Ramón Peña: La Alta Comisionada

Ramón Peña: La Alta Comisionada

“Nadie puede ganarle a quien no se rinde.”

Juan Gerardo Guaidó





“Exhorto a las personas con poder e influencia –tanto en Venezuela como en el resto del mundo- a que colaboren y contraigan los compromisos necesarios para solucionar esta crisis que está arrasándolo todo”. Esta grave afirmación de Michelle Bachelet, por su autoridad como Alta Comisionada para los Derechos Humanos (ACNUDH), tiene el rango de una declaración oficial de Naciones Unidas. Es un exhorto mundial del Organismo para el rescate de una nación que padece atrocidades contra el género humano. Registra por miles las ejecuciones extrajudiciales, por centenares los presos políticos, la tortura como arbitrio corriente en las cárceles, el uso de fuerza letal contra los manifestantes, hambre e insalubridad de todo orden en una población que apela al éxodo para su sobrevivencia, liquidación de la institucionalidad…y más.

Las terribles evidencias y conclusiones del informe configuran sólidas acusaciones por crímenes de lesa humanidad, discriminación y abandono humanitario de una sociedad, cometidos por una banda que se aferra al poder con el sostén de las bayonetas. Es un expediente con peso sustancial ante instancias del derecho internacional, como la Corte Penal Internacional, la Declaración de Responsabilidad de Proteger aprobada en la Cumbre Mundial de 2005 o el Protocolo de Minnesota contra las Ejecuciones Arbitrarias. Es nuestra responsabilidad y en especial de nuestra dirigencia democrática capitalizar –internacionalmente- este importante recurso aportado por la ACNUDH, por las vias que consideremos factibles y útiles para acelerar el rescate del país, incluido su valor en un esquema negociado que ponga fin a esta tragedia.

El contenido del informe es un aleccionador mentís para esos descalificadores de oficio que confundieron el comportamiento protocolar de la Alta Comisionada con el propósito de su visita. Y es también una sorpresa para el usurpador quien, en su primario discernimiento, esperaba de ella alguna “solidaridad socialista”.