sindicatos son irrisorias al tener como fuente primordial el sueldo base. Con todo y eso, uno percibe a los trabajadores entregados a su labor diaria, con angustia, con carencias, pero ahí van todos los días, sorteando las penas acumuladas, cargando rabias horarias. ¿Es su modo de resistir? ¿Demuestran su esperanza? No lo sé. Algunos gremios y sindicatos luchan, salen a las calles, denuncian sus límites laborales continuamente. Vociferan su destrucción. Ah, ¿que ya se sabe? Hay que remacharlo de continuo. Por eso el tema se debe discutir permanentemente. No vaya a ser que vengan otros a sostener o imponer más crueldad al trabajador.

Debilitar, desaparecer, desestimar, el trabajo y la educación es propiciar la delincuencia, la corrupción y el ocio, la parálisis personal y colectiva; es hacer al ciudadano dependiente de las dádivas del Estado, un individuo acrítico, rumiante de la inercia, chulo de sus coterráneos, entregado a los designios de los captores de su libertad.

Sin duda, el tema laboral es digno de debatirse continuamente. Es tema fundamental del Estado y de los Derechos Humanos. Aunque algunos no quieran percibirlo, el trabajador está allí y de él, de su esfuerzo, va a depender que podamos, en unos años (necesitamos más de tres de ayuda humanitaria, según algunos conocedores organismos internacionales), volver a hacer de Venezuela un país productivo, encaminado a la riqueza material y espiritual de sus ciudadanos. Dejar pasar el tema sería otro crimen. Bienvenida la discusión, indudablemente la celebro.

[email protected]