Vladimiro Mujica: Porta dos Fundos y la responsabilidad de la creatividad

Vladimiro Mujica: Porta dos Fundos y la responsabilidad de la creatividad

 

Aclaro para comenzar que no tiendo a las conductas moralistas ni pacatas, respeto profundamente la libertad creativa, de pensamiento y de acción de los humanos. Creo también en el estado de derecho, en el respeto a la diversidad y la igualdad ante la ley. De la misma manera, creo en la responsabilidad de los ciudadanos, y, en mi caso específico, en el trabajo científico responsable, y en la creación de conocimiento entendiendo las limitaciones a los métodos de investigación y la comprensión de las consecuencias de desarrollar y poseer conocimiento.





La aclaratoria es pertinente, porque después de mucho meditarlo he decidido escribir mis impresiones sobre una película reciente, The First Temptation of Christ, disponible en Netflix. Se trata de un trabajo, presuntamente una comedia, de la compañía brasileño Porta dos Fundos, que ha desatado una polémica considerable porque presenta la imagen de un Jesús aparentemente gay, saliendo del closet después de 40 días de ayuno y aislamiento en el desierto, donde sucumbió a la tentación homosexual de Lucifer, quien se presenta como el bon vivant, encantador, Orlando.

La comedia extiende sus alcances hasta representar al padre de Jesús, Dios, como un ser pedante y terrenal, empeñado, según la película, en fornicar nuevamente con la Virgen María, presuntamente repitiendo su hazaña de dejarla embarazada siendo virgen, aclarando en la comedia que “hubo penetración”, y a quien le anuncia que “acaba de crear una nueva roca”, al tiempo que le hace un gesto invitante a una parazón del miembro en la entrepierna. El sainete no concluye con esta sátira brutal contra el Padre, el Hijo y la Virgen, sino que arremete contra otras religiones: Buda es presentado como una regordeta figura de género y sexo indefinidos, que balbucea comentarios doctrinarios que son rápidamente acallados por unas criaturas de ciencia ficción de porte violento, mientras que Shiva es otra figura aparentemente gay cuyos brazos múltiples dependen de otro ser que parece cabalgarla. Por razones desconocidas para mi, pero quizás obvias para los cómicos brasileños que deben estar plenamente conscientes de los alcances de la furia fundamentalista islámica, después de los episodios letales de retaliación en París hace unos años, Alá es convenientemente respetado, a pesar de que su sola mención en este escenario de burla implacable, ya podría considerarse como ofensiva.

La polarización en las redes ha sido brutal y reveladora, por un lado los sectores conservadores del catolicismo y el cristianismo exigiéndole a Netflix que retire la película, y a los productores y directores que se disculpen por su ofensa a valores fundamentales de la civilización cristiana. Por otro lado, sectores de la comunidad gay que saludan la jovialidad y el ingenio de los brasileños, y en una tercera dirección, los “millennials” y variantes de la sociedad narcisista que nos rodea, señalando que “es simplemente una comedia un tanto chimba” y que más se ofende a Dios con el odio y la pobreza, que con estas pendejadas. Al propio tiempo, la compañía de comedias Porta dos Fundos se defiende aduciendo que la reacción contra la película es homofóbica, una defensa sospechosa proviniendo precisamente de quienes presentan el engaño gay como una obra de convencimiento de origen diabólico.

Tiempos complejos, donde vale todo, donde el más elemental respeto por el prójimo se ha perdido y donde cualquiera con recursos, cualquier “influencer”, se siente con derecho a decir lo que tiene en mente sin preguntarse por lo que ocurriría si otra gente hiciera lo mismo. Tiempos de inmensa irresponsabilidad en los juicios y opiniones, todo convenientemente protegido por las redes sociales que abren innumerables posibilidades a la ignorancia y el atraso.

Uno se pregunta: si ningún símbolo es merecedor de respeto, si las creencias de fe de la mitad de la humanidad sobre los misterios de la Divina Trinidad y la virginidad de María, y los valores éticos sobre sexualidad del Dios cristiano y su hijo Jesús -recordemos el motivo de la destrucción de Sodoma- son motivo de sorna en una producción de bajo presupuesto y peor actuación, entonces, ¿Por qué nos sorprende que no podamos convivir en este planeta lleno de pobreza y violencia, si se agrede gratuitamente en nombre de la libertad de expresión?. El asunto no es limitar la libertad de expresión y la creatividad, el tema es el ejercicio de esa libertad sin ninguna responsabilidad. ¿Qué razón habría para que no se hiciera una película mofándose de los niños con cáncer, o con capacidades excepcionales, o ridiculizando a los judíos exterminados por los nazis en los campos de concentración?. O sobre tantos otros temas que siempre nos podrían “hacer reír” mientras no nos afecten directamente.

No soy cristiano practicante, a pesar de que me crié en un país predominantemente católico. Ni siquiera soy religioso en el sentido convencional, pero tengo un enorme respeto por la espiritualidad y los misterios del conocimiento humano. Por eso me perturba la burla absurda y sin sentido, el recurrir a los mas burdos y precarios estereotipos de las más evidentes y miserables de las conductas humanas para hacer una parodia indignante, por lo primitiva y ofensiva para las creencias de millones de otros humanos, sin ofrecer nada a cambio.

Pero como le leí a una querida amiga en uno de los inefables comentarios en las redes, “no se quejen tanto, para nada es lo peor que nos ha pasado”. Peor es Maduro que la comedia de Porta dos Fundos. Quizás, pero a quienes creemos en el ejercicio ciudadano responsable y a quienes intentamos entender lo que ocurre a nuestro alrededor, nos corresponde preguntarnos sobre las fuerzas y los intereses y la irresponsabilidad detrás de esta comedia brasileña y sus efectos sobre la paz y la tolerancia, que todos dicen defender.