Luis Alberto Buttó: Libertad de prensa

Luis Alberto Buttó: Libertad de prensa

 

La autodenominada revolución bolivariana es una máquina del tiempo que salió contrahecha y de uso peligroso desde la línea de producción que la arrojó al mundo, en el sentido de que la única función que ha tenido operativa, la única que verdaderamente tendrá, fue la de retrotraer a Venezuela a las más oscuras épocas del pasado; es decir, a aquel pasado ignominioso donde la condición humana no valía absolutamente nada para los detentadores del poder y donde estos además se regocijaban sin prurito alguno en servir de mecanismo opresor de la sociedad entera. A decir verdad, no podía ser de otra manera: cuando se comulga con corrientes de pensamiento político retrógradas es inevitable fungir como instrumento del sufrimiento colectivo al controlar los hilos del gobierno.





Una de las demostraciones palmarias de lo anteriormente dicho lo constituye el hecho de que como sociedad hayamos entrado al siglo XXI sin libertad de información y opinión, cuando se sobreentiende que la imperiosa necesidad de que no exista traba alguna en este sentido es materia que, a todo efecto y en cualquier momento y lugar, debió estar zanjada centurias atrás. No en balde, con absoluta propiedad, en la tercera década del siglo XIX, Alexis de Tocqueville ya había sentenciado, en su inmortal obra La democracia en América, que …«la servidumbre no podrá ser completa si la prensa es libre. La prensa es, por excelencia, el instrumento democrático de la libertad»…

El silencio que produce la censura y la autocensura es aterrador. Eso lo saben muy bien los poderes despóticos. Al negarse y/o entorpecerse por cualesquiera vías imaginables la posibilidad de que se ejerzan sin cortapisas la libertad de informar y de opinar oportuna y pertinentemente, se calla no la voz de los propietarios de los medios de comunicación y de quienes tienen la posibilidad de acceder a ellos para ventilar las opiniones que deseen. Ése no es el punto. Lo que realmente se cercena, y se hace con toda la deliberada crueldad que este torcido proceder implica, es la voz del común de la gente, del colectivo social, en tanto y cuanto se cierran las rendijas para que el desamparado, el violentado en sus Derechos, el desatendido por la indolencia de la acción gubernamental o estatal, el maltratado por la vesania de funcionarios malévolos, pueda gritar ante el mundo el sufrimiento que padece y en consecuencia encuentre algún recodo para reclamar u obligar a que se haga justicia ante la tropelía que lo hiere, humilla, pisotea.

Cuando se imposibilita que los medios de comunicación independientes (léase, no atados ni vinculados en modo alguno al entramado del poder) desempeñen sin restricciones su misión de informar y nutrir a la opinión pública, lo que fundamentalmente se persigue es silenciar a todo costa el reclamo y ejercicio ciudadano, de tal forma de construir un país que termine siendo corral de borregos entregados y no la sociedad libre que debe ser por el hecho de que en ella se escuchen con la sonoridad que el caso demanda las múltiples voces disidentes que tienen pleno derecho a existir.

Cuando no hay libertad de información y opinión el poder desmedido logra crear la opacidad requerida para que, como por acto de magia, se cubran con el manto de la invisibilidad los problemas de la gente y los desafueros de quienes se aprovechan de las instancias de mando para satisfacer insanos y bastardos apetitos. En el primer caso, el grito de miles termina mutando a silencio de todos y los vejados y necesitados se tragan sin remedio su dolor. En el segundo caso, vencen los perversos al producir el aborto de las palabras que pudieran desnudar la fealdad de sus actos y conciencia. La maldad triunfante; huelga decir.

A horas de haberse celebrado el día de los periodistas, mi respeto y admiración para aquellos de ellos que en nuestra tierra resisten con inteligencia y valentía y no claudican en sus principios.

@luisbutto3