Juan Guerrero: La sociedad de la servidumbre

Juan Guerrero: La sociedad de la servidumbre

Las estadísticas en Venezuela son cada vez más dantescas y espeluznantes. Poco más del 80% de la población se encuentra en situación de pobreza, de ella habría que agregar cerca del 60% de niños en desnutrición. Se suma ahora una peregrinación de refugiados que se acerca a los 5 millones de desesperados y hambrientos migrantes y exiliados.

Ahora las organizaciones internacionales dedicadas al estudio económico-financiero nos están advirtiendo que Venezuela se encontrará, a partir del 2020, con una inflación del 500000% y una tasa de desocupación del 50% en su población económicamente activa.





Agregaríamos a todo esto lo que indican las organizaciones humanitarias, como Cáritas y la Fundación Bengoa, quienes han señalado que el venezolano ha disminuido su ingesta alimentaria, sea de proteínas como carbohidratos, a niveles extremos. Eso ha significado una pérdida de poco más de 16 kilos en promedio.

No podemos dejar de señalar la presencia de enfermedades infecto contagiosas, como tuberculosis, difteria, malaria, y las carencias acentuadas de los servicios básicos, como agua, electricidad, gas doméstico, medios de comunicación, entre otros.
Todo ello está dibujando un cuadro humano de un nuevo venezolano cadavérico, que, agregándole las restricciones y carencias afectivas, de inseguridad y ausencia de protección del Estado, presenta a un individuo en la absoluta y total desnudez, sea material, psicológica y espiritual. Es acá donde se presentan las oportunidades de las grandes corporaciones que utilizan a estos desechos humanos como simples “objetos” de uso corporativo.

Estamos hablando del nacimiento en Venezuela de la sociedad de la servidumbre. Individuos que serán –ya existen espacios donde ello se practica- incorporados a lugares donde se les colocará en puestos de trabajo en líneas de producción, sea a cambio de alimentación, servicios sanitarios, espacio para pernoctar y posiblemente una retribución monetaria ínfima.

Recuerdo que en los años ‘60s., en el sur del lago de Maracaibo, los latifundistas y hacendados vieron en los desplazados colombianos –familias enteras- la gran oportunidad de usar esa mano de obra barata –les llamaban braceros- la que ubicaban en sus espacios, dándoles casa y una paga mínima que era cambiada por productos, que a su vez eran obligados a comprarles a los mismos hacendados. La documentación personal era retenida para garantizar la permanencia en el sitio donde además, se encontraban los lugares de diversión, como prostíbulos y parques para los niños.

Ahora aquella antigua y feudal estructura socioeconómica ha sido mejorada y acompañada por los desarrollos de la cibertecnología, para adecuarla a los nuevos tiempos. Tiempos que vienen marcados por el oscurantismo más ortodoxo y fanático que se pueda conocer. Este ocaso de las ideologías está haciendo aparecer formas de relaciones sociales y laborales medievales pero con rasgos modernistas.

Los antecedentes ya tienen décadas funcionando, en países como China, Korea del Norte, Cuba. En estos y otros sitios, unos más rígidos que otros, los espacios de las relaciones laborales están determinados por formas específicas de trabajo, pero todas llevan al uso y tratamiento del ser humano como “objeto” y no como sujeto, que puede ser desechado en cualquier momento. Jamás el individuo interviene en la calificación ni evaluación de su relación de trabajo. Simplemente asume su labor donde no existe organismo alguno que lo proteja ni defienda frente al patrono-Estado.

La Venezuela actual, en la práctica, aparece con una secuencia cada vez mayor de transgresiones del Estado, sea del cumplimiento de sus obligaciones contractuales como la persecución y desaparición, tanto del liderazgo sindical, gremial, como de las mismas estructuras de las organizaciones de los trabajadores. Situación que se presenta atractiva para una eventual imposición de una forma de trabajo neo esclavizante.

Quien desee conocer sobre el tema que abordamos puede ver la actual realidad que se presenta en el denominado Arco Minero de Guayana, donde en poco más de 100 mil kilómetros cuadrados existen grupos de personas que son organizadas bajo el amparo de organizaciones paramilitares que sirven, tanto de protección para ciertos espacios que se han delimitado, como también hacer cumplir las órdenes de “jefes” que rigen la vida y muerte de aquellos que viven/trabajan en las minas extrayendo los minerales, como oro, diamante, coltán, esmeraldas.

Quien vive en esos espacios dominados por los grupos paramilitares debe su servidumbre a los intereses específicos de quien le contrata. Así también debe hacerlo la cocinera, la prostituta, el transportista. Nada se discute y todo se obedece y cumple. La ley y el orden vienen determinados por quien o quienes ostentan el poder de fuego.

La realidad que se avecina para Venezuela, sea esta que existe en la actualidad, de organización criminal en forma de red de redes, especie de pequeños feudos, reinos o colonias, sea que cambie y se instaure un sistema democrático. También se enfrentará al uso de mano de obra que sobrará, barata y a bajo costo, que muy posiblemente será “contratada” a cambio de alimentación, casa y seguridad personal.

Contrario a como el común de las personas cree, pienso que el escenario de la sociedad venezolana de estos y los próximos 10-15 años, será muy parecido a esto que medianamente describo. Al menos quisiera equivocarme y estos grupos que devoran a estos hambrientos y desamparados seres humanos, se les ocurra inventar especie de Juego de Tronos y entre ellos terminen desintegrándose en la fantasía de este horror de estética dantesca medieval que ya es una realidad.

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