Rafael Quiroz Serrano: Crítica a la “Venezuela Energética” (I)

Publicado por la editorial Dahbar e impreso en La Hoja del Norte (Caracas, Nov. 2017), ha llegado a nuestras manos el libro “Venezuela Energética”, acompañado de un ante título no menos sugestivo, que dice: “Propuesta para el bienestar y el progreso de los venezolanos”, escrito por Leopoldo López (LL) y Gustavo Baquero (GB), y con prólogo de Moisés Naím (MN), Y finaliza el libro diciendo: “Bienvenido el debate.”; pues aceptamos el debate y agradecemos la gentil “Bienvenida” de los coautores del libro (LL/GB).

Debemos empezar por manifestar que leímos íntegramente las 322 páginas, que incluyen gráficos y cuadros, con sumo cuidado y atención, para no desperdiciar detalle alguno en cuanto a conceptos, categorías, términos, códigos y números o cifras, que deben acompañar todo trabajo bien elaborado en el tema de los hidrocarburos. Tenemos que afirmar, de entrada, con toda sinceridad y franqueza que el libro “Venezuela Energética” escasamente llenó nuestras expectativas en un 10%. A nuestra manera de entender el tema dentro del contexto de una visión política, académica y científica, al fin y al cabo la Economía Petrolera viene siendo una ciencia, así como el diseño de Políticas Petroleras, partiendo del conocimiento de la Economía Petrolera, el libro como tal deja mucho que desear, pues carece de sustentabildad y consistencia a la hora de la argumentación, falla en algunos conceptos, categorías poco precisadas y términos no muy bien manejados, por lo que a lo largo del libro encontramos falencias por doquier.





La Internacionalizaciòn

Entrando ya en materia, veamos al azar uno de los temas gruesos abordado por los autores del libro, Leopoldo López y Gustavo Baquero (LL/GB), como es el tema del Proceso de Internacionalización de nuestra industria petrolera. Dicho proceso lo abordan, LL/GB, en forma un tanto ligera y parcializada, y por lo tanto sesgada; de hecho despachan tan importante tema en solo tres páginas (pp. 91, 92 y 93 -contando el cuadro-), y no echan completo el cuento que dio origen a tal proceso y el entramado que detrás de ello se tejió con la adquisición de diecinueve (19) Refinerías allende nuestras fronteras: 8 en Estados Unidos (EE.UU.), 2 en el Caribe y 9 en Europa (4 en Alemania, 2 en Suecia, 2 en Gran Bretaña y 1 en Bélgica).

Este proceso estratégico para la adquisición de refinerías en el exterior se inició en 1982, cuando PDVSA y Veba Oel de Alemania se asociaron paritariamente y constituyeron la empresa Ruhr Oel, con la compra de las refinerías Scholven y Horst, ubicadas en territorio alemán. Luego, en 1986 PDVSA adquiere 50% de Citgo Petroleum, importante refinadora (Lake Charles) y distribuidora de productos en el sureste de EE.UU., con sede en Tulsa (Oklahoma). La verdad verdadera, como suelen decir los abogados, fue que Venezuela se alineó a tal proyecto de “Internacionalización de Pdvsa” bajo la premisa engañosa que tales refinerías procesaban crudos pesados, que son los que más tenía, y sigue teniendo, el país (85%), y una vez adquiridas se supo que la dieta de tales refinerías era de crudos livianos y medianos que son los que menos tenemos como reservas probadas, y no de pesados y extrapesados, como inicialmente se había dicho. Y aquí estuvo el engaño. Fue así como PDVSA se convirtió en el primer comprador individual de crudos mexicanos, a los efectos de poder alimentar parcialmente tales refinerías; y para el caso de las nueve refinerías de Europa fue menester adquirir crudo desde Rusia y Arabia Saudita. Por lo demás, los volúmenes venezolanos que deficitariamente PDVSA estuvo enviando a Ruhr-Oel desde 1983 siempre fueron crudos livianos (30° API de gravedad promedio), contrariamente a lo que se argumentó para adquirir tales refinerías.

Esta versión es obviada por completo en el libro “Venezuela Energética”, pues LL/GB nada dicen con respecto a ello, no sabemos si por desconocimiento de estos hechos o en forma deliberada para no pisar “callos”, como decimos en criollo. Además, por lo menos nueve (9) de las diecinueve (19) refinerías que se tuvieron nunca llegaron a procesar un barril de crudo venezolano; y aún hoy en día, el país compra crudo en el exterior para poder mantener la capacidad instalada de refinación, incluso en las tres refinerías que aún quedan de Citgo en los EE.UU. (Illinois, Luisiana y Texas). También es de destacar que los escasos 600 mil barriles diarios (mb/d) que PDVSA estuvo vendiendo a tales refinerías se hicieron con descuento de 2 a 3 dólares el barril (U$B), es lo que se conoce con el nombre de precios de transferencia, lo cual estuvo arrojando un total de 1.800.000 dólares diarios (U$/d) y 657 millones de dólares al año (MMU$/a) solo en descuentos, que inevitablemente afectaron el resultado económico de su comercialización. Esto es lo que el país dejó de percibir por la venta de crudo para sus propias refinerías, y es lo que Juan Carlos Boué, en su investigación doctoral en la Universidad de Oxford (Inglaterra), llama “transferencias de ganancias al exterior” (México, 2002), pues dichos descuentos se estuvieron haciendo para que PDVSA pudiera competir, con costos más bajos, con la gasolina norteamericana. El mecanismo de precios de transferencia es de una gran relevancia para la evaluación del programa de internacionalización, ya que incrementa notablemente el costo del mismo. Pero de esto nada dicen en su libro LL/GB.

También vale la pena señalar, que a partir de 1986 las refinerías de alta conversión de PDVSA en EE.UU. han constituido -con mucho sacrificio- el destino más importante para las exportaciones venezolanas de crudos con gravedad superior a 25° API (es decir, los crudos que plantean menos problemas de comercialización). Y tanto fu así, que en algunos años la proporción de las exportaciones venezolanas de crudos ligeros, que fue a dar a manos de las filiales de PDVSA en EE.UU., sobrepasó el 90 por ciento.

Esto se llevó a cabo para vanagloriarnos, y elevar nuestro ego petrolero al máximo, de que éramos “los primeros suplidores de gasolina barata en la costa este de EE.UU.” (L. Giusti); pues claro que lo éramos, pero a precios artificialmente bajos donde PDVSA subsidiaba implícitamente al consumidor estadounidense, además que los beneficios económicos y sociales se quedaban en el país del norte, y para colmo no se repatriaban las ganancias. Es así como el costo de oportunidad potencial de los descuentos totales hasta el año 2006, sumaba 26.000 MMU$; además de PDVSA haber tenido que desembolsar, hasta 1990, más de 9.000 MMU$ para actualizar los patrones de refinación de aquellas refinerías antiguas y obsoletas, que “hasta compañías como la Shell y Exxon se vieron compelidas a abandonarlas” (C. Mendoza Pottellá, 2010. Nacionalismo petrolero venezolano en cuatro décadas, p. 97); y es lo que el mismo Boué llamó “Importación de costos externos”. Pero de esto no dicen nada en su libro los señores LL/GB. Tampoco dicen nada acerca de las pírricas ganancias netas que, en uno de los años (1998), no pasaron de 435 MMU$, que al deducir los 557 MMU$ de los descuentos (Precios de Transferencia), arrojó una diferencia negativa de 122 MMU$, de pérdida real. Sin embargo, en su libro, LL/GB afirman: “La lógica de estas inversiones es que Pdvsa se vendía así misma en el exterior, asegurando volúmenes de mercado y flujos de ingresos en divisas para la empresa y para el país.” (p. 93). A cuáles “flujos de ingresos en divisas” se refieren LL/GB, y por qué no dicen nada, absolutamente nada, con respecto a los descuentos, y a los subsidios implícitos que representaban tales descuentos…? O acaso no se informaron bien o no investigaron debidamente; la investigación en el tema de los hidrocarburos requiere acuciosidad, seriedad, constancia y disciplina.

Además, cómo sería la obsolescencia y antigüedad de dichas refinerías que LL/GB confiesan “ingenuamente”: “Al final del proceso Pdvsa habría comprado total o parcialmente 16 refinerías (fueron 19 y NO 16) en ocho países, con una inversión estimada en U$D 6.500 millones. Sumadas, la capacidad de refinación de Pdvsa internacional alcanzaría 1,7 millones de barriles diarios…” (Sic); pues simplemente 6.500 dividido entre 16 nos da 406 millones de dólares el costo de cada una (c/u), lo que patéticamente nos refleja los residuos de chatarra que estábamos comprando, y que en términos de refinación arrojaba una capacidad miserable de refinación de escasos 106.250 barriles diarios c/u. Y si a tales cantidades aplicamos el número de 19 refinerías, que era ciertamente la cantidad adquirida (y NO 16 como dice LL/GB), pues ello nos arroja 342,10 millones de dólares el costo promedio unitario y 89.473 b/d la capacidad de refinación promedio.

Por cierto, que tampoco los autores hacen referencia que en la catarata de falacias que se montaron para que el país se embarcara en la cacareada “Internacionalización”, se apeló al “argumento” de que dicho proceso era “sumamente necesario para garantizar la venta de nuestro petróleo”, ya que estas refinerías constituirían “nichos” de mercado, o clientes cautivos, debido a que eran filiales de PDVSA. No hay nada más falso que esto, puesto que ya a finales de la década de los años ’70, muy anteriormente a la adquisición de estas refinerías, Venezuela ya producía mayor cantidad de crudo (3,75 MMB/D), y nunca necesitó de una sola refinería propia en el exterior para poder colocar tales barriles en el mercado. “El petróleo se vende solo”, dice un amigo por allí.

Claro, que detrás de este maquiavélico “argumento” se filtraba sibilinamente la estrategia de comprometer al país en una producción petrolera escalonada, ascendente y volumétrica, que junto con la producción que añadiría la Apertura Petrolera (1994), iba a dar al traste con la política de regulación de producción establecida por la OPEP, con los llamados “techos” o “cuotas” de producciòn; y si para esto había que comprar refinerías quebradas en el exterior, se haría sin mayor dolor y con claro desparpajo. Así, Venezuela se vería forzada a retirarse de la OPEP, y también se propiciaría el desmoronamiento de la organización. La Internacionalización también constituyó una amenaza más, de tantas, contra la OPEP.

Otro de los artificios repetido, una y otra vez, es que PDVSA es “propietaria” de toda una red de 15.079 estaciones de servicios (E/S) distribuidoras de gasolina, a todo lo largo y ancho de la región oriental estadounidense; y LL/GB se hacen coparticipes de tal falacia al afirmar que PDVSA es propietaria de ”refinerías y redes de distribución en el extranjero” (p. 92), y eso es una gran falacia, puesto que lo cierto es que esas E/S son de propiedad privada norteamericana -y NO de PDVSA como se ha dicho muchas veces- mediante la modalidad comercial de franquicias. Sin embargo, esto lo omiten los autores de “Venezuela Energética” (LL/GB), no sabemos si por desconocimiento o por hacerle el juego a quienes siempre han reforzado leyendas, mitos y cuentos falsos para incautos en el tema petrolero. Esta es la cruda verdad que enfrenta a la falacia.

Ergo, el proceso de internacionalización de PDVSA, además de un engaño, fue una argucia y estafa a la Nación, y desde su inicio el mismo fue lesivo al patrimonio público nacional. Todo un mito disque para “construir la empresa petrolera más grande del mundo” (L. Giusti), mito simplemente para desviarle los recursos que le correspondían al Estado venezolano por concepto de dividendos, como propietario de la industria petrolera venezolana.

En la próxima entrega nos ocuparemos del planteamiento que hacen LL/GB en su libro “Venezuela Energética”, referidos a aumentar la producción petrolera. Pero, algo si queremos adelantar: no queremos la actual PDVSA, la “roja rojita”, la de Rafael Ramírez y Alì Rodríguez, la de Eulogio Delpino y Nelson Martìnez; pero tampoco queremos la PDVSA anterior, la de Luis Giusti y Erwin Arrieta, la de Quirós Corradi y José Toro Hardy, la de los petro-espias y la que ocultaba cifras, la que le hacía trampas a la OPEP y adulteraba informes y estadísticas. Es posible una TERCERA PDVSA, una PDVSA transparente, honesta, eficiente, comprometida solo con Venezuela, apegada al interés nacional y colocada al servicio de un crecimiento económico permanente y un desarrollo económico sustentable, hecha para realidades sociales, políticas e históricas.

*Economista-Petrolero

Jefe de la Cátedra de Economía y Política Petroleras EEI/FaCES/UCV