El giro verde de BlackRock acelera la revolución de las empresas petroleras

El giro verde de BlackRock acelera la revolución de las empresas petroleras

Oficinas de BlackRock en Nueva York. | Foto EFE

 

Esta misma semana, el gigante petrolero británico BP ha anunciado que quiere ser cero emisiones en 2050, para lo que tendrá que hacer un gran esfuerzo para transformar su actual modelo de negocio basado en los combustibles fósiles.

Por Juan Cruz Peña en El Confidencial





El anuncio de la multinacional llega más de dos meses después de que Repsol, la petrolera española más grande, se adelantara a todos y anunciara que en ese año 2050 su actividad será neutra en carbono. Para ello, detalló los pasos que va a dar y que refrendará en la primera mitad de este 2020 con un nuevo plan estratégico, cuyo fin es transformar su modelo de negocio.

También en esta misma semana la petrolera francesa Total, la empresa más grande de la eurozona por volumen de negocio, ha anunciado una inversión de cerca de 1.500 millones de euros para construir 2.000 MW de fotovoltaica en España.

También en enero, ACS desveló que todo su negocio de renovables pasaba a manos de la petrolera portuguesa Galp (2.200 millones de euros de transacción). A mediados de 2019, Equinor, la petrolera estatal noruega, anunciaba la construcción de 200 MW de eólica marina en las costas de Canarias, un proyecto que implicará una inversión de 860 millones de euros. También este mes de febrero ha anunciado que tiene la ambición de reducir un 50% la huella neta de carbono en sus procesos para 2050. Un objetivo que también alcanzó Shell en noviembre de 2019.

¿Qué tienen en común todas estas petroleras? Uno de sus primeros accionistas es BlackRock. La gestora de fondos internacional más grande del mundo anunció a primeros del mes de enero un nuevo enfoque estratégico para sus inversiones basado en la sostenibilidad. Su CEO, Larry Fink, aseguró en su carta anual a todos los consejeros delegados de empresas en las que participa que votarán en contra en las juntas de accionistas de aquellas compañías que no atiendan a ese enfoque de sostenibilidad. De esta manera, la firma que gestiona 6,8 billones de euros dejaba patente la importancia que va a dar a partir de ahora a la lucha contra el cambio climático, aunque ya el año pasado empezó a apuntar que este sería un eje estratégico de su inversión, incluyendo el término sostenible en repetidas ocasiones.

Y no va de farol, BlackRock dio un primer aviso al gigante alemán Siemens el pasado seis de febrero por no considerar la multitud de riesgos que supone el acuerdo de 2.000 millones de dólares por las infraestructuras que va a construir en Australia para una mina de carbón. Al tiempo que realizó su anuncio, BlackRock ha entrado a participar en Climate Action 100+, un conglomerado de grandes inversores globales cuyo fin es influir en compañías para que transformen su negocio y lo conviertan en sostenible desde el punto de vista del medio ambiente.

Dentro de España, Cepsa, cuyos dueños son el fondo soberano de Abu Dabi (Mubadala) y Carlyle, también han puesto el foco en renovables, aunque su reestructuración interna ha hecho que de momento su estrategia esté mucho más rezagada que las de las petroleras en las que participa BlackRock.

“El movimiento de BlackRock demuestra cómo los inversores son capaces de influir sobre la realidad de las empresas en las que participan”, explica un experto del sector de las renovables, que sin embargo advierte que todo el enfoque que está empujando a cambiar la estrategia de las grandes petroleras no están basados principalmente en principios éticos o morales sino con razones económicas.

BlackRock es consciente de que las multimillonarias participaciones que tiene en petroleras solo mantendrán su valor en la medida en que dichas firmas cotizadas sean

capaces de mantener un discurso que convenza a los inversores de que la compañía seguirá siendo rentable en el largo plazo. Solo así podrán mantener su valor de sus acciones y por ende la rentabilidad de sus carteras.

Actualmente, en el mercado existe el convencimiento de que los negocios basados en petróleo irán disminuyendo, sobre todo a la vista de los movimientos que están llevando a cabo las diferentes administraciones públicas, cada vez más encaminadas a reducir las emisiones de CO2. Este mandato es especialmente intenso dentro de la Unión Europea. Bruselas se ha propuesto que en 2050 las emisiones de CO2 sean cero, un ambicioso objetivo destinado a luchar contra el cambio climático.

En la sociedad, el convencimiento cada vez mayor de que el cambio climático provocará problemas de primer orden en un futuro próximo ha hecho que las administraciones públicas pongan entre sus prioridades la lucha contra lo que ya consideran una emergencia climática, tal y como decretó el Gobierno de España a principios de este año.

Con este contexto, las petroleras han considerado que sustituir su negocio energético de petróleo y gas por electricidad procedente de energías renovables es una de sus prioridades. De ahí que España, los grandes grupos de hidrocarburos han lanzado anuncios de inversión en eólica y fotovoltaica por más de 6.000 millones de euros en los últimos meses. Inversiones que, por ahora, no generan beneficio neto, pero su objetivo es que lo hagan en el futuro. Un plan a largo plazo que permita que los accionistas, como BlackRock, sigan confiando su dinero en estas compañías, a las que deben una parte importante de su lucrativa trayectoria invertidos alrededor del popularmente aún conocido como oro negro.

No obstante, el proceso no estará exento de dolor. Repsol se ha visto obligada a hacer un reevaluación de todos sus activos que le ha deparado un apunte contable negativo de 4.800 millones de euros. Solo una semana después realizó esta prueba de resistencia Chevron, aunque con resultados mucho más conservadores. La petrolera americana, hasta hace poco tiempo a la primera cotizada de Wall Street junto con Exxon, rebajó el valor de sus activos petroleros en 11.000 millones de euros, una cifra que dobla a la de Repsol pero que es menos ambiciosa dado el tamaño que tiene la americana respecto a la española.

Precisamente el movimiento de BP de esta semana ha puesto toda la presión sobre Exxon y Chevron, mucho más retrasadas en materia de acción contra el cambio climático. Expertos del sector señalan que es fundamental el hecho de que son americanas, donde la visión del cambio climático es mucho más laxa que en Europa. No en vano, el actual presidente Donald Trump, principal candidato para ocupar la Casa Blanca otros cuatro años más, decidió sacar al primer país del mundo del Acuerdo de París en el que están los principales países del mundo.

Pese a todo, aún hay casos aún más sorpresivos. En febrero de 2020, Japón acaba de anunciar que construirá 22 plantas de carbón ya que ha decidido prescindir de la energía nuclear. La visión no es hegemónica, pero el hecho de que el mayor inversor del mundo haya abrazado el Cambio Climático, aunque solo sea por mantener su rentabilidad, puede inclinar la balanza hacia los postulados más ambientalistas.