Ramón Peña: Requiem por nuestro aluminio

Esta semana, la declaración del Sindicato de Profesionales de Venalum, denunciando la postración absoluta de la empresa, nos trajo a la memoria que, en tiempos mejores, Venezuela fue un actor importante en el mercado mundial del aluminio. Contábamos con capacidad productiva de 650 mil toneladas anuales de aluminio primario y ocupábamos la posición once en ese mercado. Aprovechábamos nuestras envidiables ventajas para desarrollar este producto: hidroelectricidad en Guri, bauxita en los Pijiguaos, transporte fluvial en el Orinoco y modernas plantas de alúmina y aluminio, (Bauxilum, Alcasa y Venalum) todo dentro del Estado Bolívar.

Pero ni la naturaleza ni la ingeniería son a prueba de la capacidad destructiva del socialismo del SXXI. La ignorancia, el proselitismo y la corrupción han arrasado con la que fuera nuestra segunda fuente de divisas después del petróleo. Generalotes y apparatchiks presidiendo la Corporación Venezolana de Guayana y las empresas del aluminio, todos voraces, terminaron reduciendo a cero la producción.

Un hito en el proceso de destrucción fue aquel acto irresponsable de Hugo Chávez en 2010, cuando ordenó apagar la mitad de las celdas de reducción de aluminio para liberar carga a Guri y evitar apagones en Caracas, pese a ser advertido por los ingenieros de las empresas de que las celdas, luego de ocho horas sin fluido eléctrico, eran irrecuperables. Era insuficiente la energía eléctrica porque los proyectos de las represas de Tocoma en el Alto Caroni, contratado por Chávez en 2003 a Nestor Kirchner, y la Vueltosa en los Andes, ambos de costos inflados corrupta y exponencialmente, no habían aportado ni un kilovatio de energía.





Hoy la ruina de nuestro aluminio es total, se perdieron las 1.400 celdas de reducción, hemos retrocedido 60 años, será enorme la inversión para recuperarla.

El fantasma de Chávez junto a sus herederos milicos y civiles, continúan a lomo del mismo caballo llamado Othar. Asi lo bautizó Atila hace 1.500 años.