Irene Olazo Mariné: La codicia y la avaricia… los males que destruyeron a Venezuela

Irene Olazo Mariné: La codicia y la avaricia… los males que destruyeron a Venezuela

 

La codicia se define como el deseo vehemente de poseer muchas cosas, especialmente riquezas o bienes y la avaricia, es el afán de poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie. La implementación de estos dos como supuestos “valores” ha dado lugar a la corrupción política durante años.





La avaricia se convierte en la intención de atesorar para uno mismo mientras la codicia se convierte en el afán excesivo de riquezas o personas para la utilización ilícita, inmoderada y/o criminalmente lucrativa.

Esta combinación de avaricia y codicia terminan por generar:

-Deslealtad: que es lo que más vemos dentro de los organismos, partidos políticos, y Fuerzas Armadas venezolanas.
Traición deliberada: lo que ha ocurrido con muchos guerreros que buscan la libertad del país, caso Caguaripano, Oscar Pérez y otros menos conocidos, entregados por la misma gente que adversa el gobierno, por intereses económicos y de poder.

-Sobornar o exigir recompensa ilícita: lo más común en tribunales con los fiscales y jueces así como con funcionarios de diferentes organismos de seguridad.

-Búsqueda desesperada de acumulación de dinero y posesiones (incluida personas) mediante abuso de poder: esto lo vemos en las cuentas millonarias de muchos funcionarios que ha ocupado cargos públicos, la obtención de bienes de lujos, en el cambio de la calidad de vida y grandes fiestas y derroche; pero también observamos como los pesos políticos son una posesión valiosa para negociar y mantenerlos como ejemplo y así tener al pueblo sumiso.

La estafa, el robo, el secuestro, expropiaciones y todo ello valiéndose del engaño y el poder económico y político y se llega al punto que si algo o alguien se interpone sencillamente hay que cambiarlo o destruirlo (así haya formado parte del régimen en algún momento) ejemplo casos de militares o funcionarios: Oscar Pérez y su gente, Caguaripano y su grupo, General Baduel, General Vivas, General Rodríguez Torres, el Pollo Carvajal, entre otros; gobernadores, diputados y otros cargos, que han estado desconforme y alzan la voz , son inmediatamente perseguidos, despojados de sus bienes y algunos privados de libertad y hasta asesinados, algunos ejemplos: Fernando Albán, Danilo Anderson, Juan Requesens, Gilbert Caro, Antonio Ledezma, Eduardo Manuitt, Gato Briceño, Maria Afiunni, Luisa Ortega Díaz; y ni siquiera, los periodistas se salvan como los casos de Jesús Medina, Patricia Poleo, Nelson Bocaranda y así una lista demasiado grande de presos, asesinados y perseguidos.

Estos son solo algunos ejemplos de cómo si algo se interpone en el camino, hay que quitarlo del medio de la manera que sea; y allí se ve claramente la deslealtad, la traición y el engaño.

Creo que con esta breve explicación está más que claro que la avaricia y la codicia han sido culpables de la destrucción de un país rico como llegó hacer Venezuela, pero lamentablemente la mayoría de los que han ocupado por décadas el poder, fueron personas cuyos valores se fueron perdiendo y reemplazando con estos dos grandes destructores.

Esta codicia de los dirigentes terminaron por desesperar a todo un pueblo y por ello optaron por elegir a Hugo Chávez Frías quien criticaba el sistema corrupto de ese momento y ganó las elecciones presidenciales por un porcentaje muy alto y se convirtió en una esperanza de cambio, pero fue pasando el tiempo y de él también surgió de manera natural esa sed de tener más y más de forma ilícita, su familia se fue enriqueciendo hasta llegar a tener sumas multimillonarias en sus cuentas en un tiempo récord, y así se comenzó a extender una red de corrupción casi indescriptible a todos los niveles de su gobierno y todo bajo la mirada indiferente de aquel que un día fue la esperanza de un pueblo.

Un filósofo de nombre Borja Vilesca asegura en uno de sus artículos “y es que para cometer actos corruptos, primero tenemos que habernos corrompido por dentro”. Lamentablemente el ser humano en todas la épocas en su mayoría han dejado a un lado los valores en búsqueda de tesoros materiales “felicidad temporal” que al perderlas llegan a caer en depresiones tan grandes que algunos hasta se suicidan. Por eso desde hace miles de años fue necesario el décimo mandamiento de las Tablas de la Ley de Dios “No codiciaras los bienes ajenos”.

La corrupción política en Venezuela ha facilitado hechos criminales como, narcotráfico, el lavado de dinero, las agresiones al medio ambiente, explotación ilegal de la minería, entre otros delitos, ahora bien, no se ha restringido solo a estos crímenes organizados sino que además protegen otros crímenes como el resguardo de las Fuerzas Armadas Rebeldes Colombianas (Farc) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en territorio venezolano, así como la injerencia de países extranjeros como Cuba, Rusia, China en decisiones y acciones del Estado, también el crecimiento de grupos armados urbanos “colectivos” que asesinan y controlan a un pueblo impunemente y peor aún la grave violación de DDHH que a diario se ve por parte de los uniformados, llegando al punto de convertir la tortura física y psicológica como “normal” y quedando totalmente impunes.

Tras esta pequeña reflexión sobre el daño que causan la codicia y la avaricia entendemos que el problema de Venezuela no se resuelve únicamente con un cambio de gobernantes, puesto que muchos de lo que oponen este régimen tirano, poseen también estos defectos y se maneja como política de sus partidos, por eso hoy día hay tanto rechazo del mismo pueblo cansado y maltratado a algunos líderes de oposición. ¿A caso no se darán cuenta? Estoy segura que si pero en ellos impera la codicia y el Ego, el cambio debe empezar con recuperar y sembrar valores y dejando las agendas ocultas y el interés personal.

Por ello invito -no sólo a mis lectores sino a todo dirigente político- a analizar e internalizar este gran daño que ha causado la codicia y la avaricia durante años, ha destruido y lo sigue haciendo a un país rico. La codicia y el deseo por las riquezas son trampas que traen ruina y destrucción y la mayoría de las veces. Entre más tenemos, más queremos y este deseo terminó por hundir no solo a una familia sino a un país entero.

Quien ama el dinero, de dinero no se sacia. Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente. ¡También esto es absurdo! Eclesiastés 5:10

Irene Olazo Mariné