Griselda Reyes: En Venezuela la impunidad y la desprotección tienen rostro de mujer

Griselda Reyes: En Venezuela la impunidad y la desprotección tienen rostro de mujer

Para nadie es un secreto que ante la ausencia de la figura paterna, a la mayoría de las familias venezolanas no les ha quedado más remedio que ser matricentristas. La mujer desempeña el rol principal de criar a los hijos y, además levantarlos, casi siempre con el apoyo de sus madres, hermanas, abuelas, tías y hasta amigas.

En esa mayoría de casos la figura masculina brilla por su ausencia. El hombre se convierte, en esos casos, en un simple donador de semen, pues luego de fecundar a la mujer se desentiende de su responsabilidad.





En nuestro país, la custodia de los hijos atañe casi siempre a la mujer, lo cual le impide ejercer algún rol central en el liderazgo político. En la práctica, la mujer es sólo “ama de casa”, porque a ella corresponde – rol adosado a lo largo de los siglos – ejecutar todas las labores domésticas. Y el “ama de casa” va encomillado porque la mayoría de las veces ni siquiera tiene la suerte de poseer el título de propiedad de su vivienda.

La mujer venezolana se ha convertido en la principal víctima del país: víctima del marido que la abandona con un hijo en su vientre; víctima del macho que la golpea y en el peor de los casos le arrebata la vida; víctima del desgobierno que la somete a toda clase de humillaciones y vejámenes; víctima de una sociedad que se muestra indolente ante un ser humano que muchas veces no tiene la capacidad para enfrentarse a la vida.

En Venezuela, la impunidad y la desprotección tienen rostro de mujer.

Este desgobierno que se denomina “feminista” – por el simple hecho de haber aprobado la Ley Orgánica por el Derecho de las Mujeres a una Vida libre de Violencia, que además incumple –, parece desconocer la realidad que viven las féminas venezolanas.

Las mujeres están sometidas a una violación constante de sus derechos fundamentales, desde el momento en que nacen. La emergencia humanitaria compleja que atraviesa nuestra nación es de tal magnitud, que el Estado no es capaz de velar por la integridad física de una mujer embarazada y mucho menos de una parturienta.

El Estado abandonó todos los programas de Planificación Familiar que en algún momento el Ministerio de Sanidad puso en marcha para evitar los embarazos en adolescentes; los programas educativos y de salud reproductiva que se dictaban en las infraestructuras de educación básica y diversificada; y la entrega de anticonceptivos en los ambulatorios para prevenir embarazos no deseados.

Hoy, con total desparpajo, desde la Presidencia de la República se fomenta la reproducción humana ofreciendo bonos miserables que no alcanzan para comprar un paquete de pañales. En Venezuela, una de cada cuatro adolescentes está embarazada, según lo ha dicho la organización no gubernamental Niña Madre, asociación que también nos da cifras alarmantes: somos el país que registra la más alta tasa de embarazo adolescente en Suramérica, con 101 nacimientos por cada 1.000 mujeres de 15 a 19 años de edad y el tercero en América Latina.

Ese incremento viene dado por la escasez de anticonceptivos y porque los que se consiguen están a precios inaccesibles para la mayoría de los presupuestos. Además, esas adolescentes que son sexualmente activas, no tienen medios económicos para costearlos.

El desgobierno de Maduro parece que desconoce lo que padecen las mujeres venezolanas a la hora de dar a luz. Hospitales públicos y maternidades están colapsados: no hay insumos ni medicamentos suficientes para atender los casos complejos; y también deben enfrentar un éxodo de médicos y enfermeras que pone en riesgo sus vidas.

A esta tragedia se le suman muchas más. ¿Quiénes hacen colas en este país para comprar alimentos? ¿Quiénes cuidan a los hijos, sobrinos y nietos? ¿Quiénes atienden a los ancianos en casa? ¿Quiénes cuidan a sus familiares en los hospitales? ¿Quiénes han tenido que salir a prostituirse en el vecino país de Colombia para mandar algunos pesos para mantener a sus familias en Venezuela? ¿Quiénes han sido captadas por los traficantes de blancas? ¿Por qué a las mujeres se les humilla con sueldos o salarios inferiores a los que reciben los hombres? ¿Por qué se denigra a las mujeres que piensan distinto al gobierno o que adversan a la oposición?

La discriminación no solamente viene dada por los hombres que ocupan cargos públicos, sino también por muchas mujeres que emplean los medios de comunicación y las redes sociales para insultar, denigrar y vejar.

La violencia contra la mujer no solamente viene dada por el maltrato físico. También viene dada por el agravio psicológico que se expresa en comentarios que minimizan, desprecian y subestiman; o en desmeritar el trabajo o la opinión de una mujer por el simple hecho de ser mujer.

Aún nos costará mucho salir de esta mentalidad machista y patriarcal que privilegia al hombre en el sistema político, económico, religioso y social.

La violación de los derechos humanos de las mujeres en Venezuela se ha convertido en una “rutina” que, además, pasa por debajo de cuerda, de manera silenciosa.

En Venezuela se producen 1.314 muertes violentas de mujeres al año, según cifras manejadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto quiere decir, que cada día, casi cuatro mujeres pierden la vida a manos de sus parejas o ex parejas.

Y eso es sólo lo que se ve. Nadie sabe lo que ocurre abajo. Mucha de la violencia doméstica no trasciende por el miedo que experimenta la víctima que la sufre; por la indiferencia de quien a sabiendas de lo que ocurre no dice nada; o peor aún, porque creen que es normal lo que está ocurriendo.

Según la Organización de Naciones Unidas “la violencia contra mujeres y niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo actual”.

En el caso venezolano, existen leyes y penas para la violencia de género, pero cada vez son menos los actores del gobierno, políticos o figuras públicas que condenan o se toman estos crímenes como algo serio.

A finales de agosto de este año, el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) a través de su director, comisario Douglas Rico, informó que en apenas ocho meses de 2019, esa instancia había recibido 1.180 casos de abuso sexual contra la mujer y, aunque no reveló la cifra, sí dijo que hay un alarmante aumento de femicidios.

El femicidio en Venezuela se tipificó como delito en la reforma de la Ley Orgánica por el Derecho de las Mujeres a una Vida libre de Violencia el 25 de noviembre de 2014 y se define como: “la forma extrema de violencia de género, causada por odio o desprecio a su condición de mujer, que degenera en su muerte, producidas tanto en el ámbito público como privado”.

En Venezuela tanto la emergencia humanitaria compleja como la crisis institucional y la impunidad, han profundizado la violencia contra las mujeres y la posibilidad que tienen las víctimas de hallar justicia en las instituciones estatales.

En Venezuela, la impunidad y la desprotección tienen rostro de mujer ¡Ni una más!

@Griseldareyesq