Mi respaldo absoluto al comisario, por Jesús Peñalver

Mi respaldo absoluto al comisario, por Jesús Peñalver

Jesús Peñalver @jpenalver

Consigno por anticipado mi eterna gratitud al comisario Iván Simonovis, por su apoyo y actuación en dos hechos fundamentales en mi vida que imborrables permanecerán mientras exista memoria.

Por Jesús Peñalver

Uno se refiere a aquel infausto 26 de enero de 2000, cuando nos tocó soportar la triste experiencia de un asalto-secuestro. Hoy mi hijo y su mamá viven, gracias a la ingenuidad de mi hijo que en el infausto momento, y la mano de Dios, tocaron el corazón de uno de los bichos desalmados que los habían secuestrado, y decidieron dejarlos con vida.





Puesta la denuncia y haber conversado con Iván –entonces destacado funcionario al servicio de CTPJ- no solo percibimos profesionalismo en su desempeño, sino también la calidez humana en el trato, el consejo oportuno y su decidida disposición a resolver el caso. No nos conocíamos, de modo que no dudamos en ningún instante que ese ha debido ser siempre el comportamiento de un profesional. Sin más detalles, el asunto fue resuelto.

Luego, en abril de 2002, (“yo lo viví”, diría nuestra querida y recordada Rosalía Romero) pudimos observar in situ, como Iván Simonovis procuraba ofrecer la mayor seguridad a quienes marchábamos pacíficamente, no a tumbar gobierno alguno, sino a protestar por las innumerables tropelías cometidas por aquel desquiciado milico golpista, ruin, mediocre resentido y delirante. Desmanes estos que –por desdicha- continúan con el des-gobierno usurpador que se hizo del poder, suerte de ñapa absurda e inconstitucional, avalada por un bodrio-sentencia del TSJ, y la farsa montada el pasado 20 de mayo de 2018.

Ivan sufrió un martirio más de esa cadena de infortunios que le propinó con saña el tripaflojismo del siglo XXI que representó el golpista Chávez, y la continuación macabra que encarna Nicolás Maduro y su séquito.

Un tribunal de Aragua con su títere a la cabeza, siniestro operador de la satrapía co–comandante, negó siempre la medida humanitaria en su favor para que ejerciera su derecho a la protección de la salud, como contenido fundamental del derecho a la vida. En su lugar, el verdugo sumiso y rastrero, lo confinó a una mazmorra militar: ramo verde, guarida militar para un civil inocente.

Nunca exageré cuando afirmé que esa sentencia conllevaba una condena a muerte. No olvidemos que su hija Ivana, en sentido testimonio público, comparó los huesos de su padre con la fragilidad de una galleta.

Sendos dictámenes médicos de distintos especialistas, no dejaban lugar a dudas acerca del delicado estado salud del inocente prisionero, de manera que desatender tales informes inmisericordemente, no es otra cosa que una muestra más de la maldad que caracteriza a un régimen de ideas explosivas y planes diabólicos, cuyo alimento es el odio y el resentimiento. ¿Humanismo socialista? ¿Dónde?

Pretendió el régimen lavarse la cara ante el mundo, presentando a Iván Simonovis como trofeo, la prueba que demuestra el “golpe de abril”, la decencia y legitimidad de un gobierno que no las tiene. El Comisario fue, es y será siempre inocente. Basta revisar las declaraciones de Eladio Aponte Aponte, aquel inefable milico trocado en juez del tinglado sumiso de jalabolas, para corroborar la forma perversa como se ha manejado el sistema judicial venezolano durante estos ya más de veinte tortuosos años.
La barbarie y sus malandros podrán lavarse el rostro, pero la conciencia nunca porque hasta allá no llega ni el agua ni el jabón. Se rompen los espejos.

La peste chavista olvidó que su máximo jefe, un golpista consumado, en el año 1994 recibió la gracia presidencial del sobreseimiento de su causa de parte del presidente Rafael Caldera, en secreto acuerdo con otros líderes políticos y el apoyo de los miembros del Alto Mando Militar.

Todos ellos estuvieron de acuerdo con la libertad a los militares alzados en 1992, dizque “para sanar las heridas en las fuerzas armadas causadas por los levantamientos del 4F y el 27N” con sus secuelas de heridos y muertos.

A Iván se le negó, no solo la atención y tratamiento oportuno a la protección de su salud, sino una medida sustitutiva que le permitiera salir en libertad. Lo confinaron a su casa, con grilletes electrónicos en sus tobillos y rodeado de esbirros que hasta tenían llaves de su residencia. ¡Un horror!

Insisto, los presos políticos en Venezuela tienen dos enemigos: un Poder Judicial que es la negación de la justicia y el olvido por parte de la nación.

Hoy observo con desprecio, como unos tontos útiles, verdaderos cretinos al servicio de la peste que se halla aposentada en Miraflores, se han dispuesto a atacar a Ivan Simonovis. Olvidan que este bizarro funcionario con gallardía y aplomo nos defendió del sátrapa durante aquella jornada del 12 de abril. Consideración y respeto, gratitud y reconocimiento debe recibir el comisario Simonovis de la Venezuela decente, que somos la mayoría.

La garrulería y la incontinencia verbal de poco aporte han sido a la hora de la solución de algún problema, cuando más han servido para condenar a quienes las practican, de allí el dicho: dueño de lo que callo y esclavo de lo que digo.

Hoy Iván, el prisionero rojo, está en libertad, yo celebro.

¡Se podría estar callado,
Callado … pero no puedo!
Los grillos le han hecho callos
al silencio.

Castillo de Puerto Cabello, 1931.