La otra cara: “No permita que lo engañen ni manipulen” Por José Luis Farías

La otra cara: “No permita que lo engañen ni manipulen” Por José Luis Farías

José Luis Farías @FariasJoseLuis

Los venezolanos, agobiados por la hiperinflación, la devaluación del bolívar y la escasez de alimentos y medicinas, celebraron esperanzados las palabras de Juan Guaidó el 23 de enero de 2019.

El país venía de un total desespero a resultas de la descomunal crisis económica. La credibilidad en el liderazgo opositor había decaído enormemente. La dirigencia política agrupada en la MUD estaba desprestigiada, no pocos dirigentes políticos opositores eran sometidos al despreció público. El viento de la oferta de Guaidó soplaría fuerte para alterar ese cuadro de pesimismo.

Desde el 5 de enero las expectativas habían cambiado, estaban en ascenso y se desbordaron ese 23 de enero. Caracas, las capitales de estado y el resto de las ciudades del país, así como cientos de ciudades del mundo, registraron la más grande concentración humana de la historia de Venezuela.





Ese memorable día Juan Guaidó, en su condición de recién designado presidente de la Asamblea Nacional, tuvo la audacia y el coraje de asumir la presidencia de la república de Venezuela de acuerdo a los artículos 233, 333 y 350 de la CRBV ante la sorpresa de todo el país y el mundo.

De inmediato, la población entera de Venezuela se puso a pensar en el anhelado cambio político como un hecho inexorable a consumarse este mismo año, no había lugar para el desesperanza ante el optimismo insuflado por aquel joven y casi desconocido dirigente político que había emergido para encarnar el deseo popular.

La propuesta política a modo de mantra se resumió en una ruta para alcanzar el objetivo: cese a la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres para hacer crecer casi hasta el delirio las expectativas de inminente cambio.

Pero el régimen también percibió el peligro, supo que su fin estaba cerca, que era irreversible y se puso en marcha contra esa enorme euforia, nacida de un hecho legítimo de sueño de libertad y democracia.

La tiranía ha actuado con los más perversos procedimientos para tratar de revertirla: miente con absoluto cinismo, estimula la diáspora, nos cerca mediáticamente, intenta destruir la AN, persigue, tortura y asesina dirigentes sociales y políticos, compra voluntades, se asocia con la narcoguerrilla para sembrar terror, contrabandea oro y diamantes para evitar las sanciones.

En fin, se sabe perdido y hace cuanto esté a su alcance por evitar su derrumbe final. Es Maduro y su régimen quienes se están viniendo abajo, son ellos quienes viven sus últimos momentos. El desespero ha tocado a sus puertas. Sin embargo, desde el poder intentan aparentar lo contrario.

Ha sembrado decaimiento en el ánimo de los venezolanos con métodos goebbelianos, haciéndonos ver que no hay nada que hacer, que el Pranato es una realidad arraigada, indetenible, ineluctable, instaurada por los hechos. Nos ha impuesto el desapego y la desidia para evitar el deseo de lucha, para arrinconar el deseo de cambio.

Sin embargo, pese a todo a esa basura propagandística, a esa campaña interminable de manipulaciones, no hay duda del descrédito general del régimen de Maduro, ni del grado en el que la crisis económica ha debilitado sus recursos para sostener una base social de apoyo, así como la profundidad de sus contradicciones internas.

Nadie desconoce el inmenso apoyo representado por la comunidad internacional a Juan Guaidó, ni la poderosa legalidad y legitimidad de la Asamblea Nacional presidida por él y en manos del movimiento democrático.

Hablando en el viejo lenguaje político se podría decir que están dadas las “condiciones objetivas” para producir el anhelado cambio político. Pero las tiranías no se caen, hay que tumbarlas. Y para lograrlo hay que comprender la realidad y actuar sobre ella.

A Maduro lo acompañan la ruindad de quienes desde este lado de la acera están al acecho. La ferocidad con que ha sido atacada la convocatoria de Guaidó para este 16 de enero es prueba de ello.

Los aliados de Maduro no esconden su deseo del fracaso de la convocatoria hecha por Guaidó a marchar este 16 de noviembre para hacerlo llegar boqueando al 5 de enero de 2020 y forzar su reemplazo.

La embestida de algunos se disfraza de crítica seria, de cierto intelectualismo cuya desesperación por la falta de argumentos convincentes la aterriza en burla mediocre. Son los clásicos apaciguadores.

Se exhiben equilibrados y razonables, dignos de reconocimiento, disfrutan de los grandes medios y comparten la mesa con el régimen en nombre de la paz y la democracia.

A veces se presentan preocupados, hijos de las buenas intenciones, fruto de una sana reflexión, es la treta de ponerse a andar con sigilo para entrar a hurtadillas y persuadir de sus nobles razones.

En otros, el propósito de la arremetida es igual de destructivo, sus argumentos no cuidan la forma, son expuestos con brutalidad y sorna desde la arrancada.

Claro está, no olvidan hablar en nombre de supuestos principios a defender, se visten de éticos aunque en su visible ira se descubran perversos objetivos.

Aparecen como la pureza en grado sumo, valientes encendidos más que nadie, capaces de cualquier redención aunque al asomo del peligro represivo ponen en los pies en polvorosa vía ruta del coraje.

Ninguno de los dos grupos entienden, o peor: no les importa, que si Guaidó naufraga, con él nos hundimos todos, porque para el Pranato las únicas diferencias entre nosotros son las convenientes a sus perversiones tácticas.

Querido lector, usted podrá pensar que todo lo anterior es “pura paja” y está en su derecho a ser víctima de las mentiras de Maduro y del oportunismo de nuestros compañeros de viaje.

Como yo estoy en mi deber de llamarlo a la reflexión para que no se hunda en ese pantano e invitarlo a no bajar la guardia, a persistir con toda la tenacidad del caso para salvar a Venezuela.

Si usted acepta que entre en su mente el veneno de la manipulación del régimen y lo convenza de su perpetuidad, del no hay nada qué hacer, de la irremediable situación, lo respeto. Ni lo comprendo, ni lo acompaño.

De igual modo, si usted es de los que piensa que es verdad todo cuánto le dicen los opositores adversarios a Guaidó, solo le pido que se pregunte ¿por qué si ellos están convencidos de sus planteamientos, como los únicos capaces de sacar a Maduro, no dejan de joder y los ponen en práctica para terminar de sacarlo?