William Anseume: Virus

William Anseume: Virus

Llegó, supuestamente con incomprensible retardo. Pero está aquí. Si algo no cabe en estos momentos imaginar es alguna comparación con ningún país. Con ninguno. Algunos señalan que ingleses y alemanes se han dado a la tarea de admitir la realidad del virus, de dejar que se propague, que suban las defensas de cada ciudadano para autoprotegerse desde su organismo, del virus chino. ¿Cabe comparación alguna?

No necesitamos pasearnos por la salubridad inglesa o alemana, o europea, aunque la pandemia campee en Italia y España como casi en ningún otro Estado. Aquí estamos condenados a morir no por el virus y no de ahora. No expongo filosofía existencialista. El coronavirus llegó en el peor momento, tanto para el régimen dictatorial de Maduro como para los desprotegidos habitantes venezolanos.





Por dónde usted se meta en nuestra nación encuentra el caos más propicio para el aniquilamiento. ¿O las altas tasas de suicidio suben por gusto, por placentero deleite de matar y eliminarse? Varias de esas muertes son conjuntas, generalmente con los hijos, o la pareja, según puede cotejarse en la poca difusión libre que queda de la información. Un país que muere desnutrido. Un país que se desangra por desatención médica que incluye: hospitales desprovistos, ausencia expandida de seguros y de posibilidades de adquirirlos, inexistencia de medicamentos, abundancia de piratería en la profesión médica, en la enfermería y en casi todas las ramas adjuntas (cubanos en ejercicio ilegal, médicos y enfermeras exprés); no puede compararse a ningún otro del planeta. Con hambre, con ausencia de trabajo decente, de remuneraciones distintas a la pobreza extrema, con precariedad en todo, incluyan la falta de agua, estamos vacíos de posibilidades de atención de esta o cualquier otra pandemia o calamidad pública. También en esto la dictadura ha sido como es: irresponsable, cruel, criminal, acabadora del individuo en pos de su único objetivo, para lo cual han sido estrictamente maquiavélicos.

¿Le van a sacar partido político al asunto de estos contagios extensivos? Lo intentarán sin duda. Pero ahí está la carcomiente realidad. Destruyeron un país. Sobre las ruinas llega una pandemia. ¿Saldrán ilesos o fortalecidos? Para nada. Tendrán lo que generaron con sumo cuidado. Con elaboración de laboratorio. Como un virus artificial para la propagación de la malignidad.

De allí las intenciones de refrenar cualquier circulación de información. De allí su mayor interés por contener a los periodistas. Por atajar verdades. ¿Como creer aquí, así, ahora, en la información oficial? Todo queda a la imaginación y al pundonor de quienes se esfuerzan por aclarar. Las verdades saldrán. Cómo salen las verdades. Seguramente la plaga llegó antes de lo dicho. Seguramente la plaga se ha expandido más de lo reconocido. Seguramente la plaga ha matado conciudadanos inermes.

Compararnos con un país sería a la vez injusto e improcedente. Esta desarticulación, este clima, diría Chocrón; esta equivocación de la historia, diría Cabrujas, en mejores momentos de la nación, quedó destruido antes de la infestación. Ahora vamos derechito a la devastación. Y esa devastación tiene responsables. Debemos acusarlos nosotros. Deben acusarlos otros. Con las fuerzas que queden, como mandan los Derechos Humanos, debemos afincarnos en la rebelión ante la tiranía que nos sojuzga.

El virus debemos erradicarlo en conjunción con otras expulsiones. No hay saneamiento posible, público ni privado, con el sostenimiento del poder por parte de los agentes destructores. Por ello se afianzan en esta cuarentena radical. Quieren decir: no observes la realidad a dónde te llevamos. Tal vez porque creen que moriremos del susto y no de la enfermedad. Pero exagero, no son tan humanos. Harán lo que sea por aferrarse al poder. Y eso incluye pedir prestado a un ente negador de arbitrariedades que no pagan.

Así sea con un mortal estornudo, nuestro deber consiste en expulsar el virus, ya que no hubo prevención para evitar el contagio.