Francisco Bello: La guerra de encuestas

Francisco Bello: La guerra de encuestas

Realizar un estudio de opinión en la Venezuela de estos tiempos es realmente complicado. Salir al campo a hacer entrevistas presenciales es una misión imposible: No hay gasolina, los repuestos de los vehículos son extremadamente costosos, la vialidad está destruida, la inseguridad convierte en una temeridad que personal desarmado penetren las crecientes zonas rojas de este país y todo esto, sin contar los impagables costos de las pernoctas y los viáticos de alimentación, que son infinitamente mayores a los sueldos.

Si se toma la opción de hacer entrevistas telefónicas enfrentamos otra serie de inconvenientes: La plataforma fija de CANTV se encuentra en buena parte dañada; si optamos por utilizar las bases de datos de las empresas de telefonía celular y lográramos conseguirlas, nos sería imposible ubicar geográficamente a la persona que se entrevista, porque el sitio de compra de la línea no necesariamente se corresponde con su lugar de residencia.





En fin, para levantar un estudio confiable en estos días, es necesario tener una base de datos propia, que tenga información suficiente de cada individuo como para saber en qué zona vota y hacerlo localizable, que sea lo suficientemente grande y bien distribuida como para ser estadísticamente representativa y a partir de ella diseñar una muestra confiable. Como se darán cuenta es una empresa complicada, sofisticada y costosa.

Quienes contratan estos servicios deben hacer una importante inversión que normalmente va orientada a la toma de decisiones empresariales o políticas y no parece razonable que decidan compartirlas e incluso viralizarlas por las redes sociales, de gratis.
Esta realidad nos permite llegar a una primera conclusión de contundente fuerza: La gran mayoría de los estudios de opinión que recibimos sin solicitarlos, con fuente desconocida y de manera gratuita, llevan una intención, un propósito que las desvía de su función principal, ya que no buscan medir, sino orientar, forjar, modificar e influir en la opinión pública.
En estos momentos tan críticos, es condenable la intención de confundir y de tratar de vender una idea, un proyecto, una opción, engañando o disfrazando la realidad, sin embargo, esta condena, no siempre debería recaer sobre las empresas encuestadoras y sus directivos, sino en quienes de forma inescrupulosa sacan de contexto algunos estudios, mezclan láminas y las ordenan para construir una herramienta “caza bobos”.

En los últimos días he recibido varios informes, con excelente presentación pero que no aguantan ningún tipo de revisión. Algunos de ellos con números inverosímiles, contradictorios entre sí, pero además, con elementos que hacen evidente que quien los armó ni siquiera cubrió las formas más elementales: Algunos carecen de ficha técnica, otros presentan un desorden temático incompatible con ningún instrumento confiable, e incluso, algunos que se presentan como un solo trabajo, realmente son una colcha de retazos y en sus propias láminas se puede constatar que tienen fechas distintas.

Por otra parte, la realidad política venezolana cambia de manera acelerada y una semana puede significar un año de un país normal. Prueba de esto son los liderazgos volátiles como el Juan Guaidó, quien encabeza por bastante las preferencias. Su popularidad va anclada a la esperanza que representa y la percepción que la gente varía con cada evento; se exacerba con cada acción que se presume un triunfo y se adormece con cada evento que consideran una derrota.

Como entenderá, amigo lector, no tiene sentido alguno difundir y mucho menos tomar en cuenta encuestas realizadas hace varios meses; estas probablemente representaron una realidad que seguramente no es la del día de hoy.

La guerra de encuestas siempre ha existido y existirá, pero en medio de una crisis tan profunda, donde existe tanto sufrimiento y tanta necesidad de cambio, es obsceno que se utilice un importante esfuerzo comunicacional en promocionar opciones, grupos, partidos o candidaturas, con herramientas cuestionables; por el contrario, valdría la pena utilizar esas capacidades para difundir estudios serios y actualizados, con fuente conocida, presentados por expertos autorizados, que permitan desnudar la inmensa crisis social, la violación sistemática de los derechos humanos y evidenciar la urgencia que tienen los venezolanos de una salida urgente.