Luis Alberto Buttó: Una vez más, el Esequibo

 

En el debate sobre la comprobada justa reclamación venezolana sobre el territorio Esequibo no cabe demagogia alguna, provenga ésta de donde provenga y responda ésta a los intereses que responda. Por ser un asunto de trascendental importancia para la venezolanidad, las banderías están de más; en nada ayudan y por todos lados perjudican. La utilización mezquina, acomodaticia, coyuntural, que cualquier sector de la política nacional pretenda hacer del tema Esequibo en función de su particular conveniencia, es inaceptable desde cualquier punto de vista y debe ser repudiado sin reparo alguno y con toda la firmeza necesaria, en tanto y cuanto constituye una burla descarada e impúdica a la esencia del nacionalismo verdadero; es decir, la querencia razonada que se siente hacia el país al identificarse plenamente con su realidad intrínseca e históricamente loable.





Al momento de evaluar la sinceridad y exactitud de posturas y pronunciamientos en torno a la reivindicación venezolana sobre sus derechos inalienables en el territorio Esequibo, es pertinente no desestimar la diferencia existente entre patriotas y patrioteros. El actuar de los primeros se apega a lo con probidad esperado; el comportamiento de los segundos está signado por la vulgaridad.

Ser patriota significa sentir amor profundo por la tierra y practicarlo con tino, prudencia y sabiduría. Los patrioteros se limitan a alardear excesiva e inoportunamente sobre temas sensibles a la nacionalidad, frotándose las manos pensando en cuán políticamente rentable les puede resultar desplegar tamaña impostura. Al proclamar su supuesto amor incondicional por el país, los patrioteros son afectados y falaces, por decir lo menos. A fin de cuentas, su comportamiento está motivado por consideraciones que nada tienen que ver con el verdadero nacionalismo. En algunos casos, los mueve su irracional y crematístico apego al poder por el poder en sí mismo; por eso la propaganda desplegada en función de granjearse respaldos que de ninguna otra forma podrían obtener. En otros, apelan a la veta del patriotismo precisamente en función de acceder al poder, víctimas como son del afán desmedido de ejercerlo por el simple hecho de hacerlo.

La lucha por el rescate del Esequibo es un asunto de Estado; sólo así debe verse, entenderse y asumirse. No es propiedad de ninguna vocería, no se circunscribe a espectáculos mediáticos de zapatos introducidos en el fango como si esto bastara para recuperar lo que hay que recuperar y debe trascender toda duración temporal de quien sea esté circunstancialmente al frente de las instancias decisorias de la realidad nacional, hasta tanto se logre el inmutable objetivo de rescatar lo que con toda justeza siempre le perteneció y siempre le pertenecerá a Venezuela, más allá de los errores garrafales que se han cometido al respecto y con base en los grandes aciertos que también se han tenido en el proceso de reclamación. En ningún momento, bajo ninguna circunstancia, el Esequibo puede ser moneda de cambio para negociar afuera o adentro absolutamente nada. Lo único que cabe en este sentido es la redención integral, con los medios correctos y necesarios, de una franja de territorio que equivale a cerca de dos veces el estado Bolívar, la entidad político-administrativa más grande contenida fronteras adentro, y en cuyo seno esperan para ser sanamente explotados, no con base en esquemas ideológicos desfasados y empobrecedores, un cúmulo incuantificable de recursos naturales. En esa tarea reposa el verdadero nacionalismo; no en la habladera de pendejadas cada vez que conviene.

No comprender lo que está en juego en el Esequibo y utilizar con fines bastardos e inconfesables la disputa asociada a su recuperación es imperdonablemente insensato.

@luisbutto3