Cristian Silva Potellá: Hospitales en Venezuela son un infierno

“No es la cárcel, el verdadero infierno se encuentra en los hospitales, un claro ejemplo es el hospital Universitario Antonio Patricio Alcalá de Alcalá, (HUAPA), donde médicos, milicianos y policías son verdaderos enemigos de pacientes”, comentaba un enfermo renal en el primer centro hospitalario del estado Sucre, quien se identificó como Manuel Felipe Guerra.

Al parecer la desventura lleva tiempo acompañando a Manuel Felipe. Ingresó al HUAPA proveniente de una prestigiosa clínica cumanesa propiedad de una conocida familia de médicos donde un urólogo le cobró “650 dólares en plata viva”. Y en una habitación pequeñita, solo, sin asistente ni anestesiólogo, intentó introducirle una aguja inmensa a través de su órgano genital utilizando como sedante fumar tabaco y marihuana, práctica a la cual se rehusó. Pero el doctor estaba ‘totalmente relajado y arrebatado’.





“Empecé a gritar, se formó un alboroto y al médico no le quedó otra alternativa sino abrir la puerta y devolver el dinero. Estuve orinando sangre por días y mi mayor sorpresa fue ver a ese doctor en el hospital. Lo consideran y respetan, sin siquiera sospechar la extraña manera de ejercer la medicina en su clínica, fumando tabaco, marihuana, y obligando al paciente a hacerlo también”.

A Manuel Felipe lo dializan dos veces por semana. “Por lo menos ahora sonrío pero mis familiares no me desamparan ni de noche ni de día, porque un enfermo solo aquí se muere más rápido. Como los ascensores no funcionan los pacientes debemos bajar y subir todos los pisos, salirnos del edificio y escondernos en algún lugar para hacer nuestras necesidades fisiológicas porque acá desde hace tiempo no llega ni una gota de agua”, afirmó.

En el horario nocturno sucede lo más terrible. Nadie sale de sus cuartos. Si no te mueres de la enfermedad te mueres del susto por cuanto malandros y pistoleros con sus armas en las manos revisan pasillos, salas de hospitalización y otras dependencias con la misma libertad como un perro pasea por su casa.

“La otra noche unos enfermos psiquiátricos se escaparon y se metieron en las habitaciones. Hicieron levantarse algunos pacientes y las camas las tiraron por las escaleras produciendo tanto ruido y escándalo provocando la muerte de dos personas mayores por el miedo y pánico reinante en todo el hospital. Los policías y milicianos nunca aparecieron. Se acuestan a dormir y nada ni nadie los despierta hasta el otro día”.

Al amanecer todo sigue “normal”. Nadie ha visto ni comenta nada. El miedo es totalmente generalizado. Si alguien sugiere al personal de limpieza asear los baños contestan: “hazlo tú mismo, trae agua, detergente y cloro, porque aquí la revolución acabó con todo”.

Y así comienza la rutina del nuevo día. Esperar las once de la mañana para comer el menú de siempre: arepa con arroz servido en la mano, sin plato. Sin café, sin huevo, carne, pescado, fruta, ensalada, leche, cereales, ni más nada. El agua para tomar deben traértela de tu casa.

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