“Los periodistas de la dictadura” por Jovel Álvarez

“Los periodistas de la dictadura” por Jovel Álvarez

A veces quisiéramos que el periodismo fuese fácil. Que después de tomar una taza de café por la mañana, las asignaciones estuviesen en nuestro e-mail, esperando por nosotros para ser trabajadas.

A veces quisiéramos vivir en Liechtenstein, el principado donde la pobreza está prohibida por ley, la corrupción parece innecesaria y los ciudadanos cuentan entre sus preocupaciones el exceso de dinero.

En ocasiones quisiéramos ganar más amigos que enemigos, pero a ese anhelo renunciamos hace mucho.





A veces, quisiéramos cerrar los ojos y desvanecer lo que tenemos frente a nosotros. Convencernos de que la denuncia en contra del único político al que considerábamos decente es una mentira.

A veces, solo a veces, un periodista abrirá los ojos, dejará a un lado sus sentimientos y dirá: “esto tiene que saberse”.

Cuestionamientos

He de confesarme sorprendido por la dura arremetida en contra del periodista Orlando Avendaño, editor en jefe del Panam Post, cuya investigación sobre un presunto acto de corrupción con los fondos destinados a la atención de los militares venezolanos disidentes en Colombia, le valió el reconocimiento de una amplia mayoría y el desprecio de una acreditada, feroz y experimentada jauría de comunicadores con ínfulas de pontífices.

Muchos líderes de opinión se abstuvieron de comentar sobre el reportaje del Panam Post hasta que el gobierno interino se pronunciara. La sola acusación no merecía de ellos ni siquiera un tweet de carácter cuestionador.

Una vez habló el presidente Guaidó, todos aparecieron. Muchos alabando la labor de Avendaño, pero unos pocos, cuestionando lo oportuno de su denuncia en medio de un proceso que requería mantener la popularidad del líder intacta para continuar.

No tardó en aparecer algún político que expresara abiertamente cuán incómoda le resultaba la publicación de un texto que exigía transparencia.

Yo he abrazado la idea de que la lucha por vivir en una Venezuela democrática debe ser apuntalada por una prensa independiente, inquisidora, desconfiada y valiente.

Yo no soy venezolano. De hecho, nací en uno de los países con mayor libertad de prensa en el mundo: Costa Rica. No obstante, me he formado en México conviviendo con periodistas cuyo ejercicio se ha visto atropellado por gobiernos autoritarios y criminales desalmados (grupos de poder que en Venezuela tienen su punto de encuentro en Miraflores).

En la Venezuela de los dos presidentes muchos periodistas no perdonan que se ponga en peligro el proceso de Guaidó, pues retroceder en el camino del cese de la usurpación les significa alejarse de los intereses que mueven sus opiniones.

No se dan cuenta de que permitir el crecimiento de esperanza y corrupción en una misma huerta, no traerá el futuro que tanto necesita el pueblo desesperado.

Entrevista

Tuve la oportunidad de conversar con Orlando Avendaño. Quien piense que para el reportero venezolano fue fácil publicar este trabajo, cae en un error. Él era consciente de que daría un duro golpe a la credibilidad de ese hombre que en enero lo hizo pensar que un cambio era inminente y por el cuál sigue apostando.

Además, vio venir una inevitable instrumentalización de su trabajo por parte de la tiranía.

“El régimen no tiene ningún tipo de autoridad moral, ética o legítima para señalar. Es un régimen criminal. Ellos se aprovechan de la coyuntura para señalar que no son los únicos corruptos acá”, me comentó Avendaño.

Según el periodista “el hecho de que esto se sepa permite que el país se empiece a sanear con una ciudadanía que ahora va a estar más vigilante en cuanto al manejo de recursos”.

El editor en jefe del Panam Post reconoce que ha recibido algunos ataques personales en redes sociales desde la publicación de su reportaje. Todos por parte de adeptos a la oposición.

“Venezuela es difícil de descifrar, está como encriptada. Uno no sabe para qué intereses obedecen algunas personas (…) Yo entiendo algunas expresiones por el hecho de que el gobierno de Juan Guaidó se basa en la esperanza, y este es un país que estaba devastado antes de que él se alzará como el gran hombre que iba a capitanear este proceso”, reconoce el periodista.

Mientras el presidente Guaidó pide a Colombia investigar las acusaciones, Rosanna Barrera, una de las señaladas en el artículo, considera que el trabajo de Avendaño se gestó en complicidad con el régimen.

No, Orlando Avendaño no es responsable por el debilitamiento de Guaidó. Los responsables están en Caracas, no en Bogotá.

Les comparto la entrevista completa con Orlando Avendaño.