Crónica de una dimisión no anunciada: La crisis que ha puesto a temblar a la potencia rusa

Vladimir Putin. Foto: kremlin.ru.

 

“Vivir para ver”, dicen los rusos sobre el terremoto político que ha desatado el Kremlin. En el metro, las cocinas o la calle, los rusos se debaten entre la confianza en lo que “hacen los de arriba” o el rechazo a un sistema estancado durante las últimas décadas.

“Está claro que no lo esperaba, nadie lo esperaba. En realidad mi actitud siempre es la de ‘vivir para ver'”, confiesa a EFE un empresario moscovita llamado Serguéi, al comentar la sorpresiva dimisión en pleno del Gobierno.





Como ocurriera en tantas ocasiones, nadie se esperaba que el presidente ruso, Vladímir Putin, fuera a anunciar la mayor reforma política en el último cuarto de siglo.

Para el empresario, Putin es “bastante inteligente y experimentado”, por lo cual su aceptación de la renuncia del Gobierno y el hecho de que la población se haya tomado este hecho con calma, sin realizar manifestaciones o protestas, indica de que se trata “de algo correcto”.

“Simplemente llegó el momento de los cambios”, sonríe.

Para Ksenia, empresaria de San Petersburgo, los cambios solo servirán para perpetuar a Putin, quien ya explicó que buscará fortalecer al Parlamento, pero descartó que Rusia se aparte del modelo presidencialista.

“El sistema, que funciona bajo la mano dura del presidente, cambia por otro, que nadie sabe cuál será, bajo la misma mano del presidente, pero más dura”, asegura, aunque admite que esto podría “mejorar la calidad de vida de los rusos”.

Y es que buena parte de la población no está satisfecha con el estado de las cosas. El taxista Yuri no se corta un pelo al afirmar con amargura que “la situación es horrible”.

“El Gobierno solo hace promesas pero no cambia nada. En la capital se puede vivir más o menos, pero en el resto del país la gente sufre en la pobreza”, suelta, y se marcha a buscar un cliente.

La jubilada Valentina considera, por el contrario, que el sistema funcionaba bien, por lo cual para ella resultó “algo sensacional e inesperado” este cambio.

Sin embargo, hace gala de la máxima flexibilidad al afirmar que “allá arriba las cosas se ven con más claridad. Se necesitan cambios, fijarse en gente más joven, con más iniciativa”, explica.

Por su parte, Tatiana, experta en informática de San Petersburgo, observa otros propósitos.

“Lo primero que pensé es que el próximo primer ministro se convertirá en el futuro presidente”, afirma y se suma al coro de las expectativas con un “veremos adónde nos lleva esto”.

A otros no les tomó por sorpresa la noticia. El empresario Iliá asegura que “esperaba el cambio, aunque pensaba que ocurriría más tarde”.

“Creo que estos cambios pueden traer nuevas esperanzas a parte de la población de Rusia, y dependiendo de cómo quede conformado el nuevo gabinete, es posible que también traiga cambios a la política interna del país”, opinó.

Román, jefe de una compañía constructora moscovita, admite no comprender esta “maniobra política”, y se muestra preocupado por el hecho de que el nuevo primer ministro de Rusia sea el economista Mijaíl Mishustin, hasta ahora jefe del Servicio Federal de Impuestos.

“Los impuestos comenzaron a recaudarse más rápido, mejor, más eficientemente, vemos que se aprietan las tuercas en este sentido, y como propietario de un negocio no veo que esto nos traiga nada bueno”, advirtió.

Román cree que “el país se va a cerrar más”. “Puede que alguien no entienda lo que está pasando, pero se trata de cambios globales y quisiéramos entender y recibir explicaciones”, recalcó.

Como hipótesis, afirmó que la maniobra podría ser una cortina de humo para llevar a la sombra a un Gobierno enlodado por las revelaciones sobre supuestas corruptelas en las altas esferas del líder opositor Alexéi Navalni, a las cuales hasta ahora no se ha dado respuesta alguna”.

Para Grigori, vendedor de una gasolinera en las afueras de Moscú, el saliente Gobierno ruso “se escapó” de los problemas acumulados.

Y para Marina, gerente de una tienda en la ciudad rusa de Yekaterimburgo, capital de los Urales, cree que “se preparan las condiciones para un traspaso ‘bonito’ de los puestos entre las mismas manos”.

Escéptica, asegura que si algo estable existe en Rusia, son “los esfuerzos para acabar con las pequeñas empresas y apoyar al máximo las corporaciones globales” que son las que sostienen a la élite gobernante.

EFE.