Justo Mendoza: Barbados, la patada y el pataleo

Justo Mendoza: Barbados, la patada y el pataleo

Justo Mendoza

Efectivamente. Maduro pateó la mesa de Barbados en acto intempestivo y de soberbia. Impensado por demás: este error nos indica que Maduro y su régimen están inmersos en otra realidad, la que se han construido a partir del clásico aguante que la propaganda castrista le asigna a las revoluciones tropicales comunistas. Están equivocados.

Los viejos componentes de la reciedumbre de las revoluciones populares -devenidas luego en autoritarismos- que denotaba una pasión de lucha por sus ideales no encaja en el chavismo y menos aun en su régimen estrafalario y degradado en valores que el “charlatán eterno” y sus sobreviventes paniaguados le han asignado. La incapacidad y fracaso para gobernar, la corrupción y el saqueo de las riquezas del país que va a parar a manos de la cúpula mandante y demás capitostes militares y civiles, así como el sectarismo y “apartheid ideológico” impuesto a la población, ya no responden a llamamientos épicos para la entrega “antiimperialista” en nombre de un régimen que ha llenado de hambre y miseria a los venezolanos ¿En nombre de qué ruega Maduro solidaridad y emulación a los venezolanos y para qué propósito?

Tanto la riqueza de los corruptos y saqueadores del erario público y la disposición delincuencial de los bienes del país está a la vista, tanto por lo inmenso de la perpetración como por la cínica conducta practicada por los validos del régimen castromadurísta que ha “institucionalizado” el antivalor de la riqueza súbita, malhabida, como acicate que es bueno ser chavo-madurista. Es una escatología perversa y demoníaca que le vende socarronamente al venezolano, como fin o propósito inconfesable, que el socialismo chavomadurista enriquece a sus adeptos y empobrece a sus enemigos y críticos. Mas hay un detalle: la miseria, abandono y desesperanza en que está sumida más de las cuatro quintas partes de la población también están a la vista, expuesta al sol; el costillar, los carapachos y despojos del brutal empobrecimiento de la población y la huida obligada del país de cinco o más millones de venezolanos es sentido y conocido en lo interno de la nación y harto conocido en el exterior: las naciones del mundo se conmueven, incluso los ‘aliados’ del madurismo -que voltean la mirada para evitar la verdad- ya hablan en voz queda de la necesidad imperiosa de resolver la crisis. Así, Maduro hoy no tiene potencia para patear la mesa de Barbados ni ignorar el garrote vil que ya le aprieta el cuello de su inhumano, patético y estrafalario régimen.





Tendrá que hacer el señor Maduro como el gato, que cubre de tierra su caca para ocultarla a sus amos: pero para el regimen sociochavista es un esfuerzo inútil. Todos oímos conmovidos los gritos de los torturados y asesinados en cautiverio; nadie olvida a Oscar Perez, al capitán Acosta Arévalo, al concejal Alban, al agricultor Franklin Brito que murió de hambre esposado a una cama de hospital; ni a centenares de martirizados, muertos o que langidecen en las cárceles del régimen, en sus cárcavas subterráneas, por el solo delito de ansiar libertad y luchar contra la ignominia de un régimen que mata de hambre al pueblo mientras el felón baila y chistea en las cámaras televisivas. Inhumado está el dolor de los enfermos y el gemir de los niños que son consumidos por la desnutrición; como está también el desasosiego de empresarios y trabajadores que van a la quiebra como miles que ya se arruinaron.

Ya el régimen no puede ocultar su podredumbre, su fetidez inunda los sitios públicos y los espacios internacionales donde osa participar. El régimen carece de potencia para patear la mesa de Barbados: lo ha hecho ¡Sí! Pero deberá desandar sus pasos pues cometió un error garrafal: ha mostrado la desnudez de intenciones de ganar tiempo para perpetuarse como usurpador. Caída la máscara se descubre su rostro de guasón. Peor aun para el régimen, está paralizado y acosado. La normalidad violenta y caótica que ha promovido por años para engañar, amedrentar y controlar ha tornado contra sí mismo en incontrolable desesperación.

Debemos persuadirnos, y tensar el músculo para batallar contra la violencia y represión en ciernes, que el tiempo del régimen se acabó. Sólo es pataleo