Historias de la diáspora: El día más frío de mi vida

Historias de la diáspora: El día más frío de mi vida

EFE/ ERNESTO GUZMÁN JR

 

Las historias que regala el éxodo de venezolanos hacia otras fronteras son dignas piezas de análisis que podrían servir hasta para elaborar cortometrajes. Desde dramas perturbadores, hasta ejemplos de inspiración. Los cuentos están echados, solo queda escucharlos.

Lucho Suárez || @SirLuchoSuarez || lapatilla.com





Un día se me ocurrió pedir a través de mi cuenta en Twitter, que aquellos usuarios, inmigrantes, me contaran sus más trágicas experiencias como “forasteros” en otro país.

Me dediqué a leer muchos relatos, pero ninguno me impresionó tanto como el de una muchacha llamada Daniela, caraqueña, de escasos recursos, quien decidió escapar de la crisis hacia Perú ella solita, con los ojos vendados y con la expectativa que en otro lugar se estaba mejor que en Venezuela.

Daniela llegó a Lima, específicamente a un humilde sector llamado Rimac. una especie de barriada al mejor estilo de Petare la cual posee casas y ranchitos de colores construidos uno tras otro al pie de una montaña, la propia “Caraquistán” altiplana.

El distrito del Rímac, es uno de los 43 distritos de la provincia de Lima, ubicada en el departamento homónimo, en el Perú

 

De acuerdo a los señalado por ella, al pisar Lima se iba a encontrar con una compañera de universidad quien le iba a tender una mano, pero la muchacha desapareció del mapa, “la dejó morir”, en pocas palabras.

Tampoco quiso comprometer a la persona revelando su nombre, pero precisó que no tardó en encontrar hogar.

Una señora peruana se encargó de brindarle “asilo” en casa de su hermana.

Esta mujer peruana desde el primer día, según, me tomó mucho cariño porque me veía diminuta e indefensa. Ella me ofreció todas las comodidades dentro de esa casa (…) yo llegué acá con dinero como para alquilar una pieza“, señaló Daniela.

En medio de su relato, me comentó que la señora le confesó que tenía un hijo preso.

Me decía que no tenia trabajo y que su marido se fue a Italia dejándola con el problema de su hijo (…) Me comentó que tenia tiempo que no lo veía y que debía pagar para que no le hicieran daño, pero el marido nada que le mandaba dinero“, agregó.

Sintiendo pena y agradecida por la oportunidad, Daniela accedió a darle dinero.

La situación fue constante, hasta que quedó sin un sol, por lo que la peruana la invitó a quedarse con ella en su casa con la propuesta que ahí podría montar un negocio de comida, que no pagaría alquiler, solamente agua y colaborar con los gastos de alimentación.

REUTERS/Guadalupe Pardo

 

La mujer, repito, no trabajaba“, acotó.

Entusiasmada, le dijo a su familia que le enviara el dinero para emprender el negocio, pero lamentablemente no funcionó y la señora volvió a quitarle el dinero.

Habían días que personas me regalaban dinero y ella me los quitaba, porque, según ella, las comodidades que yo tenía no las iba a encontrar en otro lado (…) Y todo lo que hacía en el día también me lo quitaba, hasta que volví a quedar en banca rota“, comentó

Y por si fuera poco, la peruana tenía problemas de depresión.

Por las noches no la dejaba dormir, y cuando finalizaba su día vendiendo, le tocaba limpiar la casa, cocinar y atenderla, hasta que decidió buscar un trabajo de verdad que le generara mejores ganancias.

Una zapatería fue su destino laboral, ahí cobraba semanal, y las cosas pintaban bien, pero Daniela no contaba que la situación se le pondría color de hormiga.

Después de comenzar a trabajar, un día me siguió y habló con mi jefe, preguntando cuánto iba a ganar y cómo era la manera de pago, alegando que era para protegerme y que el patrón no me trabajara“, aseguró.

Allí trabajaba 13 horas diarias “de pie” y en las noches debía llegar a atenderla a ella, limpiar, cocinar y de paso lidiar con sus depresiones nocturnas hasta las 3 o 4 de la mañana para luego ir a trabajar a las 8:00 AM.

¿Esclavitud moderna? 

EFE/ ERNESTO GUZMÁN JR

 

Una manaña, la señora descubrió que Daniela guardaba dinero de su salario, lo escondía para ahorrar.

Llena de furia, obligó a la venezolana a dormir en la sala sin colchón y cobijo en pleno invierno, porque según ella era una “malagradecida”.

“No quería contarle a mi familia porque no quería preocuparlos (…) Para ellos, yo estaba bien.

Como si fuera poco, Daniela descubrió que en la casa donde ella se hospedaba anteriormente, la cual pertenecía a la hermana de la doña peruana, se estaba quedando un muchacho venezolano quien, de acuerdo con sus palabras, era amante de la señora.

El hombre iba seguido a la casa donde se quedaba Daniela para verse con la mujer… era inevitable que ambos compatriotas se vieran las caras.

Una noche conversaron como amigos y la dueña de la casa presenció la charla. Ésta optó por tomar una actitud celópata, y “a punta e’ gritos” exclamó que ambos tenían algo.

Durante el espectáculo, echó a Daniela de la casa y la obligó a quedarse con sus maletas en el patio, la puso a dormir nuevamente bajo el frío andino, como una indigente.

“Fue el día más frío de mi vida (…) Yo llorando me arrepentía mil veces de haber dejado mi casa, mi familia”

Le toque llorando en la mañana y le juré que yo con ese chico no tenía nada, que si quería lo llamara y hablábamos los tres. Lloré y rogué tanto que volvió a aceptarme“.

EFE/ ERNESTO GUZMÁN JR

 

Posterior al episodio, Daniela recibía constantes amenazas de la señora, que “como peruana podía deportarla o enviarla a prisión”, hasta que, ya cansada decidió tomar cartas en el asunto.

Decidí meterme en un Cyber y llamar a una prima y contarle todo lo que estaba pasando“.

Mientras transitaba la charla entre familiares, Daniela se percató que una amiga, venezolana, también se encontraba viviendo en Lima, así que decidió contactarla para pedir auxilio.

Gracias a Dios, logró contactar con la muchacha, quien escuchó su historia con mucha atención y se dispuso a ayudarla, ya tenía a dónde escapar del penoso estado.

 El plan de huída

EFE/José Jácome

 

Catherine, la amiga de Daniela, vivía en una buena zona en la capital inca, y la idea generada por ambas era salir del manicomio en donde nuestra protagonista sufría la tortura psicológica que la tenía al borde de la locura.

El primer paso que llevó a cabo Daniela fue contarle la situación a su madre… ¿Quién mejor que ella para darle claridad y apoyo?

Armamos un plan fingiendo que mi madre estaba muy mal y yo iba a volver a Venezuela (…) “Mamá hablo con la peruana y se hacia la enferma, decía que yo debía volver pronto al país, que ella no estaba bien“, reveló.

Poco días pasaron, y Catherine hizo presencia en “el manicomio” para buscar a Daniela, fue acompañada por un pequeño grupo de personas para evitar cualquier incomodidad por parte de la señora.

¿El siguiente paso? Contactar a su jefe para informarle lo ocurrido.

Para suerte de Daniela, el dueño de la zapatería en la que ella laboraba, comprendió lo sucedido y procedió a trasladarla de sede, para evitar cualquier contacto con la doña que le hizo la vida cuadritos.

Luego del escape, la señora fue un par de veces a la tienda donde la venezolana trabajaba: “La primera, supuestamente para saber si estaba bien. Las chicas que trabajaban conmigo le dijeron que yo ya no estaba allí (…) la segunda fue porque presuntamente yo la había mandado a cobrar los días que había trabajado“, añadió.

Después de dichos casos aislados, Daniela aseguró que no supo más de su némesis.

Actualmente, la joven caraqueña concluyó afirmando que teme que llegue el día en el cual se encuentre con la mujer, “de solo pensarlo te juro que me da pánico (…) es una mujer mala“.

Este tipo de historias se repiten con frecuencia en todos los rincones del mundo y toman fuerza contra venezolanos. Así como le sucedió a esta compatriota, le ha podido pasar a cualquiera, y para evitar este tipo de situación es imprescindible renunciar al miedo y denunciar.

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